La muchacha de Cantoria que le puso los cuernos a Franco

Juan Chirveches
Historiador

En mi pueblo, que es Cantoria, geografiado en el corazón mismo de las cálidas tierras de Indalia, cuando terminó la guerra nuestra del 36, los vencedores del conflicto, oséase los nacionales o azules, encartaron a noventa y tres paisanos. Por rojos, por republicanos y por levantiscos. Entre el total de encausados hubo seis mujeres, una de las cuales se llamaba María Granero Quiles y era muchacha de diecinueve años, natural de Cantoria, residente en la pedanía de La Hoya de este municipio, que tenía el pelo castaño, los ojos negros y la color sana. Y un novio llamado José Montilla que estaba preso en la cárcel de Granada.

Carta oficial

El 17 de octubre de 1939, desde nuestro pueblo, esta joven escribió una carta a su prometido, al que saluda como apreciable: Apreciable José… Es una misiva aclaratoria de alguna anterior, en la que, con notables faltas de ortografía, explica a su novio, entre otras cosas: "yo te decía que estabas muy afligido, según manifestabas. Yo, la verdad, al verte desanimado me daba más sentimiento. Si acaso puse algo fue por esto, que yo disgusto contigo no tenía", etc. En aquellos primeros meses de la posguerra, el papel para cartas que se vendía en los estancos llevaba grabado un busto de Franco en su esquina superior izquierda (según se mira), y debajo de él un anagrama en letras mayúsculas: “¡Viva Franco!”.

Esta cantoriana dibujó en la efigie del Caudillo dos vistosas protuberancias óseas que, espléndidas, salían de su frente. Es decir, lo adornó con un buen par de cuernos. Y junto a la airosa cornamenta que había colocado a su Excelencia el Jefe del Estado, Generalísimo de los Ejércitos, María Granero Quiles escribió: “banderas burguesas” (lo que la chica puso literalmente fue: “banderas bulgesas”). Ese mismo día 17 la carta cayó en manos de la censura, que de inmediato la entregó a la autoridad militar del pueblo. Pocas horas después la muchacha estaba detenida y declaraba en el cuartelillo. Interrogada sobre el porqué de que hubiera colocado en la frente del Caudillo esos adornos grotescos, respondió que "para engrandecerlo". Y preguntada qué quería decir con las palabras banderas burguesas, dijo que "no lo sabía"…

Fue encarcelada en la prisión que al terminar la guerra se había habilitado en Cuevas del Almanzora, donde permaneció presa desde octubre del 39 hasta la primavera de 1940. Se la encausó en el procedimiento Sumarísimo de Urgencia 51.056/39, que se conserva en el archivo ubicado en el Gobierno Militar de Almería y que el articulista ha tenido en sus manos. A los sumariados a consecuencia de la guerra, aunque fueran civiles, se les aplicaba el Código de Justicia Militar, ya que durante los años inmediatamente posteriores al fin del enfrentamiento, los vencedores consideraban vigente el Estado de Guerra. En un primer momento, el fiscal calificó los hechos de que hablamos como de Rebelión Militar, es decir, el más grave de los delitos, que podía acarrear penas que iban de cadena perpetua a muerte… 

Pero mientras María Granero permanecía encarcelada, el expediente seguía su curso con los preceptivos informes de la Guardia Civil, Ayuntamiento, Delegado local de Falange y deponentes. En todos los casos, los dichos informes resultaron muy favorables para la chica. El de la Guardia Civil aseguraba que "tanto antes como después de nuestro Glorioso Movimiento Nacional ha observado buena conducta". Y que durante "el dominio rojo" no se le conoció militancia sindical ni política alguna… En idéntico sentido informaron la testigo Juana Rodríguez Peregrín, en cuya casa había servido la joven; el Delegado de Falange y el alcalde de la localidad, que califica su comportamiento de intachable, si bien hace la salvedad de que la sumariada parecía no andar muy bien de sus facultades mentales.

El juez la pone en libertad provisional a finales de la primavera del 40, pero ordena que los médicos de Huércal-Overa, partido judicial de la comarca, la examinen de su capacidad intelectual. Estos galenos, tras reconocerla ya en diciembre, notificaron que no era posible hacer una conclusión definitiva de la psiquis de la encartada, y que procedía someterla a observación. Entonces su señoría el juez militar cursa oficio al alcalde de Cantoria, instándole a que designe dos facultativos de la localidad para que la observen durante un tiempo prudencial, y tras ello remita el dictamen autorizado de los doctores "a este juzgado".

Los médicos designados fueron Diego Sirvent Carrillo y Juan López Cuesta (abuelo del articulista), lo cuales, el 18 de febrero de 1941, informaron que María Granero Quiles… "presenta impulsiones anormales, sin poder prevenir sus consecuencias por falta de sentido crítico que la hace cometer tonterías de las que no tiene conciencia"…, y aclaran que era muy difícil con sus medios valorar con exactitud el estado psiquiátrico de la encausada…

El informe de los médicos cantorianos resultaría determinante para el devenir judicial de la chica. Porque a continuación el fiscal jurídico militar renuncia oficialmente a ulteriores diligencias de prueba y arguye "circunstancias modificativas de la responsabilidad", citando la eximente número 1 del artículo 8 del Código Penal Común. Finalmente, escribe que "los hechos están probados a los folios sumariales y no son constitutivos de delito". El 2 de junio de 1941 la cantoriana María Granero Quiles fue absuelta del terrible, gravísimo delito de ponerle los cuernos a Franco.