Eduardo D. Vicente
Periodista
De niño me gustaba plantarme delante de un afilador y asistir en silencio a esa ceremonia minuciosa en la que con manos artesanas iba pasando el filo del cuchillo por la piedra que iba dando vueltas mientras saltaban las chispas de fuego por el aire. Con qué destreza rozaba los instrumentos por la piedra poniendo los dedos al límite sin llegar a quemarse. En aquel tiempo aún existían los afiladores ambulantes que iban de calle en calle, de puerta en puerta, con aquellos primitivos artefactos que delataban su precaria economía. Nos gustaban sus formas, aquella manera de buscarse la vida en bicicleta o en moto y de anunciar su presencia haciendo sonar la flauta y voceando al aire: “Ha llegado el ‘afilaor’, afilo cuchillos, navajas y tijeras”.
Antonio del Águila es el afilador de la circunvalación del Mercado. Llegó al negocio, que era de su suegro, en 1989. La Voz. |
Los afiladores callejeros sobrevivían con apuros, sin llegar nunca a tener un buen negocio como sí lo tenían las cuchillerías más acreditadas del centro de la ciudad, donde además de afilar vendían toda clase de facas, navajas, machetes y tijeras. En mi tienda estábamos obligados a visitar todos los meses al afilador para tener a punto los cuchillos de los jamones. Solíamos llevarlos a la cuchillería de Álvarez, en la Rambla de Alfareros, que había inaugurado un espléndido local al lado del edificio Tauro, y otras veces a la cuchillería de La Tijera, en la circunvalación del Mercado Central. La primera tenía la grandeza de un comercio moderno, la segundad destilaba el perfume de los establecimientos antiguos, con esa forma de aprovechar el espacio de épocas pasadas, donde en un portal de apenas un metro y medio de anchura era posible montar un buen negocio.
La cuchillería La Tijera ha mantenido su esencia durante sesenta años
La cuchillería La Tijera ha mantenido su esencia durante sesenta años, con sus dos ventanas abiertas al público, frente al edificio de la Plaza, con su puesto de venta de toda clase de cuchillos y con su afilador reglamentario que todavía sigue siendo una referencia en la ciudad aunque el local esté amenazado de cierre al haber expirado el viejo contrato de alquiler que los ligaba al edificio.
Un cartel de ‘liquidación por cierre’ anuncia el próximo desenlace que se llevará por delante la última cuchillería antigua que quedaba en Almería. Su actual propietario, Antonio del Águila Alonso, lleva casi treinta años asomado a la ventana frente al Mercado Central. Había sido cocinero y camarero en los primeros tiempos de la Universidad Laboral y en 1989 decidió cambiar de oficio y colocarse en la vieja cuchillería que en aquel tiempo estaba en manos de su suegro. “Se llamaba Manuel Hernández y había llegado al local en 1975 procedente de la cuchillería ‘Alvarez”. Yo llegué al negocio sin tener ni idea de cómo se afilaba un cuchillo, por lo que tuve que ir aprendiendo sobre la marcha”, recuerda Antonio del Águila.
A pesar del cambio de época, la vieja cuchillería ha seguido funcionando a toda máquina, dándole vida a la solitaria esquina principal del Mercado
En 1989, cuando daba sus primeros pasos, afilar una faca costaba entre diez y doce pesetas y había mucho más trabajo que ahora porque unas tijeras o un cuchillo formaban parte de las casas y de las familias y en muchos casos sobrevivían a los propios inquilinos. Cuando se hacían viejos no se tiraban, sino que se afilaban y volvían a recuperar su plenitud. A pesar del cambio de época, la vieja cuchillería ha seguido funcionando a toda máquina, dándole vida a la solitaria esquina principal del Mercado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario