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Lo que esconde el relevo de Carmen Crespo


Pedro Manuel de la Cruz
Director de La Voz de Almería

➤ La memoria política es lo último que pierde el vencedor y lo primero que olvida el derrotado. Después de las salvas de fogueo llamando a la unidad que acompañan la euforia de las primeras horas y la designación de los primeros puestos en la escala de mando, el que gana una batalla se acuerda más de los que intentaron vencerle que de los que le apoyaron en la victoria. Así se ha construido desde siempre la historia de las guerras internas de los partidos, una sucesión de batallas en las que quien las protagoniza puede morir varias veces.

Maribel Sánchez y Carmen Crespo

Desde esta trinchera se entiende que los ganadores del congreso del PP de julio hayan decidido el (inesperado) relevo de Carmen Crespo de la primera posición en la candidatura almeriense para las elecciones autonómicas del 2-D. Casado (y Teodoro García; más éste que aquél) saben que Crespo está más cerca, por biografía militante, del marianismo que del casadismo. La portavoz parlamentaria popular fue una persona de Soraya y lo es de Juanma Moreno y de Arenas. Nunca lo ha negado y esa lealtad, aunque le esté suponiendo en estas horas un alto coste emocional, le honra.
En la decisión del relevo decidida por Casado lo que más ha influido no ha sido la pertenencia de Crespo al sector del arenismo renovado que representa (a veces muy a su pesar) Juanma Moreno
La sombra de los apoyos es un acompañamiento inevitable y, en el caso de la política almeriense, intencionadamente inevitado. Llegó al Parlamento andaluz, a la delegación del Gobierno en Andalucía y a la portavocía regional formando parte de un equipo y, como en cualquier otra actividad competitiva (y la política lo es, ¡vaya si lo es!), a veces se gana y a veces se pierde. Pero en la decisión del relevo decidida por Casado (aunque, insisto, más por Teo Garcia) lo que más ha influido no ha sido la pertenencia de Crespo al sector del arenismo renovado que representa (a veces muy a su pesar) Juanma Moreno.
Lo que ha sido determinante es la estrategia que ya diseña el PP para el Día Después del 2-D
Lo que ha sido determinante es la estrategia que ya diseña el PP para el Día Después del 2-D. Los Populares son conscientes de que, sea cual sea el resultado, acabarán enfrentándose a un escenario que exigirá nuevos argumentos y nuevos protagonistas. Si vuelven a perder el partido estará abocado en Andalucía a una refundación de amplísimo espectro; tan amplio que nadie sabe desde qué pilares se iniciará el proceso de reconstrucción.

Lo que sí sabe Casado es que esa reconstrucción debe levantarse sobre una estructura diseñada por la actual dirección madrileña. Por eso ha decidido configurar un grupo parlamentario sustentado en personas de su absoluta confianza. La nominación de Juan Ignacio Zoido por Sevilla, Jose Antonio Nieto por Córdoba y Maribel Sánchez por Almería obedece a esa intención. Aunque los tres profesaron antes la fe cospedaliana que el rito casadista (con más vocación en los dos primeros que en la tercera; la almeriense desde el principio estuvo más cerca de Casado, pero se autoimpuso la disciplina silenciosa de Amat), la dirección nacional del partido confía en ellos para comenzar la travesía del desierto que habría que conducirles, si los resultados no tienen unos dígitos razonables, a un congreso extraordinario.

Si, por el contrario, la aritmética electoral propiciara la alternativa PP-Ciudadanos, la dirección nacional quiere dirigir la estrategia a seguir y las personas que acompañarían a Juanma en esa travesía, hasta ahora desconocida para los populares. La lógica de la política vuelve siempre: quien manda solo delega personas de su absoluta confianza. La discrepancia pasada siempre acaba pagando la factura.
Cuatro décadas de poder ininterrumpido retratan a quien lo ejerce; pero, sobre todo, revela la incapacidad de quien, permanentemente, ha visto frustrada, democráticamente, su aspiración de ejercerlo
El PP dice en su argumentario que Andalucía no puede soportar alcanzar los cuarenta años de gobiernos socialistas. Una afirmación discutida y discutible sobre la que decidirán, como siempre y democráticamente, los ciudadanos el primer domingo de diciembre. Lo que nadie discute es que sería el PP el que no soportaría otros cuatro años mas de Gobierno socialista. Cuatro décadas de poder ininterrumpido retratan a quien lo ejerce; pero, sobre todo, revela la incapacidad de quien, permanentemente, ha visto frustrada, democráticamente, su aspiración de ejercerlo.

Los populares llevan cuarenta años sin encontrar respuesta a la pregunta de porqué los socialistas ganan las elecciones una y otra vez olvidando que el interrogante sobre el que debían interpelarse y actuar en consecuencia debería centrarse en la búsqueda de las causas por las que, una y otra vez, ellos las pierden. Esa es la clave de bóveda que, tal vez, podría acabar construyendo una forma de hacer política que le llevara a la victoria que nunca han tenido.

El tiempo desvelará si Casado se atreverá a recorrer ese camino o se quedará, solo, en cambiar a los responsables de la sala de máquinas ignorando que, como sostuvo Einstein con tanto acierto, si haces lo mismo no esperes resultados distintos. Claro que, contradiciendo a Heráclito, el PP tiene la capacidad de bañarse mil veces en el mismo río del error y tropezar otras mil en la misma piedra. Las ofensas estúpidas (y falsas) de Tejerina de esta semana a los conocimientos de los niños andaluces lo demuestran.

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