José Campoy
Presidente de la Asociación de Vecinos La Chanca-Pescadería
La asociación La Chanca-Pescadería a Mucha Honra ha sido galardonada por la asociación Amigos de la Alcazaba “por su labor de defensa y difusión del patrimonio cultural de este histórico barrio almeriense”. El premio lo entregó el rector de la Universidad de Almería, Carmelo Rodríguez Torreblanca, a José Campoy y Encarni Sánchez, de la asociación. Desde Amigos de la Alcazaba consideran que hay que sumar su labor de difusión, con sus visitas guiadas y paseos fotográficos por el barrio, a través de los cuales han conseguido que miles de personas recorran la Chanca y disfruten de sus gentes y su Patrimonio, contribuyendo de manera muy eficaz en romper esa frontera invisible que recorre la Avenida del Mar y que separa a la Chanca y sus gentes del resto de Almería de la que son una parte fundamental. Reproducimos a continuación las palabras de agradecimiento de José Campoy:
Un momento de la recogida del premio (Foto: Javier Pérez) |
En muchas ocasiones, algunos vecinos de nuestra ciudad, refiriéndose a yacimientos arqueológicos o genéricamente al patrimonio histórico, me han lanzado esta pregunta de forma cruda, simple y llana: “¿Y eso para qué sirve?”. El patrimonio histórico es un legado que nos vincula con el pasado, lo hace tangible. No es pasado muerto, viejas ruinas, muros rotos: es historia presente. El origen latino del término, patrimonium (“lo recibido de los padres”), evoca su valor como vínculo y herencia: lo que hemos heredado de nuestros antepasados, y se transmite al futuro. Nuestro patrimonio relaciona a diferentes generaciones como un hilo que anuda a los que estaban antes y los que vendrán después. ¿Qué podemos hacer? Aprender de ello y mejorar. Esta razón es necesaria en nuestra sociedad actual, que tiende a primar lo nuevo y rápidamente convierte lo antiguo en viejo. Y es que el principal enemigo del Patrimonio es el miedo, sí, el miedo de siglos. El que nos enseñan desde tiempos neolíticos, de cavernas.
Miedo a otras razas, miedo a entrar al barrio, a salir del barrio, a lo que dirá el señor alcalde, a lo que pedirán los vecinos… a lo que escribirá el periódico…
Niña, no subas a San Cristóbal; no aparques por la Alcazaba, que te roban, no pasees solo por la Almedina, y sabe dios lo que habrá en esa Plaza de Pavía…tan lejos. Y de subir los cerros de la Chanca, ni hablar… Miedo a otras razas, miedo a entrar al barrio, a salir del barrio, a lo que dirá el señor alcalde, a lo que pedirán los vecinos… a lo que escribirá el periódico…
Pues a esta asociación la motivan muchas razones: Los maestros canteros califales del cerro de las Mellizas, y cómo transportaron los sillares hasta la Alcazaba; los arquitectos como Trinidad Cuartara que proyectó el barrio para familias obreras de Chamberí; los ingenieros y maquinistas de la fábrica Heredia o Santo Tomás, en Pescadería; los braceros de carga de barriles de uva del puerto; los mineros del Camino Viejo y operarios de sus fundiciones; las mujeres que usan el lavadero de pago de D. Antonio de la Huerta de la Salud; las que barren sus cuevas de la Palomas de Juan Callejón y las pintan de colores; la comadrona de las parturientas pobres, Gloria Sevilla; los niños que juegan a la pelota en la fábrica de Calamina, en la Rambla; los rederos que tienden el arte para secar a los pies de San Roque; los calafates del nuevo Varadero; los pescadores que arrían su vela antigua latina; las mujeres canasteras que van por el pescao, el altar obrero del indaliano Cañadas; la guitarra que suena del Negrillo…
Y los maestros de obra andalusíes que levantaron golpeando el tapial, tanta muralla torreada, para proteger la ciudad; y los que duermen enterrados y olvidados bajo macabrillas sepultadas de hormigón, en el cementerio del Llano del Cordonero, junto a las piletas de salazón, y que allí siguen, en la Chanca, o en Pescadería, que lo mismo nos da. Esos, que vivieron desde el siglo X hasta hoy, el XXI, ya perdieron el miedo, igual que las miles de personas que caminan por nuestras calle y cerros, y que quieren conocer su pasado, el de Almería. Las ciudades con sus barrios tienen que caminarse, como hacemos cuando viajamos, sin olvidar nunca las fotos. Sus calles, su gente y su historia son el principal museo. Vamos a limpiarlas hasta que brillen.
Damos las gracias, si, a Amigos de la Alcazaba, por entendernos, Junta y socios; a los 12.000 habitantes del barrio; a los referentes de su pasado que nos enseñaron valor y solidaridad; a las madres incansables; a nuestros valientes abuelos pescadores; también a las administraciones cuando son amables con nosotros porque somos muy cansinos. A todo el que nos mira, con afecto, desde las redes sociales. A la prensa local, siempre. A nuestros incondicionales, que están siempre ahí, con su tiempo y sus cámaras. A las familias o solitarios que nos esperan en el gran Ancla de Avenida del Mar, a veces en la misma Puerta Purchena. Y, como escribe el arqueólogo Lorenzo Cara en su obra “150 años de Arqueología en Almería, escarbando entre papeles”, la sociedad civil está, en Almería, por fin, “consumiendo patrimonio”. Tome nota la clase política. Felicidades a los otros premiados y gracias por acompañarnos.
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