Antonio Felipe Rubio
Periodista
➤ Las declaraciones del consejero de Salud de la Junta de Andalucía
sobre la verdad de las listas de espera en el Servicio Andaluz de Salud (SAS)
han dado la vuelta a España, sorprendiendo por la abultada manipulación de este
asunto tan sensible para toda la población.
El humor de 'Negligencias médicas' |
En una primera valoración sobre esta lacerante revelación, cabe
felicitarse por la celeridad y apabullante claridad con la que el consejero
aportó datos tan esclarecedores en listas de espera diagnósticas, quirúrgicas y
tratamientos demorados hasta, en algunos casos, el fatal desenlace. Sin embargo,
sin perjuicio de saludar esta información tan relevante, creo que esto confirma
un enorme fracaso; y no sólo en lo que respecta a la pérfida gestión del SAS, sino
en el pastueño, silente y connivente silencio de un gran sector de la sociedad
que, siendo la más perjudicada, ha consentido con singular estoicismo estas
disfunciones.
Todos y cada uno de nosotros ha padecido, tanto en propias carnes
como en las ajenas de nuestros seres queridos, el tedioso y desesperante trance
de las listas de espera y las excusas que se han venido prodigando para una
rápida y exitosa solución al problema de salud que nos acucia. Hemos perdido
horas y paciencia en colas, trámites burocráticos… y viajes a Granada, Málaga o
Sevilla que se han traducido en una inexorable pérdida de tiempo. Tiempo; algo
tan determinante para atajar el imparable proceso que socava irremisiblemente
nuestra salud a la espera de una prueba diagnóstica que, además, extiende el
problema del soma a la psique. Y es que no hay nada que genere mayor tormento
que una larga espera para determinar si ese dolor que nos aqueja es banal o,
por el contrario, es la cuenta atrás a nuestra existencia vital. El diagnóstico
determinado por el médico, una vez interpretadas las pruebas y análisis
practicados, es lo que concluye ese periodo de incertidumbre que,
afortunadamente, gracias al avance de la
medicina y la tecnología, nos abre una ventana de esperanza y la solución a nuestro
padecimiento.
Por tanto, esas listas de espera engrosadas, manipuladas,
demoradas y pervertidas son la mayor agresión que hemos sufrido por unos
gestores dependientes de un gobierno que ha intentado salvar su imagen con este
impresentable embeleco. Todos, algunos más que otros, somos conniventes
culpables al consentir como verdad complaciente -durante tantísimos años- las
continuas apelaciones a la “excelencia” de un modelo que ha convertido en rutilante
propaganda la ocultación de sus vergüenzas. El silencio por aplastamiento y
laminación de las críticas, practicado por un gobierno que ha alcanzado a
controlar infinidad de terminaciones nerviosas de la sociedad andaluza
(control, subvención…miedo), ha propiciado que cualquier discrepancia o
denuncia hacia la “brillante e incuestionable” gestión de la Junta del PSOE se
haya rechazado con el consiguiente calificativo de “fachas, sectarios,
anacrónicos… y contrarios a la inigualable gestión de la Junta de Andalucía que
se desvela en beneficio de los ciudadanos y bla, bla, bla”.
Que ahora se levanten las alfombras con tan asombroso
descubrimiento, revela lo torpes, pacientes, vagos e insensatos que hemos sido.
Hemos pagado con creces una atención sanitaria que, gracias a los verdaderos
héroes (médicos, enfermeros, celadores, auxiliares, técnicos, administrativos)
han salvado muchas vidas quemándose las suyas propias en turnos, consultas y
trabajos extenuantes que han suplido la ineficacia de los directivos
magníficamente estipendiados por su infecta complicidad. Hemos pagado máquinas
en obsolescencia por ineptitud, tratamientos encarecidos por la tardanza y
sufrimiento innecesario en aras de la preservación de una mentira que, conocida
y padecida por todos, no hemos sabido y querido desvelar con el mismo desparpajo
que, a cualquier denuncia, la Junta respondía con una magnífica encuesta de “satisfacción”.
La mentira consentida, y ahora desvelada, es el fracaso de una
sociedad que ha preferido como mal menor la pervivencia de la opción política
que ha instalado a estos políticos falaces -pero muy poderosos- antes que
enfrentarse con toda contundencia y libertad a defender nuestros derechos y
dignidad.
Esta importante y mediática noticia me avergüenza como periodista
por no haber hecho más y mejor allá donde he podido hablar y escribir
criticando lo que todos sabíamos estaba ocurriendo. Y lo peor es que algunos
todavía siguen aplaudiendo y negando la evidencia. Y esa “enfermedad” es
incurable.
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