Moisés S.
Palmero Aranda
Educador
ambiental y escritor
➤➤➤ El humo que
coronaba la Sierra de Gádor este fin de semana ha dado lugar a muchas tertulias
a la orilla de la playa, en los paseos marítimos, en las redes sociales. Todos,
y no hay que tener una sensibilidad especial por la naturaleza, sabemos las
consecuencias ambientales que producen estas catástrofes, porque conocemos la
importancia de las plantas para limpiar la atmósfera, para evitar riadas, para
generar vida a su alrededor, para atraer la lluvia y recargar nuestros
acuíferos.
El incendio, visto desde Calar Alto (La Voz) |
Estoy seguro de que en cada una de esas conversaciones se han escuchado lamentaciones por la sequedad del terreno, por las
consecuencias ya visibles del cambio climático, por la falta de conciencia de
la sociedad para intentar implantar las urgentes soluciones que nos den un poco
de esperanza, por las inexistentes políticas para reforestar las sierras... En
muchas de ellas se habrá señalado como culpables a las Administraciones por
falta de iniciativa, a los insensatos que provocan estás catástrofes, al ritmo
de vida que llevamos y que nos hace acordarnos de Santa Bárbara solo cuando
truena.
A mí el humo
me trajo a la memoria la mítica y legendaria frase de Eduardo Galeano que nos
invita a la acción: Gente pequeña, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el
mundo. Y si me acordé de él fue porque durante este último año mucha gente
pequeña ha hecho cosas pequeñas en esa Sierra de Gádor, y quizás, cuando han
sabido que estaba ardiendo, se han sentido desmoralizados, aunque estoy
convencido de que el desaliento les ha durado muy poco y ya estarán diseñando
próximas acciones.
A mi mente vinieron los alumnos del CEIP Federico García Lorca de las Cabañuelas de Vícar que durante todo el año han estado buscando apoyos y colaboradores para continuar un precioso proyecto que tiene como objetivo reforestar la Sierra de Gádor para recargar los acuíferos del Poniente
A mi mente
vinieron los alumnos del CEIP Federico García Lorca de las Cabañuelas de Vícar
que durante todo el año han estado buscando apoyos y colaboradores para
continuar un precioso proyecto que tiene como objetivo reforestar la Sierra de
Gádor para recargar los acuíferos del Poniente, que tanto nos han dado y tan
deteriorados tenemos. Plantaron unos cien árboles, lanzaron bombas de semillas,
participaron en programas de radio, dieron una charla en la Universidad,
involucraron a cooperativas, casas de semillas, Ayuntamientos y muchos
particulares. Me gustaría decirles que el fuego no llegó a sus árboles y que
ahora más que nunca no pueden abandonar el proyecto. Necesitamos de su ilusión,
de su impulso, de su poder de convocatoria para ponernos manos a la obra.
Me acordé de
los más de treinta universitarios que con el Proyecto Ecocampus fueron en el
mes de noviembre a plantar unos doscientos árboles, impulsados y alentados por la
iniciativa que antes comentábamos. Me acordé de
los compañeros del Grupo Ecologista Andarax, que durante las fiestas de Navidad
enterraron cinco mil bellotas con la ilusión de que brotasen. Tres visitas
hicieron a la Sierra, acompañados de todo el que quiso acompañarlos, para
llevar a cabo la acción. A ellos, el fuego no conseguirá doblegarlos y seguirán
haciendo cosas pequeñas como lo han hecho en los últimos treinta años.
Me acordé de los ornitólogos aficionados que se levantaban a las cuatro de la mañana para comprobar el estado de la población de la Alondra Ricotí, un ave rarísima de ver
Me acordé de
los ornitólogos aficionados que se levantaban a las cuatro de la mañana para
comprobar el estado de la población de la Alondra Ricotí, un ave rarísima de
ver, porque salta más que vuela, porque es uno de los paseriformes más
amenazado de toda Europa, porque posee
un comportamiento muy esquivo y que desgraciadamente con el fuego ha perdido
uno de esos pocos reductos donde aún podíamos verla.
Me acordé de
todos ellos, de sus titánicos esfuerzos para sacar sus pequeñas acciones
adelante, del tiempo empleado, de los recursos invertidos, de su fuerza de
voluntad, de su pasión, de su convencimiento, de su constante ejemplo.
Me acordé de
ellos y de tanta gente pequeña que continúan haciendo cada día cosas pequeñas.
De los cuentacuentos que durante todo el año hablan de los incendios forestales
y de las basuras en el mar; de los que se organizan para vigilar las playas
ante una posible nidificación de tortuga boba; de los que salen a navegar para
mostrarle a todo el que quiera escucharlos que el lugar de los cetáceos es el
mar; de los que organizan limpiezas de playas, de espacios protegidos, semanas
de la Posidonia, itinerarios por Punta Entinas Sabinar…
De cada uno
me acordé, porque por desgracia son muy pocos. Necesitamos más gente pequeña,
haciendo cosas pequeñas, porque lamentarse no es la solución, hay que pasar a
la acción, poner nuestro granito de arena para conservar lo que tenemos, que es
mucho y no lo valoramos.
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