Antonio Felipe Rubio
Periodista
Enrique Dans, experto en
“Cambios Tecnológicos”, acaba de iniciar un simposio en la UAL en el que ha
destacado la inminente implementación en nuestra sociedad occidental de las
revolucionarias tecnologías que nos harán convivir con robots, viajar en coches
voladores, recibir paquetería mediante drones… De todo lo mencionado ya existen
precedentes con la fabricación de vehículos sin conductor y la robótica
industrial que accedería al ámbito doméstico. Y, aunque me declaro entusiasta
de estos vaticinios del futurismo tecnológico, no puedo olvidar aquellas
lejanas lecturas de los setenta cuando llegó a casa una prestigiosa
enciclopedia que auguraba para el año 2000 importantes logros: bases estables
en la Luna, coches voladores, viajes a Marte, victoria total contra el cáncer,
bienestar universal, extinción de la pobreza planetaria… y llegó el año 2000.
La Nochevieja del 99 todos estábamos acojonados por el “Efecto 2000”. La
informática podría colapsar con el cambio de siglo y ejércitos, bomberos,
policías, banqueros, energéticas, sanitarios… todos estaban atentos por si se
perdían datos y en segundos desaparecía el saldo de nuestra cuenta bancaria; se
paraban las centrales nucleares; se disparaba un misil o se detenía una respiración
asistida.
Los avances tecnológicos son
una evidencia constatable que no se corresponde con la racional aplicación de
los mismos. Es un problema de prioridades. La tecnología que nos llega para
facilitar nuestras vidas previamente ha realizado un recorrido de
perfeccionamiento técnico en aplicaciones militares. Cuando los chinos
inventaron la pólvora no la dedicaron a vistosos fuegos artificiales, sino a
combatir con atronadora ventaja; después llegarían aplicaciones a la ingeniería
civil, minería, etc. El refinamiento del armamento militar ayudó a agilizar las
compras en el súper con el scanner láser o llegar a un destino con precisión
gracias al GPS. Igualmente, la carrera espacial impuso una competición entre
EEUU y la URSS para llegar antes y más lejos. Como consecuencia de la conquista
espacial hoy podemos preparar la lasaña en cinco minutos con el microondas,
aplicar cierres con velcro o colgar un cuadro con un taladro sin cable. No se colige el avance tecnológico
con la mezquindad de algunos gobernantes.
Ha tenido que ser un Smartphone lo que ha puesto fin a la carrera de estos atrabiliarios insensatos que se han servido de indecente manipulación para salvaguardar sus intereses y ambiciones personales
Analizando el recorrido del proceso
independentista en Cataluña se puede concluir que es imposible e inalcanzable
el buen aprovechamiento de la vanguardia tecnológica cuando se dificulta hasta la
mera convivencia. Ha tenido que ser un Smartphone (teléfono inteligente) lo que
ha puesto fin a la carrera de estos atrabiliarios insensatos que se han servido
de indecente manipulación para salvaguardar sus intereses y ambiciones
personales a un incalculable precio que aún tendremos que pagar.
Tengo serias dudas sobre la
primicia periodística de los mensajes de Puigdemont a Antoni Comín que
oportunamente recogió con toda nitidez la cámara de AR en Telecinco. Pueden
parecer unos insensatos, pero tontos no son. Ya es raro que aparezcan cuatro
mensajes seguidos sin que se intercale un comentario del receptor, siquiera una
interjección; la medida física de los comentarios encaja en la pantalla como si
lo hubiese maquetado un profesional; la toma de la cámara tiene el tiro libre
hacia a pantalla, como si el que sostiene el teléfono lo desviase de su natural
línea visual ante sus ojos prefiriendo lo que nadie hace: mirar un mensaje en
escorzo.
Es posible que se acabe la cansina presencia del tal Puigdemont, un personaje que de donnadie ha pasado a la portada de Times
Esta gente no es de fiar. Es
posible que se acabe la cansina presencia del tal Puigdemont, un personaje que
de donnadie ha pasado a la portada de Times figurando entre los fugitivos
geopolíticos más buscados del planeta junto a Julian Assange, Ramush Haradinaj,
Fethulá Gulen y Mijaíl Saakashvili.
El alcance mediático
nacional e internacional inopinablemente obtenido por un mediocre político de
provincias es una irresistible tentación para la inagotable lista de espera de
iluminados y mesiánicos que aguarda turno. Y, además, son avezados en la
manipulación de la última tecnología al servicio del embeleco. ¡Casi nadie al
aparato!
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