Pedro Manuel de la Cruz
Director de La Voz de Almería
➤➤➤ Cuando Ramón Fernández-Pacheco regresó de
Madrid después de asistir como derrotado a la clausura del congreso nacional
del PP no fueron pocos los que se aventuraron a pronosticar un futuro sombrío
para quien, rompiendo la inútilmente disimulada consigna de votar a Pablo
Casado, se había atrevido a continuar profesando la fe sorayista defendida desde el principio de la
contienda en contra del criterio mayoritario de sus compañeros de partido en la
provincia.
Juan José Bonilla, candidato a alcalde de Vox en El Ejido (Loa) |
En aquel mediodía de julio, Ramón (no es
descortesía, le gusta que le llamen así) había comenzado a recorrer las arenas
movedizas de la incomodidad que provoca situarse extramuros del altar del
vencedor. El acalde de Almería, o mejor, su posicionamiento en las primarias,
había sido derrotado, pero quienes auguraban un futuro incierto para los que
habían compartido la trinchera enemiga olvidaron que ser derrotado no es lo mismo
que estar vencido y que la distancia que separa los dos conceptos depende de la
volatilidad de la aritmética electoral. La política es un teatro en el que el
éxito de los protagonistas, siempre efímero, depende de la opinión de quien
asiste a la función desde el patio de butacas.
Francisco Góngora, alcalde de El Ejido, ha jugado con fuego y nadie le garantiza el control de las llamas
Han pasado diez meses desde ese último
verano y Ramón es desde el 26 de mayo y, más aún, desde el pasado sábado,
el vencedor indiscutido (no
el único, pero sí el que más) de la política almeriense. Y lo es no solo porque
el resultado obtenido lo ha situado como el candidato del PP más votado entre los que se presentaron en las 52
capitales de provincia de España, sino porque, con una sutileza
solo equiparable a su determinación, ha cosechado una mayoría absoluta de 17
concejales de los 27 que componen el pleno de la capital, logrando el respaldo
de los dos concejales de Ciudadanos y de los dos de Vox sin hacer concesión
alguna a ninguno de los dos partidos.
Roquetas y El Ejido, los otros dos ángulos
del poderosísimo triangulo del PP en Almería, van a ser gobernados por equipos
conformados por concejales del PP y Vox de acuerdo con los pactos alcanzados en
esos dos municipios, mientras que el gobierno de la capital está formado solo
por concejales del PP. Nunca sabremos (o si; el tiempo acaba por desvelando
casi todo) si los acuerdos alcanzados tuvieron en la necesidad de un mandato a
salvo de sobresaltos su causa o fueron la consecuencia del pacto madrileño que
obligó al PP a pactar con la extrema derecha allí donde hiciera falta para
alcanzar alcaldías, circunstancia que no se daba ni en Roquetas ni en El Ejido
por no haber mayorías alternativas en ninguno de los dos municipios. Gabriel Amat es un político de
largo circuito y las circunstancias de Roquetas no hacen previsible un mandato
excesivamente complicado. Amat detesta tanto el conflicto que ha hecho de la negociación una norma de
obligado cumplimiento, aunque, a veces y como en toda norma, haya
tenido que enfrentarse a algunas excepciones. Dará a los concejales de Vox el
espacio que considere oportuno y estos, sea cual sea ese espacio, le
corresponderán con generosidad.
Vox en Almería es, en casi todos los municipios donde está presente, la marca blanca del PP, antiguos militantes que un día se alejaron de la casa común
La situación de
El Ejido es distinta. Góngora ha jugado con fuego y nadie le garantiza el
control de las llamas. El viento que las alienta es tan consistente y tiene
tantos orígenes que nadie sabe hacia donde puede dirigirse las llamas. La
presencia de Vox en el pleno ejidense, cuantitativamente significativa, pero no
determinante -nunca podrá conjurarse con el PSOE y Ciudadanos para construir
una alternativa a la mayoría del PP-, tiene un componente emocional que la hace
imprevisible. La crisis abierta esta semana con la designación del diputado
provincial ignorando hasta el desprecio a la dirección provincial y nacional es
un síntoma revelador de que Vox no va más allá de una acumulación de emociones
puntuales, intereses personales y desorientación generalizada en el que la
trama civil y militar llevan compitiendo meses (a veces bajo el aliento de
algunos agentes dobles) por los candidatos pasados y por las concejalías y los
sueldos futuros. Solo han atisbado la periferia del poder y ya han convertido
esta cercanía en un campo de batalla sin cuartel, pero lleno de bajas. Gongora solo o instigado por otros ha
tomado una decisión y el futuro desvelará si no ha alentado las
intenciones de quienes buscan hacer saltar la chispa en un escenario lleno de
gasolina.
Vox en Almería es, en casi todos los
municipios donde está presente, la marca blanca del PP, antiguos militantes que
un día se alejaron de la casa común y que, mas temprano que tarde, acabarán por
volver. La extravagancia es
efímera y quienes salieron de excursión ideológica henchidos de
patrioterismo regresarán pronto al lugar del que partieron.
El alcalde de Almería, como los de
Roquetas y El Ejido lo saben, pero ha sido el único que ha querido llegar a
puerto sin coste alguno. Quizá en Madrid no lo entiendan o, mejor, no lo quieran
entender. Ramón ha hecho lo que
quería hacer sin pagar hipotecas que pueden acabar pasando al cobro un alto
interés; tan alto como el interés personal de quien tiene en la
patria y la bandera el mejor salvoconducto para llegar con un buen sueldo a fin
de mes.
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