Joaquín
Abad
Exdirector de La Crónica de Almería
No era famoso.
No era ambicioso. No era creído ni egoísta. Cuando lo necesitabas, allí estaba,
como un ángel de la guarda, llenándote la piscina, la balsa, o ayudándote en
las labores de la finca. El sábado se le despidió en la iglesia parroquial de
Pechina. Aparte de su mujer y sus hijos, montones de vecinos acudieron a la
ceremonia donde se les dice adiós a los que quieres, a los que estimas, a los
que echarás de menos en el futuro. Porque a Mariano, el relojero de Pechina, se
le echará mucho de menos. Para mí era, aparte amigo, el ángel que aparecía por
El Moreal cuando lo necesitaba. Ni siquiera tenía que llamarlo. Siempre estaba
cerca para acompañarme en los años de plomo. Nos sentábamos en la pérgola y
comentábamos los sinsabores que a veces te flagelan sin que lo merezcas.
Aparecía en su ciclomotor cuando lo necesitabas y se marchaba en silencio cuando era la hora
No, Mariano no
era un político por los que muchos babean unas palmaditas. Era, lo sigue siendo
donde esté, pequeño. Fuerte. Constante. Amigo de sus amigos y que sólo vivía,
trabajaba, para beneficio de su familia. Aparecía en su ciclomotor cuando lo
necesitabas y se marchaba en silencio cuando era la hora. El viernes, de
madrugada, le llegó esa hora y sólo espero que siga ayudando desde donde esté.
Porque eso es lo que hizo toda la vida. Ayudarnos. Acompañarnos. Podar nuestros
árboles. Plantar nuevas cepas. Estar cuando lo necesitabas y desaparecer cuando
no era necesario.
Cuando hay que despedir a un amigo, no basta abrir las puertas del templo para que familia y amigos estén juntos
Se merece algo
más que una misa aburrida donde un sacerdote relee, mecánicamente, algunos
pasajes bíblicos y dice siempre lo mismo, sin énfasis, sin recordar los buenos
momentos de Mariano, que tenía muchos. Hacía muchos, muchísimos, años que no
entraba en un templo católico. Ahora entiendo por qué cada vez la Iglesia tiene
menos fieles. Cuando hay que despedir a un amigo, no basta abrir las puertas
del templo para que familia y amigos estén juntos. Falta algo, quizá eso que
los evangelistas y otras sectas sí ofrecen. Calor, cercanía y, sobre todo,
hablarle al que se ha marchado para que se recuerde siempre que su pasado por
la tierra sirvió. Como me sirvió a mi. Como sirvió a muchos que seguro ahora
están tristes porque la motillo de Mariano ya no aparecerá cuando lo
necesitas.
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