La poeta de las Esclavas

Garf
Siodos

La poesía mejor, sin duda, es aquella que tiene como madre la propia vida  y, en ella, está todo: el lienzo y las pinturas de todos los colores. La dureza de la vida es, no en pocas ocasiones, el fuego purificador que hace desaparecer cualquier traza de superficialidad o insinceridad. Es una poesía sin palabras, vital, pero que emana con suavidad del alma. Es una poesía directa y fresca que no necesita de intermediarios  para ser.

Gente con los pies en la arena

Hay una “casita”  al lado del  colegio de las Esclavas con un “tejado” de paraguas rotos a través de los cuales, en estas noches frías y descubiertas de nubes  en A Coruña, puede observarse la bóveda  celeste con multitud de chispas lejanas. Las “paredes”, de plástico, proporcionan la intimidad necesaria para defenderse de miradas indiscretas. La “puerta”, de cartón, no proporciona la seguridad necesaria pero sí la sensación suficiente para distinguir entre dentro, mi mundo, y fuera, el mundo exterior.

Las vistas son de ensueño: el mar, con su horizonte infinito; las playas del Orzán y Riazor; al fondo, parte de la ciudad de cristal; y coronándolo todo, la Torre de Hércules, desafiando durante siglos las tempestades del destino. Allí “vive” una mujer de mediana edad con  una vida anónima por descubrir. La protagonista de nuestra historia. La poeta de las Esclavas, así la llamo yo. Una poeta realmente en mayúsculas. 

Mucho de lo que necesita para decorar su casa lo busca en la cercana playa de Riazor. Me descubro a mi mismo, un tanto sorprendido, contemplándola en esta labor. Y mientras ella busca añadir más belleza a su poesía en la arena, cerca, a escasos metros, observo un local lleno de ejecutivos bebiendo y festejando quizá algún éxito en su empresa. En la cristalera de este local puede leerse: “Gente con los pies en la arena”. 

Esta sincronicidad, junto a la magia que emana de la poeta de las Esclavas, me llevo a escribir estas letras. Mientras me alejo de la escena que acabo de contemplar, mi mente divaga de aquí para allá y tropieza con otro gran poeta de la vida: Amancio Ortega. Él es profeta en su tierra, en toda la Tierra. Ella tal vez sólo un poquito en la hermosa Almería. Pero ambos poetas.

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