Alfonso Rubí Cassinello
Presidente de Focal
➤➤ Segunda visita del actual ministro de Fomento y nuevas polémicas. Su propuesta de invertir 365 millones de euros en la línea Almería-Granada ha sido recibida con entusiasmo o simple satisfacción en algunos sectores, pero también con escepticismo e incluso con rechazo en otros. Puedo entender a los primeros: estamos tan necesitados de que se acuerden de nosotros que una cantidad como la comprometida suena a música celestial. Es semejante a lo que supondría un alijo de droga para una comunidad de drogadictos en pleno síndrome de abstinencia. Pero estoy más bien con los escépticos. Como suele pasar en todas las cuestiones relacionadas con nuestro ferrocarril, hay muchas dudas e incertidumbres que habría que despejar.
El ministro de Fomento, Jesús de la Serna, con el alcalde de Almería, Ramón Fernández-Pacheco |
La primera cuestión es el horizonte de 2024, que se está consolidando como el año mágico en el que se supone que se van a resolver todas nuestras penurias ferroviarias. Un lustro y medio es un plazo excesivo para que contemos con una infraestructura digna que es ya vital ahora para nuestro desarrollo y nuestro futuro. Pero tan importante como acortar ese plazo es saber qué va a pasar hasta entonces: ¿seguiremos durante los siete años que faltan con los mismos servicios pésimos y en deterioro progresivo que tenemos?
La lógica me hace pensar no sólo que va a ser así sino que la situación puede incluso empeorar. Lo que se propone hacer es construir un tercer carril a lo largo de la línea existente, al tiempo que se electrifica todo el trazado. Sobre el papel el plan es muy apetecible, pero ¿será compatible la ejecución de esas obras con la circulación de los pocos trenes que tenemos, o habrá que cortar su paso y nos quedaremos sin servicio durante una larga temporada? No es imposible: en Granada llevan así más de dos años. Aquella idea luminosa de ir al tren en autobús se convertiría en profética, y lograríamos estar peor que ahora y que nunca.
La tercera duda y no la menor es qué servicio dará la nueva línea. En la presentación de la propuesta el secretario de Estado de Infraestructuras le sopló al ministro que desde luego no será una línea de AVE como estaba prevista, pero ¿será de velocidad alta o simplemente rápida? Hay que tener en cuenta que lo que se haga será ya definitivo durante al menos otro siglo. El costo de este tramo del Corredor Mediterráneo estaba previsto en 2.200 millones de euros, por lo que la rebaja a la que ha sido sometido es del 83%, mucho más temeraria que la de Sacyr en el tramo Pulpí-Cuevas, que ya sabemos cómo ha acabado.
No parece que las prestaciones de la línea anunciada se parezcan a las que se ofrecieron ni a las del Corredor, por lo que éste tendrá aquí su eslabón más débil. Se argumenta que la política ferroviaria ha sido hasta ahora irracional e insostenible, y que es mejor una solución real que una quimera inalcanzable. El problema es que esa quimera ha sido alcanzada ya por bastantes sitios y aún sigue programada en otros, por lo que agravio comparativo y debilidad competitiva serán las consecuencias de que una vez más se nos ofrezcan soluciones peores que en otros casos.
Hay otras dudas, entre ellas si podemos creernos que esta vez se hará realidad lo que se nos promete. Son demasiados los incumplimientos y decepciones para que nos conformemos con palabras. Necesitamos hechos, y rapidez en conseguirlos. Yo creo que sería preferible un proyecto de mejora de la línea a Granada ejecutable en unos cuantos meses y que incluya el cambiador de ancho de vía prometido hace año y medio por la antecesora del Sr. de la Serna para que nuestros trenes puedan circular en breve por la red andaluza y nacional del AVE.
Supondría un gasto menor, pero dignificaría nuestra situación hasta la llegada del Corredor. El dinero que sobre, que no se pierda: dedíquese a acelerar la llegada del Corredor y a resolver tantas otras necesidades que tenemos. Como que los tramos de vía única a Murcia cuyos proyectos están licitándose se construyan con plataforma para vía doble, que sin duda será necesaria. No solo resolver razonablemente los problemas actuales, sino no hipotecar el futuro.
Para ser ecuánime debo reconocer que hay otras cuestiones positivas que se han planteado en las visitas del ministro y del secretario general de Infraestructuras, pero la grave amenaza que plantean las previsiones de lo que puede pasar con la línea a Granada, y la rebaja de prestaciones tanto en ésta como en la de Murcia, las hace palidecer y las deja en segundo plano.
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