Pedro Manuel de La Cruz
Director de La Voz de Almería
Uno de los endemismos que
han marcado la historia de los socialistas almerienses en las últimas décadas
ha sido la obsesión de quienes los han liderado por ocupar los despachos
“orgánicos” del partido, desdeñando los despachos de las Administraciones donde
se ejerce el poder. La consecuencia inevitable de ese desdén ha sido la
ausencia permanente de militantes socialistas en las estructuras de ese poder,
así en el territorio autonómico como en el nacional.
En cuarenta años de Democracia, los socialistas almerienses que han tenido cargos de responsabilidad ejecutiva en los gobiernos de Sevilla o Madrid se pueden contar con los dedos de una mano y ese es un déficit que se ha acabado pagando
En cuarenta años de
Democracia, los socialistas almerienses que han tenido cargos de
responsabilidad ejecutiva en los gobiernos de Sevilla o Madrid se pueden contar
con los dedos de una mano y ese es un déficit que se ha acabado pagando. Nadie
o solo los militantes del sectarismo puede defender que el cambio experimentado
por la provincia y bajo los gobiernos socialistas no ha sido grande, ahí está
la red de autovías o la creación de la Universidad.
Pero con la misma
rotundidad cabe preguntarse sobre qué habría pasado o cuándo podría haber
pasado –el tiempo en que se hacen las cosas es extraordinariamente importante-
si Almería hubiese estado presente en las estructuras en que se toman las
decisiones. Llorar sobre la leche derramada es tan inútil como azotar un caballo
muerto y elucubrar qué, cuándo y cómo se podría haber beneficiado la provincia
de esa presencia de almerienses en los órganos del Poder es, ya, un ejercicio
inútil.
Lo que para el PSOE no debería ser inútil es interpelarse colectivamente sobre los motivos que lo han situado en la capital y en los principales municipios de la provincia en una fuerza camino de la irrelevancia
Lo que para el PSOE no debería ser inútil es interpelarse colectivamente sobre
los motivos que lo han situado en la capital y en los principales municipios de
la provincia en una fuerza camino de la irrelevancia. La presencia y la acción
política del partido en la capital, Roquetas, El Ejido o Adra es inapreciable
y, lo que es peor para ellos, las perspectivas, si no hay un cambio de rumbo,
no están revestidas de optimismo.
No sé ustedes, pero apuesto diez contra uno a
que, en la noche del miércoles en la que el PSOE de la capital volvió a
certificar su eterna fractura interna (aunque esta vez con más rotundidad: 51
por ciento de votos para Fernando Martínez, 49 por ciento para Pérez Navas),
estoy convencido, digo, que esa madrugada el más feliz con ese resultado era
Ramón Fernández-Pacheco, el alcalde del PP que veía como sus adversarios salían
más desunidos que nunca de una batalla interna que ha prolongado el desgarro
vivido en las primarias nacionales, autonómicas y provinciales de los últimos
meses hasta sus penúltimas consecuencias.
Resulta inevitable preguntarse qué resultados habrían obtenido los socialistas en la capital, Roquetas o El Ejido si esa capacidad de lucha entre ellos la hubiesen proyectado en sus municipios y contra el PP
Observando la virulencia, el maquiavelismo y las traiciones (algunas obscenas,
que prometo contar, con pruebas, en otra Carta) con que se han llevado a cabo
todas las batallas libradas desde mayo hasta ahora, resulta inevitable
preguntarse qué resultados habrían obtenido los socialistas en la capital,
Roquetas o El Ejido si esa capacidad de lucha entre ellos la hubiesen
proyectado en sus municipios y contra el PP. Nunca he visto trabajar más (o
pelear más) a los dirigentes socialistas que en estas batallas internas.
El interrogante inevitable que surge llegado a este punto es por qué ese descuartizamiento, por qué esa lucha cuerpo a cuerpo entre dirigentes y sus lugartenientes se trastoca en casi indolencia cuando se practica la búsqueda del voto o el ejercicio democrático de la oposición.
Hay quien dice que hay Ayuntamientos en los que los concejales socialistas están tan cómodos en la oposición que les da pánico llegar al Gobierno
La respuesta no es fácil y no hay solo una respuesta. Pero una de las razones
puede buscarse y encontrarse en esa obsesión por dominar una pequeña parcela de
poder interno antes que aspirar a otros escenarios mas amplios y comprometidos.
Prefieren mandar en la sede antes que en una concejalía: es más cómodo, se
trabaja menos y se cobra igual. Hay quien dice que hay Ayuntamientos en los que
los concejales socialistas están tan cómodos en la oposición que les da pánico
llegar al Gobierno. La afirmación se antoja exagerada, pero algunos
comportamientos la alientan.
Y, lo peor de todo, es que hay dirigentes socialistas que se creen que por mandar entre las paredes de la sede acaban pensando que mandan en algo y no se han dado cuenta, todavía ¡y miran que llevan tiempo!, que en lo único que mandan, de verdad, es en la nada. Mientras en la capital, Roquetas, Adra o el Ejido el PSOE arde en el circo político almeriense entre las llamas de sus peleas internas, Gabriel Amat y los alcaldes del PP les observan desde la distancia tocando la lira.
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