Spiriman en la Puerta Purchena: sobre mercado político y desmovilización ciudadana

Andrés Sánchez Picón
Catedrático de Historia Económica de la UAL e impulsor de Califal

Intentaré transitar por la senda abierta por todos los que han opinado en las últimas semanas en torno a la flojedad reivindicativa almeriense, echando mano de algunas ideas sacadas del funcionamiento de los mercados políticos, por un lado, y de lo que podríamos considerar la genealogía cívicosocial de los almerienses, por otro.

Sobre el mercado político. La planificación y la ejecución de obras públicas en España y particularmente las referidas a infraestructuras de transportes tienen detrás de sí una larga historia en la que los criterios técnicos ceden su primacía ante presiones políticas que alteran plazos y prioridades de ejecución. Este mecanismo se suele resolver en dos modalidades en absoluto excluyentes.

Buscando vías de solución

Primera, la de la actuación de ese ‘personaje providencial’ que, situado en un ámbito decisorio fundamental, consigue encaminar la puesta en servicio de una infraestructura en favor del territorio que patrocina, al margen de consideraciones estrictamente técnicas. Los ejemplos que podemos traer a colación son numerosísimos: la primera línea del AVE en España en 1992; la presumible influencia de varios ministros de Fomento en el desarrollo, aun estando fuera de corredores transeuropeos, del trazado de alta velocidad en Galicia; e incluso las únicas obras realizadas dentro de la provincia de Almería del Corredor Mediterráneo, parece que tienen que ver con la inequívoca voluntad de un Subsecretario de Fomento. ¿Y ahora, qué? Parece evidente, a tenor de los resultados, que en este momento la reivindicación ferroviaria almeriense carece de la concurrencia de ese ‘personaje providencial’.

"En esta provincia la cadena de incumplimientos en materia ferroviaria ha resultado hasta el momento electoralmente irrelevante y no ha pasado factura política alguna a sus responsables"

Ante su falta otra posibilidad es que los políticos con responsabilidades de gobierno adviertan que los retrasos y los incumplimientos incorporan un elevado riesgo político en términos de menoscabo de su apoyo electoral. ¿Y cuál sería el caso de Almería? Pocos discutirían que en esta provincia la cadena de incumplimientos en materia ferroviaria ha resultado hasta el momento electoralmente irrelevante y no ha pasado factura política alguna a sus responsables. En consecuencia, no existirían incentivos muy poderosos para que estos, orientados hacia la maximización del beneficio político, priorizaran las actuaciones pendientes en nuestra provincia.

El espejo granadino o la debilidad de la movilización almeriense. Se lamenta con frecuencia la raquítica respuesta de la ciudadanía almeriense a las llamadas a la movilización y se envidia el masivo seguimiento de las manifestaciones en contra de la fusión hospitalaria que han sacudido a Granada en los últimos meses. La administración andaluza, ante la percepción de la emergencia de un gran riesgo político, ha terminado dando marcha atrás en sus proyectos. Éxito clamoroso de la movilización ciudadana, en resumen. Pero si nos miramos en el espejo granadino no debemos olvidar algunas diferencias esenciales entre su gigantesca movilización y la limitada respuesta almeriense a las demandas de la Mesa del Ferrocarril.

Allí se trataba de un objetivo claro, concreto y visible (revertir la fusión de los hospitales) que se relacionaba fácilmente, en el discurso reivindicativo, con un previsible deterioro de la calidad del servicio. Además, ha contado con un liderazgo muy atractivo (Spiriman), que encarnaba además la activación de unos muy influyentes prescriptores para toda la población: una buena parte de la clase médica granadina, punta de lanza de uno de los sectores más influyentes en el tejido económico y social de la capital nazarí. Aquí, por el contrario, la falta del tren se experimenta como una carencia soportable para los almerienses. Lo usan muy pocos y aunque nos molesta el abandono ferroviario y seguro que hasta nos cabrea, en tanto que lo percibimos como agravio comparativo con otras zonas. Y así lo comentamos en la barra del bar o entre amigos, pero no nos incomoda hasta el punto de llevarnos a abandonar nuestra zona de confort para acudir a las manifestaciones o poner en duda nuestra fidelidad electoral.

"Las necesidades de movilidad de las personas y de las mercancías que mandamos a lejanos mercados se solucionan sin necesidad de recurrir al tren"

Y esto es así no sólo por esa repetida desidia con la que nos flagelamos al explicar nuestro comportamiento, sino, sobre todo, porque las necesidades de movilidad de las personas y de las mercancías que mandamos a lejanos mercados se solucionan sin necesidad de recurrir al tren.

Digámoslo sin ambages: el modelo de desarrollo económico almeriense del último medio siglo, basado en el despliegue del sector agroalimentario y el turismo fundamentalmente, se ha hecho sin necesidad del tren (a diferencia de pretéritos ciclos productivos como el de la minería). Por eso, hoy apenas somos capaces de intuir el riesgo que puede acarrear para nuestro futuro quedarnos fuera de las redes logísticas del siglo XXI en las que el transporte ferroviario está llamado a tener un trascendental papel.

Nuestro ecosistema cívico y social. Vamos ahora a  elevar la vista más allá en un ejercicio que, aunque intelectualmente atractivo, no pasa de ser un ramillete de hipótesis de investigación sujetas a verificación. Mi especialidad profesional (la perspectiva histórica o del largo plazo) me empuja a ello.

¿Qué nos dicen los datos de lo que podríamos llamar la serie histórica de las manifestaciones en Almería? Pues que en los últimos veinte años ha habido algunas respuestas importantes de la ciudadanía a convocatorias como el asesinato del concejal Miguel Ángel Blanco, los atentados del 11M de 2004 en Madrid, la manifestación contra la guerra en 2003 o alguna de las que se organizaron en la estela del 15M en 2011-2012. Como se ve, en todas ellas ha estado ausente una reivindicación estrictamente "almeriense". 

En primer lugar, ¿qué nos dicen los datos de lo que podríamos llamar la serie histórica de las manifestaciones en Almería? Pues nos dicen que en los últimos veinte años ha habido algunas respuestas importantes de la ciudadanía (pongamos que concentraciones por encima de las 8 mil o 10 mil personas)  a convocatorias como el asesinato del concejal Miguel Ángel Blanco, los atentados del 11M de 2004 en Madrid, la manifestación contra la guerra en 2003 o alguna de las que se organizaron en la estela del 15M en 2011-2012. Como se ve, en todas ellas ha estado ausente una reivindicación estrictamente "almeriense". Fueron  acontecimientos  de carácter general los que sostuvieron las convocatorias. La única excepción que recuerdo de movilización local masiva fue la que acompañó al paro general del sector agrario de diciembre de 1999 (la de los "peces por tomates", en protesta por los acuerdos de la UE con Marruecos). Este dato parece indicar, en consecuencia, que solo si tensiona su músculo reivindicativo el principal sector productivo de la provincia, el agroalimentario, se puede aspirar a congregar un apoyo masivo en la calle si el motivo es estrictamente "local".

Permítanme terminar con un breve excurso histórico que puede ayudar a construir algunas hipótesis explicativas más de la flojedad reivindicativa almeriense. Históricamente en la España anterior a  la guerra civil los escenarios del conflicto social más grave han sido los lugares en los que se había producido un gran desarrollo industrial -Cataluña, Asturias, País Vasco, Madrid, etc., donde afloraba la tensión entre patronos y trabajadores-, o aquellos otros de la  agricultura latifundista del sur donde la semilla revolucionaria y el sueño del reparto de la tierra arraigaron. En Almería ni hemos tenido concentraciones industriales/obreras significativas, por un lado, y por otro, en el ámbito rural las penalidades de las familias campesinas, con una estructura de la propiedad eminentemente minifundista, fueron el acicate de una precoz emigración que se adelantó a la del resto de la región andaluza. Ya en el siglo XIX la almeriense, y mucho más tardía la andaluza, que no se activa hasta después de 1950.

"En Almería la emigración ha actuado siempre como válvula de escape del conflicto social"

En Almería la emigración ha actuado siempre como válvula de escape del conflicto social.  En los años 1880 un centenar de emigrantes almerienses que recolectaban esparto en la meseta argelina de Sidi bel Abbés, murieron víctimas del asalto organizado por un caudillo kabileño. El eco del desastre colocó al gobierno español de la época ante el desconocido drama de la emigración almeriense a Argelia. Por aquellos mismos años estallaba en la baja Andalucía el que sería bautizado como el problema social andaluz: la Mano Negra en el campo de Jerez ponía un acento violento a la agudización del conflicto social entre terratenientes y braceros. Desde entonces, la esperanza del reparto de la tierra sostendría la ilusión de esos revolucionarios surgidos del "rebaño hambriento en la tierra feraz" (título de una novela social ambientada en el campo andaluz y publicada en 1935). En Almería, por el contrario, el rebaño hambriento en la tierra estéril no encontraba la esperanza de redención en el reparto de una magra riqueza, sino en la huida.

"La expresión pública de la contestación y el disenso no forma parte de nuestra idiosincrasia"

Por lo tanto, la expresión pública de la contestación y el disenso no forma parte de nuestra idiosincrasia. No hay una tradición de grandes luchas obreras o campesinas en nuestra genealogía colectiva y eso quizás ayude también a explicar  nuestra tibia respuesta. Pero este es nuestro ecosistema cívico y, como nos dijo Darwin, las especies sobreviven o prosperan por su capacidad de adaptación a un medio que cambia con gran lentitud. Ese es nuestro reto.