La Unión Europea, ¿a cuántas velocidades?

Félix
de la Fuente Pascual

La confusión que reina en torno a este concepto, mejor dicho en torno a todo lo relacionado con la UE en general, exige que nos detengamos a pensar un momento. Hablar de dos o varias velocidades dentro de la UE equivale para algunos a una discriminación entre países ricos y países pobres, Los países ricos quieren dirigir e imponer su voluntad a los menos desarrollados. Así piensan algunos. Nada más lejos de la realidad. La discriminación es lo opuesto a la democracia, pues significa la negación del principio de igualdad de las personas, y en el tratado de la UE está expresamente prohibida toda discriminación por razón de la nacionalidad.

La Europa a dos velocidades no es algo negativo

Por si alguien sigue, no obstante, teniendo alguna duda, conviene recordar al respecto que ni Willy Brand, que fue el creador de este concepto, ni Jacques Delors, que ha sido y, creo, sigue siendo un acérrimo defensor del mismo, pueden provocar la más mínima duda respecto a su talante democrático, y lo harían si relacionáramos la discriminación con la idea de Europa a varias velocidades.

Hay que tener en cuenta que la UE no es algo acabado, sino que es algo que se está haciendo

¿En qué consiste una Unión Europea a varias velocidades? Pues en que unos países quieren y pueden ir más deprisa que otros en el proceso de integración europea. Hay que tener en cuenta que la UE no es algo acabado, sino que es algo que se está haciendo, está en proceso de integración, en un proceso que durante las últimas décadas ha estado casi paralizado pero que está obligado a avanzar.

No todos los países quieren ir a la misma velocidad en este proceso, pero en todos los países debería existir este deseo de integración. Y si un país no tiene esta voluntad de integración, debería salirse de la Unión o no debería haber entrado, pues está clarísimo en los tratados que este proceso se dirige hacia una integración cada vez más estrecha entre los ciudadanos de la UE.  Por eso, he dicho varias aveces que Gran Bretaña y algún otro Estado no deberían haber entrado nunca en la UE, pues nunca tuvieron ese deseo de integración total.

Si existe la posibilidad de salida de la Unión, debería existir la posibilidad de echar de la Unión a un país que incumple con los principios y valores fundamentales de ésta

“El tren de la Unión no puede siempre moverse a la velocidad del vagón más lento. De hecho, tengo la impresión de que algunos de los vagones no quieren moverse o incluso quieren ir hacia atrás» Son palabras de Prodi, antiguo presidente de la Comisión.  Está claro que no existe el mismo deseo de integración en la mayoría de los países del Sur que en los países nórdicos o en los países del Este. Es más, si existe la posibilidad de salida de la Unión, debería existir la posibilidad de echar de la Unión a un país que incumple con los principios y valores fundamentales de ésta. 

El hecho de que exista un núcleo que quiera ir más deprisa no supone ningún perjuicio para los demás Estados. Incluso podría servir de motor que facilitara el avance de los demás Estados y podría estar constituido por los países fundadores, con ciertas dudas respecto a Holanda, junto con España, Portugal y quizás Austria. De hecho, actualmente ya hay dos grupos de Estados miembros claramente diferenciados: los países del Euro y los demás.

La Europa a dos velocidades no es algo negativo, sino algo que podría desbloquear la parálisis actual

Si la Eurozona ha estado abierta a los demás países y no ha supuesto la más mínima discriminación, este núcleo central que estuviera en cabeza de la integración europea tampoco supondría discriminación alguna respecto a los demás Estados, que podrían acceder en cualquier momento al núcleo central.

La Europa a dos velocidades no es algo negativo, sino algo que podría desbloquear la parálisis actual. Claro que para que se constituya este núcleo central, el Parlamento Europeo, por un lado, tiene que defenderlo y los Gobiernos de dichos Estados, por otro, tienen demostrar su voluntad política con hechos y no sólo con palabras, pero tanto unos como otros, a pesar del Brexit y de Trump, siguen callando.

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