➤➤Manuel y Juan Lao eran dos espabilados niños de un pequeñito pueblo de Almería, Doña María, que en los duros años de la postguerra (nacieron en los años 40) entretenían su tiempo en las actividades infantiles propias de su edad, de la época y del lugar. Su padre, Cándido, era pastor y los hermanos aprendieron pronto el oficio. Prácticamente eran unos críos cuando se crearon la conciencia de que cada día estaban obligados a llevar a su casa algo que fuera de provecho. Unas veces eran unos pajarillos, cazados con sus cepos, que alimentaban el puchero familiar. Otras, las perrillas que podían sacar como monaguillos o cogiendo esparto. En ocasiones, hasta hacían molinillos de viento que vendían por unos céntimos o cambiaban por algo que también alimentara la olla (patatas, huevos, harina…).
Manuel Lao (Foto cedida por la revista Azar) |
Tenían algo más de una docena de años cuando el mayor de los hermanos, Manuel, se dio cuenta de que su ‘creatividad comercial’ había encontrado un límite en el propio estatus del pueblo, que no daba para más. Fue el hijo de don José, el médico, el encargado de convencer a su padre para sacarlo de allí. “Cándido, déjame que me lleve a tu niño a Cataluña, que allí se hará un hombre". Esas palabras las recuerda Manuel como si se hubieran pronunciado ayer y no hace casi sesenta años. A quien en su corta vida no sabía lo que era despegarse de sus padres le costó trabajo adaptarse a la vida de Tarrasa. La nostalgia y las muchas noches de lágrimas presagiaban que en Cataluña no se iba a hacer mayor. No solo resistió sino que al poco tiró para allá de su hermano Juan e incluso de sus padres. La familia montó el bar Egara.
El bar lo mantuvieron durante dos décadas, y la especialidad eran las comidas típicas de Almería: migas, gurullos, trigo… "Estaba siempre a tope".
Manuel y Juan, los niños ‘listos’ de Doña María se convirtieron pronto en los jóvenes ‘emprendedores’ de Tarrasa. Igual repartían pasteles a domicilio que golosinas en el cine. "Buscaba ladrillos en los vertederos, los limpiaba el cemento y los vendía", recuerda Manuel. El bar lo mantuvieron durante dos décadas, y la especialidad eran las comidas típicas de Almería: migas, gurullos, trigo… "Estaba siempre a tope". Tan bien iba el negocio que, al regresar Manuel del servicio militar, la familia se adentró en el negocio inmobiliario bajo la firma Celasa.
La entrada de los hermanos en el negocio del juego fue a partir de la venta en el bar de boletos de a duro y de cinco duros. Los premios eran instantáneos. El juego en España estaba prohibido, pero se hacía la vista gorda ante la venta de estos papelillos. Una vez que se legalizó el juego, la familia se inclinó por dotar al establecimiento de máquinas tragaperras. Eran de importación. Posteriormente se pasó a la fabricación propia, echando mano de ingenieros japoneses. Fue el inicio de Cirsa, Compañía Internacional de Recreativos, S. A., fundada en 1978. En 1998 Manuel pagó a su hermano 20.000 millones de pesetas por su 44 por ciento de las acciones y se quedó como dueño absoluto de Cirsa. Manuel y Juan discrepaban sobre la expansión internacional de la empresa.
Cirsa Gaming Corporation, S. A., uno de los líderes mundiales en la actividad del juego y ocio y la primera compañía española del sector, era hasta ahora una parte del entramado empresarial de esta rama de la familia Lao (Manuel tiene tres hijos, Manel, Esther e Ingrid) dominado por la Corporación Nortia, que agrupa actividades también de aviación corporativa, hostelería (el emblemático hotel don Cándido, de Tarrasa), inmobiliarias y una empresa de comercialización de obras de arte. El grupo tiene 372 compañías con presencia en 70 países, 18.000 empleados y una facturación cercana a los 2.000 millones anuales. Actualmente Cirsa dispone de 155 casinos, 178 salones, más de 75.000 máquinas recreativas, 70 bingos y 2.000 puntos de apuestas deportivas en España, Italia y América Latina. En 2017 obtuvo un beneficio de 427 millones de euros, un 7% más que en el 2016.
La familia Lao se ha desprendido del buque insignia de su grupo a cambio de 1.500 millones de euros ‘limpios de polvo y paja’
Esta semana Cirsa ha cambiado de manos. La familia Lao se ha desprendido del buque insignia de su grupo a cambio de 1.500 millones de euros ‘limpios de polvo y paja’ (la compradora asumirá la deuda corporativa de en torno a 1.000 millones principalmente en bonos emitidos) El comprador es el fondo de inversión norteamericano Blackstone, que ha ganado la puja a Apollo y Cerberus. La familia se reserva el negocio del juego en Argentina, donde una de sus últimas inversiones fue en el 2009 en el City Center de Rosario, en Argentina, el casino más grande de Latinoamérica. Blackstone pondrá las riendas del negocio en manos del actual consejero delegado de Cirsa, Joaquim Agut, a quien incorporó Manuel Lao en 2006 y que es considerado como su ‘hombre de confianza’.
Juan Lao ahora es Joan Lao
Tras la separación empresarial de los hermanos Lao, Juan –que ahora ha catalanizado su nombre y es Joan- quedó al frente de Conei Corporación, con sede social en Sant Cugat del Vallès, presente también en actividades del juego y el ocio. Es titular del Casino Costa Brava, en Lloret de Mar, y la empresa de máquinas recreativas GiGame. Desde hace un par de años Joan Lao Hernández ha cedido la presidencia del grupo Conei Corporación a su hija Núria Lao Munilari. El vicepresidente es su hijo Joan Ramón Lao y la secretaria del consejo de administración es su hija Vanesa Lao.
El Casino Costa Brava, que necesitó de una inversión de 50 millones de euros, está alojado en un edificio emblemático de 45.000 metros cuadrados. Conei Corporación explota más de 9.000 máquinas recreativas en bares de toda España y cuenta con más de noventa salones de juego repartidos por Cataluña, Comunidad Valenciana, Canarias y Baleares, además de siete bingos.
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