Pedristas y susanistas desbordados


Jose Fernández
Periodista

Mientras el desbordado río Ebro ha tirado estos días al mar un volumen equivalente al agua que consumen todos los hogares de España en un año, recrecen los ecos del desencuentro por los trasvases entre el máximo líder socialista, Pedro Sánchez, y la junta de Andalucía. Como verán, he mencionado a la junta porque aquí la administración de todos los andaluces no es más que otro ariete político en la particular refriega interna socialista entre pedristas y susanistas.

Canal del trasvase Tajo-Segura

Y es que aunque resulte obvio apuntarlo, esta amplificada disputa por los trasvases -sí/no- no es más que otro episodio de ese largo juego de tronos que absorbe tantas energías y tanta capacidad de actuación en el PSOE. De hecho, si hablamos de política hidrológica, no es la primera vez que vemos a los socialistas pegando volantazos como en las 24 horas de Daytona. En octubre de 2003, el entonces presidente del gobierno, josé María Aznar, inauguraba en una finca de El Saltador (Huércal-Overa) las obras de las primeras conducciones del famoso Plan Hidrológico Nacional. Al acto, que era por la mañana, no pudo acudir el entonces presidente de la junta, Manuel Chaves (el mismo que está declarando ahora -quizás no lo sepa usted- por el presunto robo de 850 millones de euros del caso ERE) porque estaba con los ahora eméritos Reyes inaugurando el Museo Picasso de Málaga.
Cuando Zapatero ganó las elecciones y derogó de un plumazo el PHN por exigencias de los independentistas catalanes, la junta de Andalucía no abrió la boca
No obstante, esa misma tarde voló apresuradamente al mismo sitio de las obras para decir ante la prensa que lo importante no era la colocación de la primera tubería, sino la última. A su alrededor, los socialistas almerienses se deshacían de la emoción apoyando el trasvase. Pero solo unos meses después, cuando Zapatero ganó las elecciones y derogó de un plumazo el PHN por exigencias de los independentistas catalanes, la junta de Andalucía no abrió la boca y los socialistas almerienses empezaron a decir que ese trasvase era “una burra muerta” (sic) y que el agua del Ebro era una cloaca. ¿Nos vamos a sorprender ahora por algo?

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