Alfonso Rubí Cassinello
Focal
Hace algunos días un artículo de Ideal, un par de
programas de Canal Sur y
el de Ana Rosa en Telecinco han
contado la historia de Pilar
Miralles. Tiene 84 años,
es viuda y vive en el Barrio Alto desde
1979. Ahora quieren expropiarle su
vivienda por 14.855 euros. Ha decidido no entregarla y luchar
contra esta tremenda injusticia que puede dejarla en la calle con la escuálida pensión de su
marido, Rafael, que trabajó en la construcción durante toda su vida.
Llevaban varios años casados cuando decidieron comprar
una casita en la calle del Olmo nº
12 del Barrio Alto. Tenían dos hijos, porque la tercera había fallecido
antes de que se mudaran aquí. Se instalaron en el reducido espacio de una
planta baja en la que habían invertido todo lo que tenían ahorrado hasta ese
momento. Los conocimientos adquiridos en las obras permitieron a Rafael ir
adecentando y mejorando el espacio disponible.
Con nostalgia Pilar recuerda como lucharon contra las
dificultades de una vida complicada. La obra de la casa fue avanzando por
partes. Empezaron por embaldosar el suelo de tierra y hacer un hermoso cuarto
de baño con su amplio pozo séptico. Él excavaba y ella sacaba la tierra en
capazos. No era difícil vaciarlos, porque en el entorno había casas
abandonadas y convertidas en basureros insalubres, o en improvisados vertederos
como en este caso.
Después se lanzaron a construir una planta alta, a
base de tiempo, dinero y esfuerzo. De acuerdo con las instrucciones de su
marido, ella mezclaba y amasaba el cemento y la arena, mientras él colocaba los
ladrillos, los bloques y viguetas, el tarquín y el asfalto en el terrao. los
suelos y azulejos, carpinterías, instalaciones,… Nadie les requirió un proyecto
técnico ni una licencia que no hubieran podido pagar. Así su hogar llegó a
tener 96 m2 de superficie.
Los dos hijos crecieron y se casaron. Como habían
conseguido cierto desahogo compraron un coche y construyeron una cochera. El
resto de la planta baja lo ocupaba una amplia habitación interior que servía de
trastero, vestidor y ocasional dormitorio para los hijos o nietos que pasaban
allí alguna noche. La planta alta era mucho más luminosa y confortable.
Ayudaron a su hija a comprar una casa enfrente de la
suya, y su yerno compró la de al lado. Rafael las unió y amplió; las
necesidades de los hijos nos acosan cuando parece que hemos controlado las
nuestras, y nos complican la vida: su yerno decidió presentarse a concejal de
su pueblo (todos son de Olula de
Castro) y se empadronaron allí para poder votarle. Rafael era socialista
y su yerno se presentaba con el PP, pero por los hijos se hace lo que sea.
Hace cinco años su marido enfermó con una ceguera
progresiva. Las escaleras que separan las estancias del baño se convirtieron en
un obstáculo insalvable. Su hija les hizo mudarse a la planta baja de su casa
de enfrente. No les daban licencia para instalar un baño adaptado, pero
la ONCE lo financió y
lo construyó sin permiso. Pilar cruzaba la calle varias veces al día para
mantener su casa limpia y cuidar sus animales, sus mascotas como se les llama
ahora.
Hace dos años Rafael murió y diez meses después su hijo. Su hija no dejó
que Pilar volviera a su casa hasta que se recuperara de la depresión que le
habían producido ambas pérdidas, Entonces empezó a recibir comunicaciones que
no entendía. Con jerga jurídica le decían que su casa estaba abandonada y que
sólo le iban a pagar la superficie que compró, porque la ampliación no estaba
registrada. Por lo tanto su valor era 14.855 euros. Alegó que tenía pagadas las
contribuciones y el IBI al día por la totalidad de la superficie real y le
contestaron que había presentado las alegaciones fuera de plazo. Se ha negado a
entregar su casa y a irse, pero la depresión se le va acentuando y llora abiertamente
su cúmulo de desgracias.
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