Pedro
Manuel de la Cruz
Director
de La Voz de Almería
➤ Cuando
en el mediodía del miércoles el CIS hizo pública su encuesta ante las
elecciones del 2-D, la previsión demoscópica sobre Almería cayó como una ducha
escocesa en la sede del PP en el Paseo y en el área de presidencia del palacio
de la Diputación en Navarro Rodrigo. Veinticuatro horas después del calor de la
visita de Pablo Casado y Juanma Moreno, llegaba el frío de un pronóstico que,
no solo les relevaba de la hegemonía provincial mantenida desde 2004, sino que
les situaba con dos diputados menos de los cinco obtenidos en las andaluzas de
2015.
Mitin de Vox en Almería |
Los populares no esperaban un CIS cómodo, ya lo anunció Casado en su
intervención ante el auditorio mayoritariamente militante del martes en el
hotel Tryp, pero nunca imaginaron que la osadía demoscópica de Tezanos llegara
tan lejos. No lo esperaba el PP y tampoco lo esperaban PSOE, Ciudadanos y
Adelante Andalucía. Ni lo esperaban, ni se lo creen. Y no se lo creen porque
ninguno espera que Vox saque un parlamentario en la provincia andaluza donde el
PP obtiene sus mejores resultados.
Que Vox pase de 944 votos a los alrededor de 17.000, que es a como puede ´salir´ el diputado número 12 por la provincia, se antoja quimérico, por mucho que a Tezanos le salgan las (o mejor, ´sus´) cuentas
La derecha radical almeriense existe; sus
votos se habían refugiado, hasta ahora, en el PP, pero, desde ahora, tiene ya
otras montañas nevadas donde acampar. Cosa distinta es cuántos son y cuántos lo
harán. Vox cosechó en las andaluzas de hace cuatro años 944 votos en la
provincia y nadie pone en duda que esa cifra aumentará considerablemente y que,
además, los votos que consiga serán a costa del PP. Pero pasar de 944 a los
alrededor de 17.000, que es a como puede ´salir´ el diputado número 12 por la
provincia, se antoja quimérico, por mucho que a Tezanos le salgan las (o mejor,
´sus´) cuentas.
En la derecha almeriense conviven dos almas: la decididamente
democrática, que es mayoritaria y asume el diseño constitucional del Estado en
el que se sustenta la estructura autonómica, y la que, en la oscuridad
impenetrable de sus sentimientos reales, añora un escenario neofranquista sin
autonomías y no muy alejado del sentimiento joseantoniano según el cual España
debe ser una “unidad de destino en lo universal” (que a ver qué significa eso:
seis palabras para no decir nada).
Muchas veces me he preguntado por qué el PP
nunca ha llegado al Gobierno andaluz. Las respuestas son muchas, pero una -y no
menor- ha sido por la dificultad de muchos de sus votantes para identificarse con
el concepto autonómico del Estado. Escondidas tras las cañas ideológicas de la
caricaturización del himno, la obsesiva semántica despreciativa hacia “la Junta
de Sevilla¨ o el almeriensismo independentista, se encuentran las lanzas que
pueden acabar ´cazando´ unos miles de votos, que no darán un parlamentario a
Vox, pero sí pueden poner en riesgo, en serio riesgo, el quinto diputado del PP
facilitando el segundo de Ciudadanos.
El votante almeriense antisistema que
quiere suprimir las autonomías, expulsar a los inmigrantes, meter en la cárcel
a los dos millones de catalanes que respaldan el independentismo y que, si les
animas un poco, acaban añorando a Franco (qué esconde, si no, la oposición a
que se le tribute homenaje en un mausoleo público), puede sentir y hasta caer
en la tentación de decidir -qué paradoja, ellos tan anti inmigración-, emigrar
con su voto hacia el neofalangismo de Abascal y sus camaradas.
Cuando sometes a
las instituciones -y la Junta de Andalucía lo es, te guste su Gobierno o no- a
un proceso continuado de debilitamiento (y algunos dirigentes y militantes lo
han hecho y lo hacen: solo hace falta seguirlos en las redes sociales),
provocas dos efectos: alejas a tus votantes de las urnas autonómicas al
minusvalorar, mediante la caricaturización, su importancia (para qué voy a
votar, si lo importante es el Gobierno central) y, por otra parte, estás
alentando que se acerquen a la opción que más y mejor representa su disimulada
añoranza neofranquista.
La diferencia entre los resultados que obtiene el PP en
las generales y las autonómicas avalan el primer efecto. El resultado del
segundo lo sabremos la noche del 2-D. Hasta hace apenas unas semanas, al PP solo
le preocupaba el partido de Rivera. Desde el Vistalegre de la extrema derecha,
a la amenaza de Ciudadanos se le ha unido la de Vox, una amenaza menor, ahijada
de un dios menor (Aznar, que hasta los ve con simpatía), que no les restará
muchos votos, pero sí, quizá, los suficientes para que los restos de la Ley
D´Hont hagan el resto.
Porque el partido de Rivera va a subir.Lo que nadie
sabe es hasta dónde y si ese dónde le posibilitará alcanzar el segundo
parlamentario. Ciudadanos va a restar votos a PP y a PSOE y será en los restos
donde se decidirá si populares y socialistas mantienen sus cinco actas por
Almería o si uno de los dos, o los dos, se quedan en cuatro. Todo puede pasar.
Y nada de lo que pase está escrito.
La campaña va a tener una influencia
determinante en el resultado final. Despreciar la musculatura militante y la
fidelidad de los votantes de PP o PSOE es un error colosal. Eso lo saben las
direcciones de los dos partidos y, por eso, tras el impacto inicial, la ducha
escocesa del CIS fue valorada desde el relativismo más escéptico por las
direcciones provinciales de los dos partidos. Ni pánico en el PP ni euforia en
el PSOE. Todo está por decidir. Y si no, al tiempo.
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