Antonio Fernández
Periodista
Si en el Siglo XI hubiesen existido las aseguradoras, habrían estado encantadas de firmar una póliza sobre el servicio de una obra hidráulica realizada por la Administración Musulmana de la época para abastecer a la ciudad, entonces un importante enclave comercial y militar, y su próspera Vega. Un millar de años después, las Fuentes de Jairán, que así se llamaron y se llaman, siguen en perfecto estado de revista y mantienen un caudal de agua constante que ha estado en servicio hasta finales de la década de los noventa.
Las Fuentes Larga y Redonda tenían sus bocas en el paraje conocido como Obra Pía de Briceño, y proporcionaban agua a la ciudad y la vega en el Siglo XI, la época de mayor esplendor de la Taifa Almeriense, y garantizaban el suministro a la ciudad y también al puerto, considerado el más importante de Al-Andalus en esa época. La Fuente Redonda bajaba paralela al Andarax por la Cañada de Las Boleas, junto a Huércal de Almería. La Fuente Larga se internaba en el Río, por debajo del nivel del suelo, hasta cruzarlo, para adentrarse en la vega de Viator. Ambas captaban agua de los niveles subálveos del Andarax; el agua que no corría por su lecho, lo hacía por debajo, alimentando las fuentes que alumbraron los árabes hace un millar de años.
El agua estaba canalizada a través de una profusa red de galerías subterráneas. Obra de Jayrán o Zuhaiz, las conducciones aseguraban el suministro a la ciudad árabe, con punto y final en los Aljibes Arabes de Jayrán, donde hoy se asienta la Peña El Taranto, cinco entonces reducidos a tres en la actualidad. Almotacín se encargó de hacerla llegar a la Mezquita, en el barrio de La Almedina.
En el trayecto las galerías pasaban por partidores que distribuían el agua entre los usos urbanos y los riegos de la Vega, movían molinos como el de Alhadra o el Molino de la Torre. Ya en la ciudad, los árabes construyeron un acueducto o puente de madera (que el Ayuntamiento sustituyó en el siglo XVII por otro de piedra), que conducía el agua a los aljibes.
Impresionantes, por dimensiones y diseño, son los llamados Pozos de Jayrán, de los que había varios a lo largo del curso del río. Son grandes pozos, de unos ocho metros de diámetro, construidos por debajo del nivel del suelo, de forma que solo es posible llegar a ellos descendiendo por una escalera de caracol situada en los márgenes del cauce, y luego a través de una galería estrecha se desemboca en la parte alta de los pozos o “lumbreras”.
El cometido de estos pozos era servir como áreas de servicio a través de las cuales se extraía agua o se limpiaban las galerías en los meses de verano, cuando descendía el nivel de agua que baja de las fuentes y era posible entrar en ellas. Cada uno de los Pozos de Jayrán dispone de una escalera de caracol adosada a las paredes para descender hasta el fondo. Algunos tienen ahora sistemas de extracción del agua que primero fueron norias y posteriormente se instalaron motores.
Los pozos “no existen” en superficie, es imposible verlos o localizarlos ya que están por debajo del nivel del suelo y ninguna señal delata su presencia. Los que sí son visibles son los distribuidores o ‘partidores’ que dividían y dividen el agua para canalizarla hacia la capital o hacia la Vega de Almería. Algunos de ellos, remozados, aún permanecen en su sitio y prestan servicio.