Manifiesto de una mujer


María José Villegas
Vecina de Roquetas de Mar

➤ Algunas damos el paso de formar una familia por costumbre, cultura, porque es lo que se espera de nosotras. Cada cual tiene sus motivos. Algunas ni siquiera lo esperaban y se encuentran de frente con el dilema, personal y/o laboral, y lo han resuelto de una manera o de otra, no siempre favorable o agradable para la salud física y psicológica.


Aquellas que dan el paso definitivo y tienen hijos se enfrentan a muchas responsabilidades, sin hablar de que en el parto ya hemos pasado una prueba que nos dejará huella y que nos quedará en el recuerdo para siempre. Una experiencia bonita, pero que también puede ser traumática. Que nos pone entre la vida y la muerte. Sí, aunque suene dramático. Preguntad si no a los profesionales de la sanidad, sobre los riesgos que conlleva un embarazo o un parto.
No se puede rendir en un trabajo en el que se nos exige un horario inflexible y extenuante, algunos nocturnos, diurnos compartidos con nocturnos, con escasas horas de descanso entre turno y turno
Nuestra odisea, sin embargo, no acaba aquí, ni mucho menos. Pasamos a pensar en su bienestar dejando de lado el nuestro muchas veces, les damos lo mejor de nosotras, se convierten en nuestro motivo de seguir adelante, pero también en nuestra rutina. Dejamos cosas en el camino muchas de las veces: trabajo, ocio, amigos que llenaban parte de nuestra vida. Digo trabajos, porque muchas de nosotras no llegamos a conciliar el trabajo con el cuidado de los hijos, por mucho que nos quieran decir lo contrario. No se puede rendir en un trabajo en el que se nos exige un horario inflexible y extenuante, algunos nocturnos, diurnos compartidos con nocturnos, con escasas horas de descanso entre turno y turno. Muchísimas sabemos lo que es eso. Aunque eso viene a ser un mal menor, cuando no nos queda otra que depender económicamente. Ahí todavía se puede pasar peor. Muchísimas sabemos lo que eso.

Cuando nuestra prole se hace mayor y tenemos más autonomía, nos sentimos agotadas, pero con ganas de recomenzar. Sin embargo, el mundo laboral nos mira con recelo. Las empresas buscan gente más joven aunque sean menos experimentadas. Ahí tocamos fondo y miramos atrás y pensamos en cómo hubiese sido no haber sido madre. Duele haber dado tanto y haber recibido tan poco del sistema. Las administraciones nos vuelven la espalda. Somos carne de cañón. Saber que esos hijos son los trabajadores del mañana, mientras nosotras caemos en el olvido. Nos ofrecen míseras ayudas que no llegan a la manutención diaria, estamos fuera del mercado, ya no somos útiles. Ahora somos mujeres florero, como nos llamaba cierto escritor de renombre en uno de sus artículos de El País Semanal. Nos detestaba por ser mujeres con un papel pasivo en la sociedad según sus palabras. Me hubiera gustado preguntarle a su madre que pensaba sobre eso. Quizá se hubiera arrepentido de dar a luz semejante ingrato, o quizá, estaría muy orgullosa. ¡Qué atrevimiento el mío! Poner sus palabras en entredicho, cuando es aplaudido y laureado por un medio tan reputado.

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