Los mares de plástico se secan

Tomás García Azcárate
@Tgarciaazcarate

En un interesante artículo publicado el último día del año, el periodista Vidal Mate aborda la situación y los retos con los que se enfrentan los invernaderos españoles en general, y de Almería en particular.Su diagnóstico es acertado, lástima que al final del artículo pierda a mi juicio un poco el rigor del análisis. El diagnóstico es acertado y, además, bastante completo: el envejecimiento de muchas instalaciones; la menor consiguiente productividad; la competencia de Marruecos estimulada por un nivel más bajo de salarios y las menores exigencias en el uso de productos fitosanitarios; la escasez y el precio del agua de riego cuando el consumo se ve aumentado por el desfase tecnológico… Le faltó explicar que la mayor producción de invierno los invernaderos holandeses y belgas también se debe a la competencia en verano que los productores de estos Estados miembros sufren en verano por parte de los productores polacos y húngaros.

Invernaderos de Almería

También es de destacar que, al hablar de las importaciones europeas de tomates marroquís, haya explicado bien el contenido del acuerdo sin caer en la demagogia tan habitual que identifica importaciones superiores al contingente preferencial con incumplimiento. Eso sí, no se pudo resistir a poner una coletilla final sin aportar ningún elemento que la sustente: “el volumen de entrada de los productos marroquís carece de suficiente control”.

EL rigor habría sido también mayor si, por ejemplo para hablar de Marruecos, se hubiera dicho que la ventaja competitiva del país alauita se ve reducida por el mayor coste de transporte y de los insumos; por un menor rendimiento productivo y una menor capacitación profesional del clúster productivo que rodea la agricultura almeriense. Por otro lado, aunque no sean obligaciones legales, los pliegos de condición impuestos por las grandes cadenas de distribución a los productores marroquís les obligan a realizar determinadas prácticas de cultivo muy parecidas a las que se hacen de este lado del Mediterráneo.

Termina el artículo diciendo que “en otros países competidores, los Gobiernos optaron por incluir las superficies de frutas y hortalizas como destinatarias de las ayudas directas, lo que conlleva una situación de desigualdad a la hora de competir en un mismo mercado único”. Después de haber dicho en el párrafo anterior que la modernización de los invernaderos requiere una inversión de 1.15 millones de euros por hectárea, nos quiere hacer creer (¿o se lo cree?) que una ayuda por hectárea de invernaderos entorno a los 200 € por hectárea haría una diferencia significativa de competitividad. Las cifras cantan y que cada uno se haga su opinión.