Antonio Felipe Rubio
Periodista
➤ Echando mano de la inestimable colaboración de mi contertulio
Rafael Martos, he podido conocer algunos conceptos como “jutba”, algo parecido
a una arenga socio-político-religiosa que el imam almeriense dirigió a los
fieles musulmanes con motivo de la culminación del Ramadán “Aid El Fitr”. En la
citada jutba hubo unas extensas palabras en árabe que me han podido traducir
someramente, pero hubo un momento especialmente dirigido a otra audiencia; ya
saben el dicho popular “háblame en cristiano para que te entienda”. Y, sí, ya
lo creo que se le entendió: “Hermanas y hermanos, hoy en día los musulmanes
estamos unidos. Si alguien amenaza a un musulmán, representaría una amenaza a todos
nosotros (…) Está prohibido que cualquier musulmán trabaje para Vox y esos
partidos del racismo y la xenofobia. Es una vergüenza, es un escándalo ver a un
musulmán trabajar a favor de Vox o uno de los partidos que están en la misma
ideología del racismo y la xenofobia”. Por cierto, ¿a quién se referirá con “y
esos partidos del racismo y la xenofobia”? ¿También PP, C´s…?
Posteriormente -ya en árabe- invitó a los presentes a hacer todo
lo posible para evitar el avance de esta fuerza política, insistiendo en la
prohibición y “pecado” que supone trabajar para la gente de Vox. Además, me
cuentan otras cosas más gruesas que prefiero no trasladar por no contar con una
traducción “oficial”; aunque agradezco la síntesis que se me ha proporcionado.
Hace poco tiempo nos hemos dotado, dentro del garantismo que nos caracteriza, del delito de odio |
En el entendido de que cada uno, según su credo e ideología, puede
hacer lo que crea más consecuente y acorde; no obstante, hay circunstancias en
las que habría que evitar la severidad en el tono y en el fondo de incendiarios
discursos que evidencian refractarias posiciones ante convicciones diferentes.
Aquí y ahora, a muchos se nos ha condecorado con el racismo y la
xenofobia por el simple hecho de llamar la atención en la cola de la caja del
súper a individuos que se saltan la fila con descaro y desprecio. La más mínima
admonición en aras de un poquito de urbanidad ha dirimido en un airado insulto
o el despectivo desdén.
Individuos de ciertas etnias se han prodigado en rebasar las
líneas que delimitan el derecho y el deber. Ahora lamentamos que se haya
superado el límite de la presunta y recurrente apelación a la discriminación
por razón de etnia y religión que, en casos extremos, se ha convertido en
excusa para agredir físicamente a un sanitario por no prestar atención
preferente o exigir a los maestros que no mencionen en clase las cualidades
organolépticas del jamón serrano.
Hace poco tiempo nos hemos
dotado, dentro del garantismo que nos caracteriza, del delito de odio. Este
delito es raro que observe el principio de reciprocidad al contemplarse una de
las partes intervinientes en la presunta comisión del delito como “la más
débil” y, consecuentemente, siempre habrá mayor carga delictuosa en el nativo
que en el que acaba de llegar. Y para esto hay que exponer algún ejemplo de
cambio de escenario.
Imaginen al párroco en el sermón dominical diciendo: “Si alguien
amenaza a un católico, representaría una amenaza a todos nosotros (…) está
prohibido que cualquier católico dirigente o militante de Vox trabaje para un
musulmán y esos partidos del racismo y la xenofobia. Es una vergüenza, es un
escándalo ver a un católico militante de la derecha trabajar a favor de un
musulmán o uno de los partidos que están en la misma ideología del racismo y la
xenofobia”. Bueno. El sermón del cura se habría emitido “Al rojo vivo” hasta
alcanzar el punto de fusión. Y, sin duda, al párroco le habría llegado la
inmediata citación por delito de odio… y una hondonada de hostias por parte de
los partidos que suelen abrigarse en junio con el pañuelo palestino, celebran
la Navidad con evocadoras figuras de un derribo y en Semana Santa procesionan
un coño por las calles.
Las nuevas Sodoma y Gomorra de la condenación, citadas en ciertas
“jutbas”, son las que han quitado mucha hambre y miseria del Magreb y el África
negra. Y los votantes de Vox en El Ejido, Roquetas, Vícar o Níjar seguirán
votando o cambiarán el voto cuando lo crean oportuno. Es cuestión de libertad
en democracia.
Estigmatizar, señalar y
condenar no es la mejor opción para la integración. Y aquí nadie se opone a la
inmigración legal, reglada y ordenada. Otra cosa es aceptar de buen grado
amenazas que en nada contribuyen a entendernos en árabe o en “cristiano”.
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