Pedro Manuel de la Cruz
Director de La Voz de Almería
El pasado 11 de septiembre publiqué una Carta en la que hacía referencia a tres conversaciones mantenidas durante el mes de agosto con tres importantes políticos almerienses. Fueron conversaciones informales de las que guardé el nombre de sus protagonistas hasta que la realidad acabara convirtiéndolas en actualidad. A una de aquellas confidencias le ha llegado el día. Fue la que hacía referencia a la posición que mantendría Rafael Hernando en la decisiva etapa posterior a la configuración del nuevo Gobierno.
Rafael Hernando |
La transcripción libre de aquella conversación fue la siguiente y, si la reproduzco, es porque su importancia es ahora mucho mayor que en aquel domingo de verano en que fue desvelada.
“Hombre, que Rafael Hernando vaya a un ministerio sería una buena noticia para Almería, claro que sí. Y, además, Pedro, si la cartera fuera la de Fomento, pues imagínate; el AVE estaría mucho más cerca y más pronto. Pero el puesto de portavoz es, tal vez, más importante que el de ministro. ¿Por qué? Pues, muy sencillo. El próximo gobierno no va a tener mayoría absoluta y esa situación de debilidad parlamentaria va a obligar a pactar permanentemente. Y en esa situación tan compleja el portavoz va a tener que pactar con todos los partidos todas las propuestas que deban ser validadas por el pleno”.
“El portavoz es el “hombre” de todos los ministros en el Parlamento porque es el que negociará con los grupos que apoyen al gobierno, o de la oposición, para sacar esos temas adelante. Ese puesto sitúa a quien lo realiza en una situación privilegiada; difícil, sí, pero privilegiada. Porque su comunicación con los ministros deberá ser y será permanente y total. Cualquier llamada suya será atendida por cualquier ministro. No tomará decisiones, pero influirá en quienes las toman”.
“Hacer el trabajo en el Congreso negociando proyectos de ley, decretos…en fin, todo lo que es normal en el trabajo parlamentario requiere una conexión personal permanente y es en esa relación fluida y de complicidad donde se puede influir de forma notable a la hora de la toma en consideración de determinadas partidas en el capítulo de inversiones de los Presupuestos. Vamos, que yo no sé qué es mejor para Almería, si una portavocía nacional del partido del gobierno o un ministerio; sobre todo, como te decía antes, en una situación donde no hay mayoría absoluta, la Cámara está fragmentada y hay que negociarlo todo. Habrá que esperar, pero si hay gobierno de Rajoy las perspectivas para la llegada de la Alta Velocidad a la provincia pueden beneficiarse de un empujón importante, definitivo”.
Como habrán deducido ya el protagonista de estas reflexiones es el propio Rafael Hernando y la novedad (o mejor, la no novedad) es que, desde aquel verano hasta este otoño, quien las protagonizó no ha cambiado de opinión. Así lo pude constatar apenas unas horas antes de que el presidente Rajoy hiciera público su gobierno el jueves. Cuando la inquietud recorría la llegada de un nuevo gobierno en una ciudad como Madrid, tan llena de embustes (para medrar) y escaleras (para trepar), hablé con el diputado almeriense. Lo encontré tranquilo.
“Pedro, no sé qué va a pasar; Rajoy no me ha llamado ni creo que lo haga. La última vez que hablamos le dije que estaba cómodo en mi posición, que estaba feliz con mi trabajo (que, a partir de ahora y entre tú y yo, va a ser difícil de cojones, pero también apasionante) y que no aspiraba a nada más. Me escuchó con atención y no me respondió. No creo que vaya a haber cambios con respecto a mí. Ni lo espero y, créeme, salvo por el prurito personal o familiar, ni lo deseo. Porque es lo que hablamos en agosto: se abre una nueva etapa política y en ella puedo jugar un papel importante para el partido y en el partido, pero también para Almería. Mi trabajo será de portavoz, pero también de intermediador, de negociador. Se acabó el tiempo de la mayoría absoluta y ha llegado para quedarse el tiempo de la negociación”.
Creo, sinceramente, que Hernando lleva razón. El portavoz parlamentario de un gobierno en minoría y en una cámara de una complejidad aritmética tan extraordinariamente variable adquiere una importancia táctica y estratégica formidable. Las grandes leyes, las reformas pendientes, los decretos, habrán de ser negociados y, en todas esas negociaciones, el hombre del gobierno será Hernando.
El diputado almeriense será el puente que buscará unir la posición del gobierno con la orilla de la oposición para hacer posible el tránsito entre la propuesta ministerial y la aprobación parlamentaria. Esa posición le convierte en un guardagujas en el tráfico ferroviario de una estación parlamentaria en la que -salvo el iluminado Iglesias, el cínico de Homs y el rufián de Rufián- a nadie le interesa que descarrilen los trenes. Y es en los trenes -en el AVE concretamente- es donde la actual posición de Hernando puede considerarse de extraordinaria importancia para Almería.
Porque si en algo coincidimos los almerienses, todos los almerienses, es que es esta la legislatura decisiva para que la provincia quede conectada, o no, por alta velocidad con el resto de España. El PP lo tiene en sus manos, y en las manos de Hernando está la capacidad de influencia del diputado almeriense (la voluntad no se le puede negar; ni a él ni a ningún político almeriense) para que el compromiso de Rajoy con esta provincia -expresado en su última visita- pase de las musas de un puñado de palabras soltadas al aire en un mitin electoral a la realidad de los Presupuestos Generales del Estado.
El AVE llegará a Murcia en los próximos meses y, para terminar los tramos pendientes en la provincia de Almería se necesitan una inversión cercana a los ochocientos millones, de los que cien ya están aprobados y paralizados por la inoportuna tortuga levantina. Estaríamos hablando de setecientos millones, una cantidad nada quimérica si se tienen verdaderas intenciones de acabar con la marginación milenaria de la provincia.