Antonio Felipe Rubio
Periodista
➤ Uno
de los recursos cuasi retóricos que nos suelen adornar en animadas
conversaciones o en textos de distinto género literario es la cita adjudicada
al protagonista equivocado. Esta escasa
precisión se afianza en el receptor (oyente, lector…), especialmente
viniendo de personas presuntamente formadas o transmitidas por medios de
comunicación de “reconocido prestigio” -calificativo equívocamente atribuido a los
medios de difusión nacional-.
Presentación, ayer, del libro Manuel de Resistencia, de Pedro Sánchez / Foto: Loa |
Afortunadamente,
en el habla andaluza hay recursos para eludir la precisión en las atribuciones
de citas históricas o “sentencias” populares. Baste decir “como diría aquel…”
para que la acepción perpetrada encuentre encaje histórico y establezca
paralelismo con la idea que pretendemos expresar. Además, la profusión de citas
en alusión a notables del mundo de la literatura, arte, ciencia, política…
denota un poso cultural que sitúa al ponente en una posición preponderante,
como de muy leído. El problema es que las aplicaciones de Smartphone de citas
famosas o frases históricas, así como las ávidas lecturas de solapa, suelen
obnubilar arrollando con un acervo cultural bastante superficial; pero
efectista a la postre.
No
es la primera vez que Santa Teresa ha sido requerida para subscribírsele el
aserto “En tiempo de turbación, mejor no hacer mudanza”. Y qué decir de
filósofos clásicos, emperadores romanos, presidentes estadounidenses… y hasta
toreros que, en su sabiduría popular exenta de formación académica, han
exhortado con elixir de autenticidad. Todos, en alguna ocasión, han sido
citados como erróneos autores de la cita recurrente que se suele escuchar cada
día con mayor abundancia en los escaños, asestando sus respectivas señorías insensatos
golpes de efecto propios de culturetas devenidos en “parlamentarios”.
El
asunto del colchón -argumentado como primera “acción de gobierno”-, es
determinante para la descripción del personaje. Y, teniendo en cuenta que no se
trata de un relato novelado, la ficción aplicada a las vivencias propias es un
fraude. Lo cierto es que el colchón lo donó Rajoy a una ONG siguiendo la
costumbre en Moncloa de retirar o donar los objetos de mayor uso personal o
intimidad. Entonces cabe preguntarse, ¿si Rajoy donó el colchón al salir de
Moncloa? ¿A qué coño colchón se refiere Sánchez?
Sánchez
ha tenido que leer y dar el okey para la publicación de esta patraña de
“manual” a modo de pretencioso tratado tal que Maquiavelo intentaba inducir en
Lorenzo de Médici el método para una feliz integración de la fracturada Italia.
Todo lo contrario al escandaloso esbozo de “integración” que pretende el
coetáneo dirigente con Cataluña. En resumen, si pretenden encontrar un buen
manual de resistencia, les aconsejo la sección de Metalurgia: “Resistencia,
tenacidad y fatiga de los materiales”.
El
colchón, aparte de las oníricas experiencias, da mucho de sí para el
paralelismo argumental: colchón medioambiental, colchón económico, colchón de
posibilidades… La metáfora también se emplea para adagios populares: “Dos que
duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición”. Magnífica
oportunidad para inventar que Rajoy dejó el colchón en el que durmió durante su
estancia en La Moncloa para simbolizar la “contaminación” a la que pudiese dar
lugar esa indeseable presencia en un lecho -ahora sí- tan digno y progresista.
Es una manera muy “democrática” para señalar con un gesto profiláctico la
pestilencia de las ideologías contrarias. Aún hay formas más zafias, como la de
los “indepes” desinfectando con lejía la plaza de Amer (Gerona) por haber
estado allí Inés Arrimadas (C´s). Todo se pega… hasta los procedimientos más
fachosos.
El
libro no aguanta ni el primer envite. Ya en la primera página alude a San Juan
de la Cruz el “como decíamos ayer”, famosa frase de fray Luis de León cuando
reactivó sus clases tras casi cinco años de arresto por la Inquisición (publicó
partes de la Biblia en el idioma que entendía la gente).
Sánchez
ha hecho muy poco por la verdadera autoría del adagio monacal. Lo suyo es más
viscoso y elástico: tanto me da un independentista que un filo etarra. Así
define su “colchón” ideológico, y confunde entre ilustres frailes y cambio de
colchones. O sea, que no se debe confundir lo monacal con Lo Mónaco.
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