Antonio Felipe Rubio
Periodista
➤ No contábamos con este anticipo. Ya se anunció el adelanto de los
festejos taurinos en los primeros días de la Feria de Almería, pero no
esperábamos contar con la “atracción” del AVE que, dicho sea de paso, nos va a
costar como un concierto de AC/DC.
El AVE llega a Granada (Foto: Telemadrid) |
Tener la primera experiencia del AVE para provincias atrasadas en
esta facilidad de transporte ferroviario nos sale a 84,10 euros por cabeza. Eso
sí, hay que subir al tren regional Almería-Sevilla; llegar a Granada; bajar del
tren y esperar la salida del AVE Granada-Madrid. A la experiencia de subir al
AVE -tal que un moderno cacharrico de feria- se suma el confort y la rapidez:
por 84,10 euros llegamos a Madrid con nada menos que ¡tres minutos de adelanto!
Claro, siempre hay que contar con la inminente “Tarifa Alcazaba”, una
modificación que Renfe pretende incorporar a primero de julio para el enlace
Almería-Madrid, que actualmente sale por 47 euros, y que la compañía
ferroviaria aún no sabe si pondrá a la venta esta ventajosa oferta entre 25 o
30 euros. Pero no se apresuren a saludar. Esta oferta sólo es válida para el
Talgo. Para el AVE de Granada hay que seguir soltando los 84,10 euros
anteriormente mencionados.
Una vez más, a Almería se le olvida, y es la provincia impronunciable para el Gobierno del progreso, grandes avances tecnológicos… y bla, bla, bla
Me pregunto qué estamos
haciendo mal o qué mosca nos ha cagao para que una de las provincias con mejor
PIB y la mejor tasa de reposición a las inversiones realizadas, tenga que
soportar la infame espera y las humillantes displicencias de personajes como el
ministro Ávalos que, hablando de “desdén”, nos obvia en los cronogramas y
compromisos establecidos para la llegada del AVE a Almería o, por lo menos,
mencionar una agilización de las obras para acelerar el calendario. Todo lo
contrario. Una vez más, a Almería se le olvida, y es la provincia
impronunciable para el gobierno del progreso, grandes avances tecnológicos… y
bla, bla, bla.
Y vuelvo a preguntarme qué paso, que efectos produjo, qué
compromisos se alcanzaron con la Mesa de las Infraestructuras, Mesa del
Ferrocarril, clamores varios y populosas romerías. Y la respuesta que me asalta
es una: hemos perdido audacia social. La audacia social alguna vez se puso de manifiesto y obtuvo
resultados evidentes con la campaña “Almería sin salidas” y la “Burromarcha”.
Sin sindicatos; sin políticos; sin intereses personalistas y sin ambiciones
bastardas, un sector de la sociedad civil se puso a trabajar con objetivos que
no tenían la componente que ahora nos asuela: la melancolía.
Una mesa con sindicatos, políticos y aspirantes a la notoriedad siempre estará condenada a mirar hacia los rivales ideológicos para criticar
Las cosas que nacen de la sociedad suelen tener respaldo social.
Y, si además, se hacen sin el criterio limitante de la caución sectaria, es más
probable el éxito. Es decir, no se pueden poner en marcha iniciativas
reivindicativas en las que el pasteleo político sea un factor limitante. Una
mesa con sindicatos, políticos y aspirantes a la notoriedad siempre estará
condenada a mirar hacia los rivales ideológicos para criticar, pero con la
mesura que no provoque que también te devuelvan tus propias ineptitudes.
La audacia se demuestra con inteligencia, y se asegura el éxito
con la independencia. Por el contrario, en las decisiones políticas audaces se
mira la rentabilidad partidista, y eso, rara vez es un beneficio para el
interés general. Miren ejemplos de audacia, contumacia, persistencia y
resistencia: Pedro Sánchez o Pablo Iglesias; o lo que es igual, sacar la cabeza
a pesar del daño infligido cuando gobiernan o pretenden, a toda costa y como
sea, gobernar.
La audacia social que hemos perdido o que quedó latente y
frustrada también es la consecuencia del escaso reconocimiento social brindado
al esfuerzo realizado. Nadie recuerda ni homenajea a los inspiradores de
aquellas campañas exitosas diseñadas con argumentos muy contundentes en
marketing y oportunidad que consiguieron remover conciencias, afear conductas
de pastueños dirigentes y, por supuesto, granjearse enemistades y odios
africanos. Y no voy a ser yo, uno de los implicados, quien pida reconocimientos
para los que son y fueron mis amigos en la trinchera de la reivindicación,
aunque sí me permitiría recordar que podríamos ser mínimamente agradecidos dedicando
una calle a D. José Vallejo Osorno, uno de los máximos responsables de la
campaña que consiguió, por lo menos, adelantar las autovías en Almería y
eliminar el puente de Rioja, insultante obstáculo que mantuvo limitado el
trasporte por carretera de nuestra principal fuente de riqueza.
Mientras tanto, en la persistente inutilidad de la reivindicación
sobreactuada y la esperada mirada complaciente de los señoritos de la ideología
afecta, seguimos a la espera de aquella audacia perdida que algún día nos
ofreció la dignidad de ser oídos y atendidos con voz propia y sincera.
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