Director de Canal Sur
➤ En 1978, año de la
Constitución, un mandato permanente de concordia, hubo obstáculos y
dificultades. El director general para la Memoria Histórica, Fernando Martínez,
señaló que el texto constitucional ha sido un instrumento útil y eficaz. Los
galardonados tuvieron como portavoz a Javier Ayestarán y todos ellos recibieron
una escultura de mármol.
Javier Ayestarán, en primer plano, tras recibir el reconocimiento en el Aniversario de la Constitución |
El secretario general de
Comisiones Obreras en el periodo 1991-2000, Javier Ayestarán Amunárriz (San
Sebastián, 1944), agradeció el pasado miércoles en la Subdelegación del Gobierno
en Almería, el reconocimiento en la celebración de los 40 años de la
Constitución Española, refrendada en las urnas el 6 de diciembre de 1978. Las
crónicas informaron de forma detallada del acto en el palacio de la calle
Arapiles, de Almería.
Manuel de la Fuente en su discurso subrayó: “En el año 78, esta provincia estaba entre las más pobres de España, con casi el 62% de su territorio considerado como zona deprimida o en proceso de depresión socioeconómica. No había Universidad, que tardó todavía en llegar 15 años más; por no haber, no había ni agua potable en buena parte de los barrios de muchos municipios de la provincia. Almería capital era una ciudad inconexa, que había sucumbido a los efectos de la especulación y había destruido su zona antigua. Hoy, los retos son otros: ahí están, por ejemplo, el desafío de la inmigración, el desarrollo de redes de transporte modernas, eficientes y sostenibles, la protección del medio ambiente, una adecuada gestión del agua; y, en otro ámbito, la protección de los derechos sociales, educativos y sanitarios en una sociedad en permanente transmutación”.
Manuel de la Fuente en su discurso subrayó: “En el año 78, esta provincia estaba entre las más pobres de España, con casi el 62% de su territorio considerado como zona deprimida o en proceso de depresión socioeconómica. No había Universidad, que tardó todavía en llegar 15 años más; por no haber, no había ni agua potable en buena parte de los barrios de muchos municipios de la provincia. Almería capital era una ciudad inconexa, que había sucumbido a los efectos de la especulación y había destruido su zona antigua. Hoy, los retos son otros: ahí están, por ejemplo, el desafío de la inmigración, el desarrollo de redes de transporte modernas, eficientes y sostenibles, la protección del medio ambiente, una adecuada gestión del agua; y, en otro ámbito, la protección de los derechos sociales, educativos y sanitarios en una sociedad en permanente transmutación”.
Ayestarán rememoró ante las
autoridades y ciudadanos: “Ignoran que aquellos juristas que trabajaron en la
elaboración de la Constitución Española, aquellos periodistas que ponían en
peligro sus vidas para contar la verdad (de 1976 al 78 murieron dos periodistas
y varios fueron atacados), aquel pueblo que salía a la calle pidiendo amnistía
y libertad, luchaban contra las sombras de un ejercito fiel al dictador, de una
ultraderecha envalentonada y amenazante, de una policía a la que había
seleccionado el régimen y de unos grupos terroristas ETA, GRAPO Y FRAP (este se
disolvería en 1978) y de grupos de ultraderecha que no ayudaban nada a que las
cosas se pudiesen ver de manera sosegada y tranquila”.
Ayestarán, marianista, llegó
a Almería en 1972 y desde la Plaza de San Antón comenzó su militancia
“almeriense”. Nada más terminar el acto de aniversario de la Constitución,
me espetó. “¿Te acuerdas cuando Fernando, tu y yo fuimos a Los Gallardos y a
otros pueblos hablando de democracia y Constitución?”. En Almería en el
umbral de la democracia el referente periodístico lo marcaba Miguel Ángel
Blanco y su equipo desde las páginas de Ideal.
Según el catedrático Fernando Martínez, la prensa local y nacional se hizo eco de la huelga de pescadores, una lucha que tenía especiales características de mujeres y hombres en las primeras huelgas que surgieron desde el emblemático barrio de La Chanca. No estaba dirigida por los sindicatos antifranquistas. Respondía a un movimiento asambleario propio y el barrio estaba implicado. Era una nueva forma de movimiento social donde se combinaba reivindicación sindical y movimiento ciudadano. Apenas encajaba en los moldes del sindicalismo histórico.
La toma de conciencia del sector fue lenta. Los pescadores se reunían por las tardes, cuando volvían de la mar, en los locales que el cura conocido popularmente por el añorado don Marino, les dejaba en la iglesia de San Roque y la barbería de José García Rueda “Pepillo el barbero” era también un espacio de encuentro. Lo hacían al margen del reducto franquista de la Cofradía de Pescadores.
Ayestarán, hombre de firmes convicciones sociales y democráticas, se adentró en los problemas de la pesca y se hizo uno más de ellos embarcando en una traiña. Era la forma de explicitar el compromiso con el mundo de los trabajadores que tuvieron por aquellos años algunos religiosos y militantes de la izquierda. Javier Ayestarán, andando el tiempo, se convertiría en uno de los principales dirigentes de Comisiones Obreras, escribió Martínez en Crónica de un sueño, edición de Comunicación y Turismo.
Los demócratas quedaron conmocionados en agosto de 1976 por el asesinato del estudiante de biología Javier Verdejo, hijo de un alcalde franquista de la ciudad. Había salido junto a otros colegas de la Joven Guardia Roja a hacer pintadas en las paredes para exigir “Pan, Trabajo y Libertad”. No volvió a la cita de seguridad. Cayó bajo las balas de una pareja de la Guardia Civil cerca del balneario San Miguel. Su entierro estuvo lleno de tensión y de rabia. No hubo procesamientos, anomalías de la incipiente democracia, y la familia de Verdejo tampoco denunció la tragedia.
Según el catedrático Fernando Martínez, la prensa local y nacional se hizo eco de la huelga de pescadores, una lucha que tenía especiales características de mujeres y hombres en las primeras huelgas que surgieron desde el emblemático barrio de La Chanca. No estaba dirigida por los sindicatos antifranquistas. Respondía a un movimiento asambleario propio y el barrio estaba implicado. Era una nueva forma de movimiento social donde se combinaba reivindicación sindical y movimiento ciudadano. Apenas encajaba en los moldes del sindicalismo histórico.
La toma de conciencia del sector fue lenta. Los pescadores se reunían por las tardes, cuando volvían de la mar, en los locales que el cura conocido popularmente por el añorado don Marino, les dejaba en la iglesia de San Roque y la barbería de José García Rueda “Pepillo el barbero” era también un espacio de encuentro. Lo hacían al margen del reducto franquista de la Cofradía de Pescadores.
Ayestarán, hombre de firmes convicciones sociales y democráticas, se adentró en los problemas de la pesca y se hizo uno más de ellos embarcando en una traiña. Era la forma de explicitar el compromiso con el mundo de los trabajadores que tuvieron por aquellos años algunos religiosos y militantes de la izquierda. Javier Ayestarán, andando el tiempo, se convertiría en uno de los principales dirigentes de Comisiones Obreras, escribió Martínez en Crónica de un sueño, edición de Comunicación y Turismo.
Los demócratas quedaron conmocionados en agosto de 1976 por el asesinato del estudiante de biología Javier Verdejo, hijo de un alcalde franquista de la ciudad. Había salido junto a otros colegas de la Joven Guardia Roja a hacer pintadas en las paredes para exigir “Pan, Trabajo y Libertad”. No volvió a la cita de seguridad. Cayó bajo las balas de una pareja de la Guardia Civil cerca del balneario San Miguel. Su entierro estuvo lleno de tensión y de rabia. No hubo procesamientos, anomalías de la incipiente democracia, y la familia de Verdejo tampoco denunció la tragedia.
Los tiempos han cambiado.
Quizá ese sucinto resumen sobre la personalidad de Ayestarán algunos lo
desconozcan y no se planteen las cosas. Hasta aquí hemos llegado. Hoy, el bar
más concurrido en cualquier ciudad del mundo se llaman redes sociales, como
diría el escritor y periodista Sergio del Molino.
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