Antonio Felipe Rubio
Periodista
Espero que los debates televisivos no hayan decantado el presunto y abultado
filón de indecisos hacia la opción más telegénica, la ocurrencia más atrevida o
la descalificación más lacerante. Decidir el voto no es fruto -como dicen
algunos analistas- del éxito de la estrategia en el planteamiento de un partido
de futbol o un combate que se salda por KO o a los puntos.
Lo importante es votar |
Si ha decidido que los que van a decidir por usted,
inmiscuyéndose en su vida y hacienda, son los que tuvieron una noche acertada
en oratoria y efectismo, allá usted. Antes, le sugiero una breve reflexión.
Aparte del intercambio de libros, atrezzo de atril,
apelaciones a la humildad, admoniciones oportunistas, displays coloridos,
predicadores conversos… también están las propuestas, soluciones a los
problemas y planteamientos audaces. Ahora, recuerde cuáles fueron las
afirmaciones determinantes que le afectarán en su vida, trabajo, familia, patrimonio, libertad…
Sólo le pido que rememore, si le es posible, una sola de las propuestas por
cada uno de los intervinientes; tanto vale evocar una sola propuesta, ya sea
positiva o negativa de cada candidato. Si logra extraer algunas conclusiones
racionales, habrá conseguido engrosar esa minoría que ha evitado la
manipulación del destello ensayado y la alambicada sobreactuación.
El cine se desarrolla con la trama, argumento
estructura y desenlace. Una buena actuación sobre un excelente guion nos puede
emocionar o entretener, pero es ocioso salir de ver una sesión cinematográfica
de acción esperando que Chuck
Norris nos saque del apuro que nos atormenta en la vida real.
Hay mucha ficción en las promesas cargadas de
voluntarismo. Sin embargo, las campañas son, en esencia, efectismo y eficacia
supuesta. Para discernir entre la eficacia y el efectismo hay que llevar a la
práctica la teoría, y eso nos puede llevar cuatro años de éxito o, por el
contrario, de sacrificio y sufrimiento. No obstante, en algunos dirigentes existen
precedentes indiciarios de la capacidad de gestión, prestigio, garantía y
comportamientos homologables en democracia y Estado de derecho.
La exigua síntesis de la actual confrontación electoralista nunca
ha sido tan nítida y simple: Las izquierdas quieren echar a las derechas, y las
derechas quieren desalojar a las izquierdas.
El problema radica en quién se erige en tótem de la derecha o quién es el jefe
de las tribus de la izquierda. Y surge una nueva pregunta: Si no hay un líder
inequívoco de la derecha ni de la izquierda ¿cómo van a liderar toda una
nación? Especialmente, cuando no tenemos (no tienen) claro el concepto de
nación; no sabemos aún si los de aquí tenemos los mismos derechos que los que
vienen de aquella manera; si seguiremos siendo los mismos o algunos se
marcharán del mapa político; si podremos mantener nuestra propiedad; si nos
podremos llegar a entender en un mismo idioma…
La entelequia y el embeleco de las presuntas
ideologías de los que ayer “emergieron” para aplastar a la casta casposa, hoy se han convertido
en acomodados virreyes de la democracia cuartelera impuesta en un sistema
piramidal que se alimenta de filias, fobias y otros vínculos afectivos.
El bloque de las izquierdas incorpora una importante
brigada de obras de demolición del actual sistema. El problema es que, una vez
destruido lo que hoy conocemos, no hay proyecto alguno para las
pretendidas reformas. Para
el bloque de la derecha también hay reformas que hacer, pero manteniendo la
estructura principal y un techo que nos cobije.
Miedos En cuanto a los miedos
que se instilan desde la izquierda por el “peligro” de que llegue la derecha, comparen cómo les va a las
lamentables experiencias comunistas, socialistas y populistas que han logrado
diezmar a países con indudable potencial y alcanzando los más execrables
niveles de libertad, quedando sólo la administración de la miseria. La derecha
ya ha llegado a Andalucía,
y no se puede decir que hayamos caído en desgracia; todo lo contrario, se ha
descubierto la verdadera cara de la falacia en la gestión “estelar” de la
izquierda y, como viene siendo habitual, es la derecha la que restituye,
arregla y dignifica los desmanes observados en listas de espera, derroche y
otras nefastas cualidades que se escondían tras el disfraz de progresismo y
eficacia.
Estas sí son diferencias más productivas y
orientativas para decidir un voto útil antes que fiarlo a una afortunada
interpretación en un plató de televisión.
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