Miguel Ángel Blanco Martín
Periodista
Entrar en el patio literario de Almería, dominado de forma abrumadora por la atmósfera poética, desde el espíritu de la narrativa puede tener distintas explicaciones: lo insólito, el riesgo, la osadía, la libertad, la personalidad y la creatividad del autor que toma sus propias decisiones personales sobre el mundo que quiere sacar a la superficie, al margen del entorno dominante.
Juan Herrezuelo, "Las flores suicidas" |
Y un ejemplo, y destacado, en este mundo de narradores solitarios en Almería, es Juan Herrezuelo (Palencia, 1966, vive en Almería desde 1976), que recientemente ha sacado al mundo literario un libro de relatos, con un título de fortuna, Las flores suicidas (Talentura, 2017). Son cinco relatos que se cierran con el que da nombre al libro, el relato con mejor desarrollo y profundidad en los mundos que queramos y podamos imaginar desde la verdad que encierra la ficción. En cierto modo el único camino auténtico para identificar la realidad.
Juan Herrezuelo da pasos adelante y nuevos giros para describir ficciones, en su trayectoria escrita. A Las flores suicidas llega después de los libros de relatos: Desde el lugar donde me oculto (1991) y Pasadizos (2011). Y el importante ejemplo del mundo cercano que desveló con su, hasta ahora, su única novela: El veneno de la fatiga (1999).
El itinerario que el autor marca en Las flores suicidas pasa por cuatro relatos previos, autónomos. “La esfera de sus plumas”, donde el autor impone la identidad cercana, del Yo personal, para ir colocando las fichas del mundo que surge y se desvanece, entre acontecimientos cotidianos que se desarrollan en círculos cerrados. En un tiempo que en realidad es hostil y que deja al personaje inerme.
Un mundo similar, no cambiante, que se desvela también en El fuego sordo, un viaje al infinito, en un momento mediocre donde es imposible la escapada. Vísperas de olvido, donde una puesta en escena teatral sitúa al lector en un desarrollo de imágenes, que salen y se ocultan en el escenario vital de cada momento. El camino de los aires, con distintos trasfondo de tragedia en su propuesta, entre la identidad masculina que predomina en todos los relatos y la cercanía de los sentimientos para llegar a la conciencia del fracaso, como la aceptación del destino fatalista de los dioses.
Y finalmente el camino concluye en Las flores suicidas, el gran momento final, donde la tragedia envuelve ya toda la historia del planeta, a través de la memoria del personaje al que se alude en un proceso de captación de una realidad que no domina, con información de los grandes cambios. El sentido de indagación que encierra este relato sirve para la reflexión del mundo que se reconstruye en la ficción, ponerle imágenes, identidades y reconocerlo sobre lo que nos rodea de verdad. Ese reencuentro sorprendente, desde la mirada de cada lector ante los relatos, pone en marcha la capacidad narrativa de Juan Herrezuelo, desde su propia soledad, autonomía y sus contemplaciones a través de los espejos.
En este momento, personalmente me acordé de Ray Bradbury y su contemplación creativa del futuro. Juan Herrezuelo llega en estas circunstancias, con toda intención, a situar los conceptos de soledad y emotividad poética como sensaciones de este momento narrador. Con un mundo final abierto, después de haber transitado a través de la música, el cine, el periodismo, el mundo radiofónico, los viajes y el interior. Hasta el infinito, que se refugia en el mundo literario de la narrativa. Todo lo que se puede comprender si el lector decide adentrarse en los mundos establecidos por Juan Herrezuelo. Es una aventura lectora muy interesante que recomiendo.
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