Emilio Ruiz
➤➤A pesar del drástico acuerdo adoptado ayer por el Consejo de
Ministros, Carles Puigdemont sigue siendo hoy, domingo, el único y legítimo
presidente de la Generalitat de Cataluña, con todas las atribuciones inherentes
al cargo. Esta situación se mantendrá inalterable solo hasta el viernes si,
como se presume, el Senado da luz verde a las propuestas del Gobierno.
Existe la posibilidad de que Puigdemont entre en razón y ponga fin a este suplicio al que está sometiendo a Cataluña volviendo a la comunidad autónoma a la legalidad constitucional
En estos cinco días que tiene por delante, al president se le
abren varias posibilidades de actuación, de las que sobresalen tres: una,
esperar a que las medidas gubernamentales se hagan efectivas, que será el mismo
viernes o el sábado, tras la publicación en el Boletín Oficial del Estado. Otra
opción es abreviar los trámites de la DUI (Declaración Unilateral de
Independencia) para que la independencia sea aprobada por el parlamento
autonómico antes de la entrada en vigor de las medidas adoptadas por la cámara
alta. Más madera. Y existe (entre otras, ya digo, como por ejemplo la dimisión
en bloque del Govern o del propio presidente) la posibilidad de que
Puigdemont entre en razón y ponga fin a este suplicio al que está sometiendo a
Cataluña volviendo a la comunidad autónoma a la legalidad constitucional.
Si el retorno del Govern a la Constitución y al Estatuto fuera sincero, nadie duda de que esa paralización del 155 sería posible. Es lo que están deseando el PSC y el PSOE, y también Rajoy
De las tres alternativas la menos lesiva para los intereses de
Cataluña y de toda España, que es como decir para los intereses de los
catalanes y de todos los españoles, es la tercera, obviamente. Para
materializarla sería suficiente con que Carles Puigdemont convocara
inmediatamente elecciones autonómicas e intentara convencer al Gobierno y a los
tres partidos mayoritarios de su intención sincera de regresar a la normalidad
democrática y a la convivencia pacífica. En la rueda de prensa de ayer se
preguntó a Mariano Rajoy si una respuesta de este tipo de Puigdemont podría
suponer la paralización de los trámites del artículo 155. “Será el Senado quien
lo decida”, respondió el presidente. Si el retorno del Govern a la
Constitución y al Estatuto fuera sincero, nadie duda de que esa paralización
del 155 sería posible. Es lo que están deseando el PSC y el PSOE, y también
Rajoy. Más escéptico sería Ciudadanos, que hace tiempo desconfía de las
intenciones del presidente Puigdemont.
Alguien definió a Puigdemont como un hombre que milita en el PDeCAT por oportunismo político, que simpatiza con Esquerra y que ideológicamente se siente de la CUP
¿Tiene Carles Puigdemont capacidad de maniobra suficiente para
adoptar una decisión de este tipo, que supondría enterrar todo el trabajo
realizado por los independentistas en los últimos años en pro de una república
catalana? No la tiene por una razón: porque él es el primer convencido de que
es preferible morir con las botas puestas antes que admitir lo que consideraría
una derrota (“una humillación”, en palabras de Artur Mas) ante el Gobierno
central. Alguien definió a Puigdemont como un hombre que milita en el PDeCAT
por oportunismo político, que simpatiza con Esquerra y que ideológicamente se
siente de la CUP. Cuentan que en las reuniones internas de los grupos
independentistas sus propuestas son mucho más arriesgadas que las de la misma
Anna Gabriel. La portavoz de la CUP en el Parlament ha manifestado en
reiteradas ocasiones que su confianza en los miembros de Junts pel Sí no es
plena, pero sí lo es en Carles Puigdemont, un independentista casi obsesivo.
Pedro Sánchez, tras las dudas iniciales (materializadas en la posteriormente retirada propuesta de reprobación de la vicepresidenta del Gobierno), ha adoptado una actitud de auténtico hombre de Estado
A Mariano Rajoy le ha costado tomar la decisión de ayer. Se ha
resistido hasta el último momento. Una buena parte de la sociedad española
considera que se habría evitado una decisión tan traumática si antes se
hubieran adoptado otras medidas menos radicales. No es éste el momento de
analizar la inacción del presidente en el asunto catalán. Rajoy siempre ha
querido que las decisiones que se tomaran llevaran el aval de Ciudadanos –que
se lo prestó desde el primer momento- y, sobre todo, del Partido Socialista. El
secretario general de los socialistas, Pedro Sánchez, tras las dudas iniciales
(materializadas en la posteriormente retirada propuesta de reprobación de la
vicepresidenta del Gobierno), ha adoptado una actitud de auténtico hombre de
Estado. Minutos antes de la comparecencia de ayer de Rajoy, Sánchez tomó una
postura inteligente: comparecer ante los medios, aprovechando su presencia en
el congreso de los socialistas murcianos, para anunciar que “no hay síntomas de
fisuras cuando se cruza el peligroso río del 155”. A las acusaciones de Podemos de que el
PSOE ha hecho causa común con el PP y con Ciudadanos (“el bloque monárquico”, nuevo
denominación de Pablo Iglesias), Pedro Sánchez se manifestó sin complejos: “PSOE y PP tienen profundas discrepancias
sobre lo que representa España. Pero discrepancias sobre la integridad
territorial de España, ninguna".
José Luis Ábalos es una de las más agradables sorpresas que nos ha proporcionado esta crisisEn estas últimas semanas el Partido Socialista ha adoptado la que, en mi opinión, es una decisión cabal: proporcionarle unas vacaciones al portavoz oficial del partido, Óscar Puente (una bomba de relojería dialéctica), y volcar la comunicación en la persona de José Luis Ábalos, una de las más agradables sorpresas que nos ha proporcionado esta crisis.
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