Antonio Felipe Rubio
Periodista
➤ Hagamos un sencillo ejercicio que no llega siquiera a tesis doctoral. ¿Quién cree que hoy sería ministro de Sanidad de no existir el asunto del máster de Pablo Casado? Evidentemente, de no existir dudas sobre el máster de Casado, la ministro de Sanidad del Gobierno de España sería –seguiría siendo- Carmen Montón.
La tesis de Pedro Sánchez |
Por muchos interrogantes que presentara la consecución del máster de Montón, todas estas dudas serían recicladas mediante el habitual procedimiento del PSOE: resistencia numantina y apelación a la vengativa caverna mediática. O sea, negarlo todo –hasta lo clamorosamente evidente- y dirigir insidiosos calificativos hacia los críticos, manteniendo argumentos como que “no todos somos iguales” para distinguir el desparpajo con el que la izquierda suele desembarazarse de sus vergüenzas que, al contrario, suponen estigmas indelebles para la acomplejada derecha.
Pedro Sánchez ha podido construir uno de los episodios más execrables de la política basura. Mi percepción sobre los acontecimientos que se producen en política se circunscribe a una modificación personal sobre el popular aserto atribuido a Maquiavelo: “piensa mal… y te quedarás corto”.
Cualquier estrategia ha de precaver el cálculo de riesgo que la misma conlleva. Es decir, se puede asumir sacrificar un avión y un submarino propios cuando pretendes hundir el portaaviones del enemigo. También es asumible perder un alfil y el caballo cuando te aprestas a dar jaque al rey. En resumen, compensa escenificar la pérdida de un ministro cuando lo que de verdad te interesa es derribar al jefe de la oposición.
Haciendo uso del “piensa mal y te quedarás corto”, miren cómo se han desarrollado los acontecimientos:
1.- El máster de Casado está a la espera de calificación por la fiscalía para ver si entra o no en el Supremo. Mientras tanto, este asunto “duerme” en las manos del juez Miguel Colmenero. Es decir, así no hay ni oficio ni beneficio y no produce ningún efecto negativo en el reciente presidente del PP.
2.- Hay que buscar una motivación que active el “fraudulento” máster de Casado en los medios de comunicación, excitando a la opinión pública en asuntos que distraigan de la política errática y rectificadora de Pedro Sánchez y, si es posible, encontrar una contaminación afín a casos tan mediáticos como el de Cifuentes.
3.- Todo tiene que parecer “normal” y aprovechar en beneficio propio el sacrificio, incluso pareciendo ser víctimas del “fuego amigo”. Si elevamos la irrelevancia de la golfería del máster hasta la dimisión de una ministra, ¿sucedería otro tanto en el portavoz del PP? Parece que sí.
4.- Comienza la operación: eldiario.es protagoniza el scoop lanzando la noticia sobre la ministro de Sanidad. Al día siguiente, Pepa Bueno (Cadena SER) le hace a la ministra una entrevista de las más incómodas e insidiosas que se recuerdan, aun siendo del PSOE. Al día siguiente, La Sexta confirma y asesta el golpe final con el irrefutable e impresentable Trabajo Final de Máster.
5.- Se consigue transmitir a la sociedad una pretendida “independencia” de medios de comunicación muy significados con la izquierda y que salivaron en casos como Cifuentes o Esperanza Aguirre. Además, si lanzas al patíbulo a una víctima política, siempre es más agradable que el “ajusticiamiento” sea consensuado entre amigos; y aunque parezca descarnado, ya llegará la recompensa por tan sacrificada escenificación de “regeneración democrática”.
Conclusión. Algunos medios concretos se encargan de digerir un proceso que evita entrar a otros que podrían ser más “sanguinarios” y, de paso, trasladan un perfil de “independencia”.
No ha pasado ni un minuto desde el teatro del ara del sacrificio, y ya se han lanzado al degüello de Pablo Casado. Esa era lo previsto; salvo la dentellada de Albert Rivera al fantasmagórico doctorado de Sánchez que evidenció el verdadero semblante de la “regeneración democrática” con el dedo acusador y un “¡os vais a enterar! Que, en definitiva, corrobora mis impresiones y percepciones sobre este nefasto presidente que también esconde sus trampas académicas y, al mismo tiempo, airea su talante amenazante. Efectivamente -y afortunadamente- no todos somos iguales.
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