Pedro Manuel de la Cruz
Director de La Voz de Almería
➤ El director del diario La Voz de Almería, Pedro Manuel de la Cruz, es uno de los analistas políticos de Andalucía que mejor conoce la realidad de nuestra tierra. En este artículo describe las cinco claves que, en su opinión, han determinado la jornada electoral del 2 de diciembre.
La sorpresa de Vox |
El desplome socialista. El resultado no admite otro calificativo que el de
catastrófico. La pérdida de 14 escaños es una bomba de destrucción
masiva con efectos devastadores, no solo en el PSOE andaluz, sino en las
réplicas inevitables que tendrá a nivel nacional. Los cuatrocientos mil
andaluces que hace cuatro años votaron a Susana Díaz y el
domingo le dieron la espalda lo han hecho motivados por varias razones. El
agotamiento de un modelo hegemónico durante más de 36 años en el que han
convivido una mejora incuestionable de las condiciones de vida con una
incuestionada secuencia de casos alarmantes de corrupción, la persistencia de
unas cifras de paro insoportables si no fuera por la coexistencia de una
economía sumergida, la burocratización de una gestión política en la que la
militancia tenía más valor que el mérito, la desorientación sobre las demandas
de las nuevas generaciones, el declive permanente de una marca -el PSOE-
que, elección tras elección, ha ido perdiendo apoyos sin que nadie analice las
causas y trabaje en la búsqueda de soluciones, la ocurrencia como táctica
y la contradicción permanente como estrategia en la que el gobierno de Sanchez lleva
inmerso desde su llegada al poder, la debilidad intencionada con que Moncloa se
enfrenta al reto del independentismo… Estas y otras razones son las que han
provocado el naufragio de un partido que, en su mochila, llevaba el peso de un
pasado de casi cuarenta años -tan llenos de grandezas, tan llenos de
miserias- que se olvidó hace años de mirar al futuro y ese es un error que,
siempre, se acaba pagando.
La dulce derrota histórica del PP. Matemática y política, agua y aceite. La aritmética
parlamentaria convierte la derrota en victoria y el triunfo en fracaso. Javier
Arenas lo vivió en aquella noche amarga de 2012 cuando, con 50 diputados, el
mayor éxito electoral del PP en Andalucía, asistió desde el desconsuelo a la
permanencia de Griñán en el poder con el apoyo de IU. Nunca el mayor triunfo
acabó en el más estrepitoso de los fracasos. Seis años después vamos a asistir
a cómo el mayor fracaso acaba siendo el mayor triunfo. El PP cosechó el domingo el peor resultado en
toda la historia electoral de Andalucía y, sin embargo, es el más firme
candidato para gobernar la comunidad en los próximos cuatro años. Juanma
Moreno, el último y mayor discípulo político de Arenas, alcanzará, con la mitad
de los escaños que Arenas entonces (habrá que esperar a las negociaciones,
complejas, que comenzarán en los próximos días), lo que su progenitor no pudo
lograr. Freud puro. Pero en este caso el hijo no matará al padre. La filosofía escolástica siempre ha distinguido entre
el poder y la influencia; Arenas, como experto democristiano, lo sabe. Por
eso sabe que ahora su lugar está, como príncipe de la iglesia popular, en el
espacio preferido por la diplomacia vaticana. Mandar es, en política, un verbo
transitivo; influir, un estado permanente. Y en ese espacio del claustro Arenas
es imbatible.
Ciudadanos solo tiene que esperar. Solo la imprudencia en exhibir sus previsiones ha
privado a Albert Rivera de ser el gran triunfador. Pasar de 9 a
21 escaños es tan espectacular que solo podría haberlo sido más si no hubieran
situado su primer objetivo en el sorpasso al PP. A Ciudadanos le pierde su
ímpetu adolescente, su irremediable ingenuidad de querer comerse la tarta de un
bocado. Sin hacer apenas campaña (o, al menos, no en la medida que lo han hecho
PP y PSOE), el tándem Rivera/Arrimadas ha alcanzado un resultado espectacular. No
han superado al PP pero le han hecho sentir su aliento y esa cercanía en votos,
que no en escaños, les llevó la noche del domingo a ser los primeros en
anunciar la candidatura de Juan Marín a la presidencia de la Junta.
Su lejanía con el ejercicio del poder (con el coste que gestionar conlleva) y
la defensa, sin complejos, de una España unida y constitucional frente al
independentismo son dos argumentos de intensa seducción para antiguos votantes
populares y socialistas. Como un dios del centro derecha Rivera solo tiene
que esperar que los desencantados por la corrupción y el buenismo con los
separatistas se acerquen a él. Habrá que esperar a qué decide en los próximos
días y será en esa negociación para la gobernanza de Andalucía, que se prevé
laberíntica y en la que muchas veces nada será lo que parece, donde Ciudadanos
acabará despejando la duda entre la bisoñez que aparentan o la madurez que
necesitan. Solo habrá que esperar.
La irresistible ascensión de VOX. Nadie pensó, nunca, que Abascal y sus camaradas
de fuego de campamento lograrían, no solo tener las llaves del gobierno
andaluz, sino, además, estar en condiciones de formar parte de él. El
hastío provocado por una clase política ensimismada en sus intereses electorales
y la indignación ante la acumulación de corrupciones abonan el terreno más
propicio para que los predicadores de respuestas sencillas para problemas
complejos alcancen una gran cosecha.Sucedió con Podemos en las últimas europeas y
ha vuelto a ocurrir en las andaluzas del domingo con Vox. El populismo, de
extrema izquierda o de extrema derecha, qué más da, encuentra en los
alquimistas de feria a aspirantes a iluminados dispuestos a decirles lo que
ellos quieren oír. La quimera tiene, para los permanentemente (y, muchas veces
justificadamente) enojados, una pátina de indudable atracción. La lírica
delirante siempre ha contado con oídos ansiosos de escuchar lo que muchos
piensan y no saben o no se atreven a decir. Con VOX la extrema derecha ha
llegado para quedarse. La incapacidad de la clase política, la complicidad
tolerante de quienes hasta ayer fueron compañeros de militancia (PP), el
comportamiento frívolo de medios de comunicación que, pretendiendo apagar el
fuego de la audiencia, aventaban sus mensajes y la complacencia, intencionada pero
torpe, del gobierno de Sánchez con los independentistas catalanes, han sido sus
mejores aliados. Que no se lamenten ahora. En Francia, Alemania o
Italia aparecieron antes. Ahora es en España y cara al sol del sur donde
empieza a amanecer para la extrema derecha. Y el día será largo.
Adelante fue hacia atrás. Hay una posición que los viejos marxistas
siempre han defendido con la vehemencia incuestionable de quien está en
posesión de la verdad: El partido no se equivoca nunca, lo que se equivoca es
la realidad. Después de la experiencia fracasada de las últimas generales, Podemos
e IU han regresado al error de pensar que en política uno más uno son siempre
dos. El resultado no deja lugar a dudas. La confluencia de las sonrisas ha
ido, como siempre les ha sucedido, de victoria en victoria en los mítines,
hasta la derrota final en las urnas. Ahora comenzará algo tan característico en
la dialéctica radical de la izquierda como hacerle la autocrítica al contrario.
Todos habrán tenido la culpa de su fracaso menos ellos. Lo de siempre. Aunque
esta vez han tenido éxito: aspiraron a sacar a Susana de San Telmo y lo han
conseguido. Lo que no sé es si ya se han dado cuenta de que en el viaje de ida
y vuelta, quien puede ocupar algunos sillones en el consejo de gobierno es la
extrema derecha. Anguita, mitad monje, mitad soldado, estará contento.
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