Pedro Manuel de la Cruz
Director de La Voz de Almería
➤ Había poco espacio para la duda, pero el viernes, en el patio de
luces del Ayuntamiento de El Ejido, quedó disipada. Escuchaba con atención las
intervenciones de los premiados por este periódico por su Compromiso con la
Industria Agroalimentaria y las del alcalde y la consejera de Agricultura sobre
los problemas del presente y los retos del futuro y fue entonces cuando ese
espacio intranquilo entre la duda y la certeza quedó disipado. Los más de
doscientos asistentes al acto recorríamos con los argumentos de los que
intervinieron conceptos como sostenibilidad social, consolidación del mercado
exterior, ampliación de la penetración de nuestra industria auxiliar en las
estructuras productivas de los cinco continentes, diseño de producciones bajo
el concepto de arquitectura verde, construcción de la autovía del agua y
eficiencia en su consumo, bioeconomía, producción ecológica, lucha integral,
robótica, ingeniería genética, fuente de CO2 para combatir el cambio climático
y otras reflexiones sobre las que habrá que construir el futuro del principal
sector de la economía almeriense -más del 33 por ciento del PIB provincial- y,
andando en esas cavilaciones, no pude evitar volver a una reflexión que comencé
a cultivar nada más conocer los resultados de las elecciones andaluzas: si Vox ganara algún día las elecciones, ¿cuál sería el territorio español que
económicamente más se vería afectado por la ejecución de las medidas que
propone?
Santiago Abascal (Foto: Vox) |
La respuesta nunca podrá ser única (no hay respuestas únicas en
política y en casi nada en la vida), pero tampoco hay mucho espacio para dudar
de que una de ellas habría que situarla en las comarcas almerienses donde,
sorprendentemente, más votos obtuvo y, si el sentido común no lo remedia, más
va a cosechar este partido el 28 de abril. Veamos por qué. El Poniente, la
capital y Níjar se han convertido en el triángulo donde el partido de extrema
derecha obtiene más de 32.000 votos, el 75 por ciento del total de sus apoyos
en la provincia. Un triángulo socioeconómico que se vería extraordinariamente
afectado si Vox llegara a La Moncloa. Su disimulado euroescepticismo resulta
inútil cuando su alineación estratégica y el intercambio de apoyos con Le Pen,
Salvini, Strache, Orbán y el resto de la extrema derecha europea es una
realidad incontestable.
La futurología es una alquimia peligrosa por su alto
riesgo de error, pero ¿se han imaginado quienes los votan en esa geografía
almeriense qué pasaría si el concepto europeo de estos partidos nacionalistas
acabase siendo hegemónico y las fronteras sociopolíticas regresaran a la vieja
Europa?
Hemos olvidado pronto las dificultades extraordinarias con que hubieron de enfrentarse los agricultores almerienses en las carreteras que rodean a Perpiñán
Almería ha viajado desde el subdesarrollo del siglo XIX al progreso del
siglo XXI por muchas razones. Por el trabajo y el esfuerzo y la innovación y el
emprendimiento, las primeras. Pero, junto a tan excelentes cualidades, hay que
situar, sin lugar a duda alguna, la entrada de España en la UE. La memoria es
frágil. Por eso hemos olvidado tan pronto las dificultades extraordinarias con
que hubieron de enfrentarse los agricultores almerienses en las carreteras que
rodean a Perpiñán y los obstáculos interminables con que llegaban a los
mercados europeos y en qué condiciones.
Solo desde la más absoluta desmemoria
puede ignorarse que un regreso a la vieja Europa fronteriza, aunque fuese más o
menos matizado, acabaría provocando un clima de obstruccionismo a la libertad
de mercado que ahora nos favorece. Pensar que los agricultores franceses
asistirían con la misma actitud con la que asisten desde la entrada de España
en la UE como miembro de pleno derecho al paso de los productos agrícolas
almerienses por su territorio supone, a quien lo defienda, una candidez
conmovedora.
Las fronteras siempre han dividido y la división acaba
irremediablemente en enfrentamientos y, no seamos ilusos, los agricultores
franceses acabarían teniendo la llave de nuestra logística de comunicaciones
para la exportación. Pero junto a este presumible riesgo de intereses
nacionalistas, hay que añadir otro de no menor cuantía. Los fondos europeos han
financiado no solo las autovías que nos conectan con los mercados europeos;
también lo han hecho con proyectos de innovación para las empresas agrícolas y
tecnológicas, situando a nuestra provincia, gracias a nuestra capacidad
innovadora pero, también, a su apoyos financieros y estratégicos, en el
liderazgo hortofrutícola.
Vox no ha hecho pública ni una sola idea, ni una sola reflexión, ni una sola propuesta
Pues bien, de todos estos factores tan determinados
en la producción, que habrá de cumplir de forma permanente las máximas
exigencias que imponen los consumidores europeos, como en la comercialización y
sus retos de futuro, Vox no ha hecho pública ni una sola idea, ni una sola
reflexión, ni una sola propuesta. Su discurso en ese triángulo donde cosecha
sus votos no ha ido mas allá de la defensa de la bandera, la consideración
falangista de España como una unidad de destino en lo universal (que a ver qué
significa eso) y echar a 52.000 inmigrantes ilegales de Andalucía, cifra que
podían haber aumentado o disminuido a su inconsistente criterio porque nadie
sabe con certeza el mapa sociolaboral de quienes han llegado desde la otra
orilla del Mediterráneo.
El voto es libre, pero haríamos bien todos en pensarlo
dos veces. No vaya a ser que, como le dijo Sancho a Don Quijote, algunos “vendrán
por lana y saldrán trasquilados”, o, como decía ayer otro Quijote del teatro, José
Sacristán, en La Vanguardia, “agitar banderas mueve el corazón, pero paraliza
el cerebro”.
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