Antonio Felipe Rubio
Periodista
➤ La
decisión era irreversible. Cuando una multinacional programa ajustes en materia
de rentabilidad y decide la solución -por muy dolorosa y dramática que curse-,
raramente accede a enmendar su determinación, aunque el drama socioeconómico se
acompañe de agitación social y mediática. El riesgo calculado para este tipo de
decisiones ya está más que diseñado y normalmente alcanza a prever potenciales
escenarios que exceden de las presuntas soluciones, incluidos los conflictos que
pudiesen eclosionar. También es cierto que en la resolución de estas crisis se
calculan posibles salidas beneficiosas que podrían llegar desde las
administraciones públicas que, según los intereses, coyunturas electorales,
políticas populistas… o simplemente mintiendo pueden aportar a la multinacional
una posición de privilegio con el concurso, el aplauso y el dinero de todos.
Todo depende del momento propicio en el que el gobierno de turno mantenga sus
propios intereses a cobijo de crisis socio laborales que puedan salpicarle,
para lo cual, aporta soluciones al precio que sea y con inusitada urgencia;
otra cosa es la veracidad, viabilidad y conclusión de las apresuradas promesas.
Almería ya conoce y padece los diferentes embelecos que se han anunciado con la fanfarria de la mayor desvergüenza |
Poco
importa lo que se plasma en intención de proyectos para nuevos polos de
desarrollo, polígonos industriales y la “reindustrialización” de zonas en las
que ha periclitado una determinada actividad que conduce al cese de actividad y
un considerable número de trabajadores al paro. Poco importa la cantidad de
millones de euros anunciada y los puestos de trabajo que dicen mantener con
estas iniciativas de aluvión que -ojalá no sea el caso- pretenden sosegar la inquietud actual que, con
el paso del tiempo, tenderá a desvanecerse o a caer en manos de otros
responsables políticos a los que -ahora sí- exigirán el cumplimiento de los
compromisos anunciados en su día como un infame bluf.
Almería
ya conoce y padece los diferentes embelecos que se han anunciado con la
fanfarria de la mayor desvergüenza. Recuerden aquella reunión del Consejo de
Gobierno de la Junta de Andalucía celebrado en la capital y que concluyó con la
anunciada “Lluvia de millones para Almería”… Aún esperamos siquiera un tímido
nublo que vaticine tan generosa como falsa precipitación millonaria. O aquel
secretario de Estado, almeriense para más señas, Jesús Miranda Hita, que vino a
presentar un sello conmemorativo de Correos y, al soslayo, anunció que “el
soterramiento de las vías del tren será integral y totalmente asumido por el
Ministerio de Fomento”. En fin. Podríamos recordar unas decenas de proyectos
que, aun firmados y aprobados en presupuestos oficiales, se han desatendido,
ignorado o servido de manipulación a interés sectario: nueva actuación en el
Cable Inglés tras 18 años de choteo…
Ahora
aparecen importantes oportunidades para el aprovechamiento industrial de
recursos que permanecían inéditos: centrales fotovoltaicas, travertino, áridos…
Se habla de millones de inversión, puestos de trabajo y la reindustrialización
de una zona cuya mayor “industrialización” ha sido la multinacional que ahora
cierra sus puertas. ¿Hay más estólida premiación al fracaso?
Una
de las cualidades que ha de adornar a un gobierno es la de gobernar con
perspectiva. Si el Gobierno cuenta con los recursos técnicos y el personal más
cualificado para la administración de todo un Estado, ha de prever,
anticiparse, generar las ocasiones y aprovechar las oportunidades; así como los
recursos naturales, posiciones geoestratégicas, etc. para facilitar el
desarrollo e impulsar la actividad económica y la mejora de la sociedad. Otra
cosa es reaccionar sólo ante la presión de situaciones predecibles (ya se venía
avizorando lo de Cemex). Además, pretenden hacerlo al mejor estilo de aquel
gobernante puesto en valor por la izquierda y la extrema izquierda. Sí, me
refiero a Franco, ese gobernante “de moda” que se anticipó al gobierno de
Sánchez sofocando los incendios sociales y políticos con polos de desarrollo y
mejoras en infraestructuras, con la salvedad de que Franco sí cumplió, y
satisfizo a vascos y catalanes “inquietos” con el asunto de la identidad
nacionalista dotándoles con las mejores industrias, eficientes pantanos,
excelentes autopistas… y todos contentos.
Ahora,
ante el anuncio de un cierre de actividad, se sube la apuesta a seis nuevas
alternativas. Todo un coupage industrial que, en el supuesto de ser cierto, no
lograría asimilar a la totalidad de los trabajadores despedidos, pero consiguió
lo pretendido: sosiego transitorio.
Ahora,
con el cambio de Gobierno en Andalucía, se abre la veda a la pulsión de
exigencias protagonizadas por los anteriores incumplidores, aduciendo que no
tuvieron tiempo para materializar sus propias mentiras. Mientras tanto, el
tiempo fue enemigo irreversible para trabajadores que perdieron sus
oportunidades; y otro nuevo espejismo para Almería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario