Nuria Torrente
@opinionalmeria
Había expectación por saber cómo iban a acoger anoche los telespectadores andaluces el estreno de la serie La esclava blanca, protagonizada por la actriz de Balanegra Nerea Camacho. El éxito fue notable. Consiguió una cuota de pantalla (share) del 15,1 % y una audiencia media de 459.000 espectadores.
La actriz de Balanegra Nerea Camacho es la esclava blanca |
La esclava blanca fue el programa más visto entre las personas de más de 25 años y la segunda opción en la preferencia de los andaluces durante el prime time del miércoles. El minuto de oro de la serie se registró a las 22:45 horas cuando 537.00 personas estuvieron viéndola, lo que supuso un 17,1 % de cuota de pantalla. Cerca de 890.000 personas se asomaron en algún momento al primer capítulo.
La esclava blanca es una superproducción de ficción ambientada en la Colombia del siglo XIX que narra la historia de una recién nacida cuyos padres son asesinados y es criada por su ama de leche, una esclava negra. Se trata de un producto de la factoría andaluza Galdo Media junto con Caracol Televisión que tiene como protagonistas a dos destacados actores andaluces: la almeriense Nerea Camacho (ganadora del Premio Goya en 2009) y el malagueño Miguel de Miguel.
La crítica de 'Hablemos de telenovelas'
¡Ojo! Si
estás viendo esta telenovela o tienes pensado hacerlo, quizás no deberías leer
esta crítica. Puede contener ‘spoilers’ que hacen aconsejable su lectura una
vez finalizada la historia].
SINOPSIS
Santa
Marta, 1821. Victoria Quintero es un bebé que ha perdido a sus padres por la
codicia de un hacendado, Nicolás Parreño (Miguel de Miguel). Su destino era
morir en el incendio por él provocado, pero unas manos negras, las de Lorenza
(Miroslava Morales), su ama de leche, la salvaron del fuego. Con ella y su
familia, formada por Tomás (Modesto Lacen), Milagros (Ana Harlem) y Rosita,
creció en un palenque en medio de la selva, como una cimarrona más, jugando con
su primer amor, Miguel, y recibiendo la herencia espiritual de África.
Siendo
una adolescente, tuvo que sufrir nuevamente la pérdida de sus padres, tras ser
separada de ellos después de que los blancos descubriesen y atacasen el
palenque, siendo enviada a un convento en España.
Santa
Marta, 1843. Doce años después, Victoria (Nerea Camacho) regresa a Santa Marta
suplantando a una gran marquesa comprometida en matrimonio con un hacendado
esclavista que no es otro que Nicolás Parreño. Regresa en compañía de su fiel
amiga Remedios (Paola Moreno) y decidida a liberar a su familia negra de las
cadenas y a luchar por su amor por Miguel (Orian Suárez). Su vuelta a Santa
Marta la hará descubrir que su marido es el asesino de sus padres y que ella es
la dueña de la hacienda El Edén, en la que vive con Nicolás. A sus deseos de
ver libre a su familia y vivir su amor con Miguel se unirán las ansias por
acabar con Nicolás, vengando así la muerte de sus padres y recuperando todo lo
que le pertenece.
PERSONAJES y ACTUACIONES
El elenco es uno de los puntos fuertes de la historia. Nerea Camacho encabeza ese elenco demostrando que la niña a la que hace unos años le dieron un Goya por “Camino” se ha convertido en una joven con una soltura y una naturalidad tremendas. Tras haberla visto como Victoria no me imagino a otra actriz en su lugar, ya que es un personaje que parece que ha sido hecho a medida para ella. Sobre esto, me alegra que hayan optado por elegir a una actriz española para el papel, frente a lo habitual que suele ser ir a por alguna actriz local que sepa imitar el acento español.
El elenco es uno de los puntos fuertes de la historia. Nerea Camacho encabeza ese elenco demostrando que la niña a la que hace unos años le dieron un Goya por “Camino” se ha convertido en una joven con una soltura y una naturalidad tremendas. Tras haberla visto como Victoria no me imagino a otra actriz en su lugar, ya que es un personaje que parece que ha sido hecho a medida para ella. Sobre esto, me alegra que hayan optado por elegir a una actriz española para el papel, frente a lo habitual que suele ser ir a por alguna actriz local que sepa imitar el acento español.
Nerea
ha brillado y ha entrado por la puerta grande al género. Estoy seguro de que
después de esta historia le lloverán las ofertas por parte de las productoras
colombianas y de que si quiere, acabará haciendo carrera allí, como les ocurrió
a otros españoles (Enmanuel Esparza, Miguel de Miguel, Manuel Navarro, Andoni
Ferreño…).
Pese
a lo mucho que se lee y ve en internet, el protagonista de esta historia es
Orian Suárez, que interpreta a Miguel, el primer y único amor de Victoria. Creo
que también era su primera telenovela, y afirmo que ha hecho un trabajo
magnífico. Al principio se le ve un poco perdido (que no sobreactuado) con el
personaje pero conforme avanza la historia le coge rápidamente el tono para
regalarnos un protagonista único. Orian consiguió además una buenísima química
con Nerea, que quedó reflejada en muchas de las escenas entre Miguel y Victoria
que, por cierto, son dos de los protagonistas más enamorados y más optimistas
ante las adversidades que he visto en los años que hace que veo telenovelas.
Miguel
de Miguel es Nicolás, el villano y el tercero en discordia. A Miguel sí le veía
algo sobreactuado en los primeros capítulos, apuntando casi a villano
acartonado, pero rápidamente supo controlar al personaje, uno de los malos más
malos y locos de los últimos tiempos. Decía en alguna entrevista que era su
mejor personaje y al menos, para mí, sí que es el mejor personaje de los que le
he visto hacer últimamente y totalmente diferente al Sebastián de “¿Quién
mató a Patricia Soler?”. Un personaje que le ha servido para demostrar que
puede hacer de villano y que ojalá le valga para que le den más personajes de
ese estilo en un futuro.
En
el elenco aparecen numerosos nombres de actores negros. Uno de ellos es Modesto
Lacen, que borda a Tomás, el padre de Victoria, un personaje de los más tiernos
de la historia y también de los que más sufre. Sin embargo, es capaz de salir
adelante y mirar hacia el futuro, pese a los duros golpes que le da la vida. Me
encantó.
Lo
mismo podría decir de Ana Harlem, que se mete en la piel de Milagros, la hija
mayor de Tomás, una muchacha de buen corazón pero harta de la esclavitud que
sufre. La química entre ambos, en las escenas padre-hija, es bestial. Realmente
lo parecen. Una química que hago extensible a las escenas en las que también aparece
Lorenza (Miroslava Morales), la mujer de Tomás y madre de Milagros.
Carrell
Lasso, como Trinidad, el mejor amigo de Miguel, un tipo un tanto bruto, pero
noble, es otro de los descubrimientos de esta historia, al igual que Karina
Guerra, como la primero enamorada y luego sufridora Bunme, o Leo Sosa, que
interpretó a Siervo, otro de esos personajes tiernos con los que el espectador
empatiza a lo largo de la historia.
El
elenco cuenta con otros atractivos, como Norma Martínez, una actriz peruana que
trabajó durante unos años en España (yo la recuerdo en un personaje secundario
en “Géminis”) y que se mete en la piel de Adela, la estricta y déspota
madre de Nicolás. Un personaje al que al principio se le coge cierta tirria,
pero con el que luego uno acaba encariñándose, gracias a lo bien escrito y lo
magistralmente interpretado que está por Norma. Un personaje que es de los más
redondos de la historia, en el sentido de que muestra todo tipo de sentimientos
y emociones, positivas y negativas, según van transcurriendo los capítulos. No
es una villana al uso, tampoco es una blanca paloma, pero sí que tiene ideas y
sentimientos buenos, e ideas y sentimientos no tan buenos, como cualquier
mortal.
Quienes
sí son malos, a rabiar, son Morales (Ricardo Vesga), el Capitán Granados
(Andrés Suárez), Arturo (Leonardo Acosta) y Jaime (José Julián Gavira). Los
cuatro han hecho unos villanos tan detestables como el propio Nicolás Parreño,
si bien es cierto que he visto a José Julián algo sobreactuado.
Me
alegró volver a ver a Viña Machado, como Eugenia, un personaje parecido en
cierta forma a su Sofía de“Anónima”, pero con mucho más fondo, y más polémico,
como se ve según avanza la historia. Me alegró también comprobar que a Natasha
Klauss le han vuelto a dar papeles con cierto peso, como Ana. Es una gran
actriz muy desaprovechada en los últimos tiempos, que debería seguir
protagonizando o antagonizando y no estar relegada a personajes secundarios.
Sigo
con descubrimientos… En concreto, dos: Roberto Cano, como Felipe Restrepo, otro
personajazo de la historia, un tipo que, de existir, yo querría tener desde ya
en mi lista de amigos o al menos, de colegas. Lo mismo podría decir de Luciano
D’Alessandro, como Alfonso; Karoll Márquez, como Jesús; Andrea Gómez, como
Catalina; Gianina Arana, como Manuela; Arnold Cantillo, como Julián y Andrés
Parra, como Gabriel, quienes en son el contrapunto sensato de aquellos que
pretenden seguir con la esclavitud, cometiendo todo tipo de maltratos y abusos
contra los esclavos.
La
telenovela cuenta con dos primeros actores en el elenco, como son Mauro
Donetti, que interpreta al General Márquez, un tipo cegado por sus desgracias
personales, pero con buen corazón y Juan Franco, como el Padre Octavio, un
sacerdote a través del cual se muestra cómo era y, en parte sigue siendo, la
Iglesia Católica como instrumento de presión a nivel social. Ambos han hecho un
muy buen trabajo.
Termino
hablando de dos jóvenes actrices que han sido dos grandes descubrimientos. Una
es Paola Moreno, que interpreta a Remedios, la amiga del alma de Victoria. Me
he reído muchísimo con ella y he disfrutado de este personaje, este ‘Pepito
Grillo’ al que yo también querría tener como amiga. El trabajo de Paola Moreno
ha sido impecable, ya que Remedios es española y creí que Paola también lo era
española. Realmente no se le nota que es colombiana, salvo por dos seseos,
totalmente perdonables, que se le escapan en un par de escenas. Ha de ser muy
complicado mantener un acento que no es el tuyo durante tanto tiempo (Norma
Martínez también lo hace, pero es cierto que ella vivió y trabajó durante
varios años en España, con lo que lleva cierta ventaja).
La
otra joven actriz que también ha hecho un grandísimo trabajo es Cristina
García, Isabelita, la hija de Nicolás Parreño. Isabelita es el personaje que
más evoluciona en toda la historia, pasando de ser una chica enfermiza (o que
se cree enfermiza) e inocente que apenas puede salir de casa a una joven
liberal, independiente, sensata y autónoma que rechaza cualquier forma de
pensar o de vivir que le impongan. Es también uno de los personajes más
carismáticos de la telenovela.
Gracias
a lo bien escritos y lo bien interpretados que están prácticamente todos los
personajes, es inevitable que acaben despertando algún sentimiento en el
espectador, lo cual es un importante punto a favor de la historia.
TRAMAS
Como
cualquier telenovela, “La esclava blanca” cuenta con buenas dosis de
amor, venganza y traición. Sin embargo, hay un elemento que la diferencia: el
contexto en el que transcurre la historia: los últimos años de esclavitud en
Colombia.
En
ese sentido, me parece digno de alabar que los guionistas hayan ido soltando
información sobre el tema en los capítulos, para que los curiosos como yo,
acudiésemos a internet a impregnarnos de todo lo relativo a la esclavitud en el
país. Me gusta que se hayan mantenido muy fieles a la realidad histórica, con
la Ley de Libertad de Vientres de 1821 como uno de los ejes de la telenovela
(aunque sin mencionar la reforma de 1839 que supuso un paso atrás respecto de
lo aprobado en 1821), así como que hayan hecho diversos guiños a personas
reales, abanderados de la lucha por la abolición de la esclavitud, como José
Manuel Restrepo, Domingo Briceño e Ildefonso Menéndez. Pese a que los
guionistas se han mantenido muy fieles al marco histórico, me sorprende que los
esclavos de la telenovela sepan leer y escribir, algo que dudo que supieran
hacer los esclavos del siglo XIX.
Por
lo demás, los guionistas han sabido reflejar, entre otras cosas, cómo los
esclavos eran tratados como mercancía (se compraban y se vendían como si fuesen
patatas y no valían nada a ojos de la justicia), las condiciones en las que
trabajaban (de sol a sol y solo por un plato de comida y techo, en un
hacinamiento o barraca), cómo conseguían convertirse en libertos a través de la
manumisión (o lo que es lo mismo, comprar su propia libertad a su dueño), los
severos castigos a los que se enfrentaban por desobedecer o hacer algo que no
gustase al amo, o la unión que finalmente hizo triunfar la Causa Negra y que se
consiguiese la abolición en 1852. Seguramente hoy en día nos parecería
impensable todo esto de la esclavitud, pero no podemos olvidar que existió,
para bien o para mal, y sobre esa base debemos tener en cuenta más que nunca
que todos, con independencia de nuestro color de piel, somos iguales en lo que
a derechos se refiere. Todos somos personas. Es muy triste también que la
esclavitud siga existiendo hoy en día, aunque en otras formas (pensemos en
trata de blancas, por ejemplo).
Volviendo
a la telenovela, como os decía, con la esclavitud como trasfondo nos
encontramos con una historia cargada de todos esos ingredientes propios del
género. En lo que a amor se refiere, la historia de Victoria y Miguel se lleva
la palma. Una historia muy bien escrita, con momentos increíbles entre ellos y
con ese miedo presente en todo momento a ser descubiertos por Nicolás o
cualquiera de la hacienda.
También
disfruté mucho con la historia de amor de Trinidad y Remedios, también muy
romántica, pese a los continuos cambios de parecer de Trinidad, que no se
decidía a amar libremente a Remedios, por culpa, entre otras cosas, de su color
de piel y su diferencia social. Otra historia muy bonita es la de Milagros y
Julián, el capataz, una historia muy tierna, pese a que al principio comienza
como una treta de Milagros para que Julián esté despistado y ayudar así en los
planes de la Causa Negra.
La
maldad se centra en Nicolás y sus amigos, un grupito de racistas y explotadores
que poco a poco va desintegrándose gracias a la lucha de los negros. La
historia cuenta con muchísimas escenas que ponen los pelos de punta, pero las
de las cacerías de negros que organizan estos señores son brutales. Ver cómo
luego van traicionándose los unos a los otros, y acabando mal, cuando sus
hazañas comienzan a descubrirse, es todo un placer.
A
nivel de argumento, creo que ha sido todo un acierto imprimir al personaje de
Eugenia una bisexualidad que muestra abiertamente, algo insólito (aunque
existiría) en la época, intimando tanto con hombres como con mujeres y haciendo
incluso algún trío. Me alegra también que Eugenia bese a Bunme en varias
escenas y que no hayan censurado esos besos, algo que otras productoras harían
sin dudar. El género se va abriendo de mente… También ha sido un acierto la
mezcla de contrastes entre las generaciones a las que pertenecen los distintos
personajes y sus formas de pensar. El ejemplo más claro pasa por las disputas
que permanentemente tienen Adela e Isabelita en materia de religión, de la
independencia de la mujer, o a la hora de vestir. Estamos a mediados del siglo
XIX y llegaban aires de cambio a las Américas, algo que la telenovela sabe
mostrar perfectamente a través de las tramas que relacionan a estos dos
personajes.
La
historia se desarrolla a un ritmo magnífico y con una fórmula argumental muy
curiosa… Mientras que la gente de El Edén (Victoria, Miguel, Nicolás, Adela…)
son protagonistas en todo momento, los secundarios y sus tramas se van
‘alternando’ a lo largo de la telenovela, ganando peso durante un determinado
número capítulos, poniéndose casi al nivel de los protagonistas, para seguir
siendo secundarios una vez pasan esos capítulos. Ocurre primero con Andrés
López y su hijo, luego con Felipe Restrepo y su hermana, más tarde con
Francisco y Ana, después con Morales y, al final, con Eugenia y Fidel.
Ese
ritmo magnífico lleva consigo una gran agilidad en las tramas desde el capítulo
uno, desembocando en una recta final apasionante: los diez últimos capítulos
son brutales. A lo largo de la historia mueren, además, numerosos personajes,
algunos de forma injusta, pero es lo que hay.
El
desenlace se ajusta a ese ritmo trepidante, con el bien triunfando sobre el
mal. Ata casi todos los cabos ya que los guionistas se olvidan de dos cosas muy
importantes. La primera, descubrir que Nicolás Parreño participaba en las
cacerías de esclavos próximos a ser libres. Cierto es que se le descubren otros
crímenes y paga por ellos, pero no esos, para mí, incluso más importantes que
por los sí que le condenan. También es verdad que era muy difícil, tal y como
plantearon el tema, que Nicolás pagase por organizar y ser parte de esas
cacerías.
La
segunda, dar un mejor final a Gabriel, un personaje que acaba de una forma que
no se merece, como si a los guionistas se les hubiese olvidado todo lo que hizo
en pro de la abolición, que es hijo del comandante Fidel y que se podría haber
diseñado para él un final mucho más justo.
La
telenovela cuenta con unos exteriores impresionantes, gran parte de los cuales
se encuentran en el Parque Nacional Sierra Nevada, en Santa Marta. En esta
localidad se encuentran también numerosas haciendas de la época colonial, a
cada cual más espectacular, que se muestran en la historia. Espectacular
también el trabajo tan bien hecho a la hora de recrear el mercado de Santa
Marta con sus calles empedradas y su gente yendo de aquí para allá. Es una de las
telenovelas con más figurantes que he visto en mi vida.
El
vestuario es increíble. Tanto el de los hombres como el de las mujeres. Y creo
que Nerea no repite vestido en ninguno de los sesenta y un capítulos, lo que es
toda una gesta de los responsables del vestuario, teniendo en cuenta lo difícil
que es conseguir o, en su caso, hacer vestidos de época.
De
la musicalización, me encantan las canciones que cantan los esclavos y de
quedarme con una, me quedo con la que dice eso de “qué dolor tan grande,
deja tu partida…”. Creo que deberían haber editado un disco, o al menos, no sé,
crear una lista en Spotify o algo así con todas esas canciones. De los
‘soundtracks’, nada que objetar.
Brutales
los efectos especiales, tanto en las escenas de torturas (he visto espaldas
tras ser ‘azotadas’ por un látigo que me han revuelto el estómago) como en
escenas de recreación (por ejemplo, las que transcurren o muestran los barcos
que cruzaban el Atlántico). En general, tiene una realización de sobresaliente,
a la que solo le he pillado un fallo: mostrar las rodadas de coches en una
escena en la que se ve el camino de entrada a El Edén. Sí. Rodadas de coches,
en 1843. Imagino que no se dieron cuenta.
Respecto
de los acentos, me llama la atención una cosa referida a los Parreño. Adela
habla con un acento castellano impoluto. Talmente parece de Burgos. Su hijo
Nicolás, criollo (es decir, nacido en América, de padres españoles) habla
haciendo seseo, un seseo muy fino que no se identifica ni con el propio de
Colombia ni con ninguno de los de España. Es un poco el seseo que usan los
actores que se valen del acento neutro. Su hija Isabelita, sin embargo, habla
el español de Colombia, como si fuera una colombiana más, con prácticamente
todos sus rasgos fonéticos.
Me
cuesta creer esta disparidad de acentos en una misma casa y más teniendo en
cuenta que Isabelita ha crecido y aprendido a hablar aislada del mundo, con la
sola compañía de su padre y su abuela (a Rosita la ‘consigue’ cuando ya tiene
seis o siete años). Igual no es el mismo caso, pero conozco a una familia
peruana instalada en Oviedo, donde han nacido sus dos hijos. Pese a haber
nacido aquí, los críos hablan con prácticamente todos los rasgos fonéticos del
español de Perú, porque es el que sus padres les han enseñado a hablar y ellos
han escuchado desde pequeños hablar así. Lo mismo tuvo que haber pasado,
primero con Nicolás y luego con Isabelita, de ahí que no entienda esa
diferencia de acentos tan marcada.
Respecto
de los diálogos, solo comentaré una cosa. Me parece que abusan del tuteo en una
época en la que había más cordialidad y hasta más respeto que ahora. Me cuesta
creer que en 1843 Victoria dijese “Adela, déjala ir. Tu nieta es una mujer
hecha y derecha…” a su ‘suegra’ en vez de “Doña Adela, déjela ir. Su
nieta es una mujer hecha y derecha…”. Creo que han apostado por un lenguaje en
los diálogos más cercano a nuestros días, lo que a algunos les parecerá bien
y a otros, no tanto. También, sobre el lenguaje, me ha molestado oír tres
o cuatro variantes de Ologimi (creo que esta es la correcta, porque es la que
primero se usa), una palabra con un significado importante en la historia. He
escuchado “Ologemi”, “Olgemi” y “Olgimi”. Un pequeño
detalle que debería haberse vigilado más.
Me
alegra, no obstante, que hayan cuidado otras cosas del lenguaje, como términos
y expresiones ya en desuso y propios de aquella época (‘frenocomio’, ‘enviar
razón’, ‘con licencia’…), que no hayan censurado ninguna palabra malsonante (al
menos, en la emisión original en Caracol, que es la que yo vi) y,
especialmente, que hayan puesto al cura a dar misa de espaldas y en latín, lo
que se veía hasta finales de los años sesenta.
Igual
os ha resultado algo pesada esta crítica, porque prácticamente todo lo que
comento son cosas buenas. Pero es lo que hay. Una historia con un ritmo
formidable, un presupuesto envidiable y un elenco fabuloso. A ello hay que
sumar un trasfondo único y pocas veces abordado en el género: la esclavitud.
Una
telenovela, en resumen, altamente recomendable.
~PUNTUACIÓN
FINAL: 9,5~