La iniciativa ciudadana de la Unión Europea

Félix
de la Fuente Pascual

¿Estamos ante un Derecho de los ciudadanos o ante unas migajas que nos echan los políticos? Si queremos que los  ciudadanos  se interesen de verdad por la integración europea –pretender que se ilusionen son ya palabras mayores- lo primero que hay que hacer es decir la verdad. No podemos estar utilizando términos y conceptos  que se puedan prestar a confusión. No es lo mismo ciudadanía nacional que ciudadanía europea: como hemos visto con el Brexit, esta última nos la puede quitar cualquier Gobierno contra nuestra voluntad, sin que haya delito alguno de nuestra parte que lo justifique.

Tú puedes marcar el rumbo

Tampoco democracia tiene el mismo sentido a nivel nacional que a nivel de la UE, pues en ésta no hay una separación nítida de poderes –ni siquiera teórica-  entre el legislativo y el ejecutivo, ni el Consejo de Ministros, que es parte del Poder Legislativo a nivel de la UE, representa a todos los ciudadanos, pues solamente está compuesto por los partidos gobernantes, y éstos no han sido elegidos más que por una parte de la población.

En España, según la Constitución, la soberanía reside en el pueblo español. En la Unión Europa, las soberanos son los Estados, es decir, los Gobiernos

Tampoco el concepto de soberanía europea coincide con la soberanía a nivel  nacional. En España, según la Constitución, la soberanía reside en el pueblo español. En la Unión Europa, las soberanos son los Estados, es decir, los gobiernos.   No, esto no es pura teoría. Esto tiene graves consecuencias prácticas, pues el ciudadano se siente como un factor secundario, y no sólo porque la realidad no responda a una teoría democrática, sino porque la misma teoría deja ya mucho que desear desde el punto de vista democrático. El ciudadano europeo no se siente como sujeto de Derechos, sino como el niño a quien se le van haciendo regalos, por los que tiene que estar agradecido.

Y este es el caso de la iniciativa ciudadana europea, que tienen su nacimiento en el Tratado de Lisboa (es decir, tiene solo unos pocos años de existencia)  y ha dejado al descubierto sus grandes lagunas. Esta, según se lee en la fichas del Parlamento Europeo, es un importante instrumento de democracia participativa en la Unión que permite a un millón de ciudadanos de la Unión que residan en al menos una cuarta parte de los Estados miembros instar a la Comisión a presentar una propuesta de acto jurídico para aplicar los Tratados de la Unión.

La iniciativa ciudadana europea no es otra cosa que una petición a la Comisión Europa para que presente al Parlamento Europeo una propuesta legislativa

La iniciativa ciudadana europea está muy lejos, sin  embargo, de ser una auténtica participación de los ciudadanos. Tampoco se puede comparar con la iniciativa legislativa popular. En primer lugar, no es una iniciativa legislativa, sino una petición a la Comisión Europa para que presente al Parlamento Europeo una propuesta legislativa. El Parlamento Europeo no va a debatir lo que piden los ciudadanos, sino lo que proponga la comisión a raíz de la petición de los ciudadanos.

En segundo lugar, esta petición no va a dar lugar a un referéndum, como podría ser el caso en la iniciativa legislativa popular española. Además, está limitada a los asuntos en los que tiene competencia la Comisión. Esto quiere decir que en todos la asuntos en los que la Comisión ni tiene derecho de iniciativa, no hay posibilidad de iniciativa ciudadana. Por lo que quedan excluidos entre otros, campos tan importantes como los política exterior y los de seguridad y defensa.

La Comisión Europea se ha percatado de esto y pide la opinión de los ciudadanos para modificar  no sólo el reglamento que regula esta materia sino incluso los artículos de los Tratados en los que se funda la iniciativa ciudadana europea. “Nunca es tarde si la dicha es buena”, aunque esta dicha sea muy parca.

Hay otros aspectos preocupantes relacionados con este tema, también con la iniciativa legislativa popular, pero los dejo para la próxima semana.

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