Pedro Manuel de la Cruz
Director de La Voz de Almería
➤ La vida (y la muerte) es cruel y la
política, despiadada. Después de unas semanas con el viento a favor, un manotazo
herido, un golpe helado, un hachazo invisible (como se duelen los versos,
siempre bellísimos, de Miguel Hernández) ha cambiado el rumbo de la travesía en
calma por la que navegaba la política sanitaria del nuevo Gobierno andaluz. La
muerte de una mujer en la espera injustificada e injustificable durante más de
dos horas en las urgencias de Torrecárdenas ha vuelto a revelar la necesidad
que tenemos los almerienses de rebelarse contra la acumulación de carencias
asistenciales a las que, como una sentencia, llevamos condenados desde hace mil
años y un día.
Dolores murió en la soledad abandonada de un pasillo aglomerado de gente mientras esperaba la asistencia que nunca llegó
Dolores murió en la soledad abandonada de
un pasillo aglomerado de gente mientras esperaba la asistencia que nunca llegó.
Quiso el destino que ese mismo día de su adiós en la soledad sonora del olvido
(¿hay algo que provoque más ruido en la conciencia que la ausencia de
auxilio?), los almerienses conociéramos el fallo judicial por el que
Emergencias debía indemnizar a la familia de Antonio, un vecino de Sierro al
que la muerte le llegó después de esperar cuatro horas una ambulancia tras
haber sufrido un ataque cardiaco. A veces el azar es trágico.
Hospital de Torrecárdenas (Foto: Loa) |
Pero no es el lamento, o solo el lamento,
lo que debe acompañar a la tragedia. Lo que debe acompañarle, también, es la
reflexión y es, desde esa exigencia ética, desde la que deben abordarse las
soluciones que impidan la repetición de situaciones tan dramáticamente
irremediables.
Las muertes de Antonio hace seis años y
de Dolores hace seis días (y la de otros que habrá habido entre aquel pasado y
este presente provocados por, tal vez, escasez de medios) lo que pone en
evidencia es la carencia de recursos humanos y técnicos que, como una
enfermedad crónica y, a veces, letal, padecen los ciudadanos y quienes les
cuidan.
Lo que nadie puede negar es que si en el Almanzora hubiese habido más ambulancias y en Torrecárdenas más médicos quizá Antonio y Dolores no hubiesen fallecido
La investigación y los forenses han
dictaminado y dictaminarán las causas que provocaron tan lamentables
desenlaces; doctores tiene la Medicina y el Derecho para hacerlo. Lo que nadie
puede negar es que si en el Almanzora hubiese habido más ambulancias y en
Torrecárdenas más médicos quizá Antonio y Dolores no hubiesen fallecido. Es un
´quizá´ lleno de incertidumbre y duda, pero entre la vida y la muerte hay que
llegar hasta el último rincón para que en el campo donde se libra la batalla
final la última no llegue con ventaja sobre la primera.
Solo desde la parcialidad del sectarismo
puede negarse que la provincia de Almería ha vivido en las últimas décadas un
salto espectacular en la calidad y cantidad de sus servicios sanitarios. Pero
esta verdad -incontestable sobre el mapa sanitario existente- también puede
ser contestada por otra realidad, la demográfica, que pone en evidencia cómo la
mejora en el nivel de las prestaciones no ha ido acompasada con el aumento de
la población. Los recursos sanitarios han llegado en menor cuantía que el
volumen de demandantes.
Si las ratios asistenciales eran
escandalosas hace unas décadas, su mejora siempre ha ido por detrás de las
necesidades reales. Cuando se parte de una precariedad extrema es muy difícil
llegar a ese compás irrenunciable. Difícil, pero no quimérico.
La sanidad y la educación son los dos
pilares sobre los que se construyen las sociedades avanzadas. En esta base de
bóveda descansan todos los demás factores que contribuyen a consolidar un país
moderno y descuidar su respaldo presupuestario por insensibilidad, impericia o
torpeza es un pecado capital que condena al infierno del abandono a cualquier
gobierno que lo cometa. La vida y la muerte nunca debían tener precio en la
matemática de los recortes presupuestarios.
En Almería, antes y ahora, contamos con
excelentes profesionales sanitarios, pero no es menos cierto que, antes y ahora
también, vivimos bajo la amenaza por carencia de los medios humanos y técnicos
que una provincia con setecientos mil habitantes exige.
Y en esta exigencia debían coincidir
quienes nos gobiernan y quienes nos gobernaron. Insinuar de forma sutil o
explicita, como hizo el PP que la muerte de Antonio en Sierro o el PSOE con la
de Dolores en Torrecárdenas, a los gobiernos de entonces o de ahora es un
ejercicio de demagogia insensato. Primero porque es falso; después porque el
argumento cae sobre ti cuando cambia la posición en el escenario político.
No jueguen con la salud ni con sus
profesionales. Abandonen tanta temeridad por ética social. Pero, sobre todo,
por la memoria de Antonio y Dolores y para que las situaciones que provocaron
su desamparado (y, ¡ay! quizá remediable) adiós a la vida no vuelva a
repetirse.
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