Multar al vecino por venganza


Emilio Ruiz
@opinionalmeria

➤ Una noticia publicada por este periódico el pasado viernes ha hecho recuperar de mi subconsciente un hecho que parecía perdido para siempre en el baúl de los olvidos de mi cerebro. Era yo un joven maestro que a principios de los setenta iniciaba su vida profesional precisamente en mi pueblo, en sustitución de don Luis Cortés Rodríguez (“Don Luis Coralo”), un viejo maestro instructor de generaciones, que acababa de morir. Entonces era tan humilde el sueldo de un maestro –recordemos aquel viejo dicho de “pasas más hambre que un maestro de escuela”- que la Administración ponía a disposición de los docentes lo que entonces se denominaba “casa habitación”. En realidad, esa vivienda no la necesitaba, pues en el pueblo tenía el domicilio habitual familiar, pero me hice cargo de la llave por si algún día decidía elevar a mayores mi relación, como así fue. Un cabo de la Guardia Civil, que era el Comandante del Puesto, al enterarse de mi situación, me pidió que le cediera el uso de la vivienda para ahorrarse él un alquiler. Intenté hacerle ver que no era posible, primero, por ser viviendas dedicadas exclusivamente para ser ocupadas por maestros; en segundo lugar, porque no tardaría mucho en montar una familia, y tercero, porque no podía disponer libremente de un bien que no era mío, sino de la Administración. Mi respuesta no debió satisfacerle demasiado. A las pocas horas, un boletín de denuncia de 500 pesetas (me suponían entonces dos días de mi sueldo mensual) apareció sobre el parabrisas de mi coche “por estar estacionado obstaculizando el tránsito de vehículos y personas”; o sea, por tenerlo aparcado en un callejón sin salida por donde ni siquiera pasaban los perros. Creo que fue la primera multa de tráfico que se puso en mi pueblo desde que fue creado en 1924. Es una pena que no la guarde enmarcada. Ya, ni vive el cabo, ni existe el cuartel y la vivienda fue derruida. Qué vida.


He tenido este recuerdo a raíz de lo sucedido –siempre presuntamente- a un guardia civil de la Agrupación de Tráfico de la Comandancia de Almería.  El hombre debía de tener algo personal con un vecino suyo porque no se cansaba de ponerle denuncias. Una, por “no respetar las señales de los agentes de la autoridad”. Otra, “por no haberse sometido a la inspección técnica de vehículos (ITV)”. En ambos casos, inventadas, según la fiscalía. De manera tan burda actuaba el agente que se ha podido comprobar que mientras una de las denuncias fue en Retamar, la patrulla del agente andaba por San Agustín, en El Ejido.
Afortunadamente, los tiempos han cambiado, y una actitud de un agente de la autoridad que en otros tiempos no hubiera merecido reproche alguno por parte de las autoridades civiles o judiciales, en esta ocasión está siendo censurada.
Afortunadamente, los tiempos han cambiado, y una actitud de un agente de la autoridad que en otros tiempos no hubiera merecido reproche alguno por parte de las autoridades civiles o judiciales, en esta ocasión está siendo censurada. La propia Comandancia le ha abierto una investigación interna “para depurar presuntas responsabilidades en la intervención del agente de Tráfico”. Y el magistrado Jesús Hernández Columna, titular del Juzgado de Instrucción número Dos de Almería, ha abierto diligencias penales por un presunto delito continuado  de falsedad en documento oficial, agravado por la condición de funcionario público del agente investigado. El fiscal pide una multa e inhabilitación durante seis años. No me digan ustedes que no es hermoso vivir en un Estado de Derecho.

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