Pedro Manuel de la Cruz
Director de La Voz de Almería
⏩ Después de varios años viviendo peligrosamente en el abismo que
despeña a los infiernos de la Segunda B, la compra del Almería por Turki
Al-Sheikh -tan inesperada (nadie supo nada hasta el último minuto), como
apresurada (todo se hizo en apenas 48 horas)-, ha provocado en la afición un
clima de euforia cercana a la primera puerta del paraíso. En apenas dos meses,
el Almería ha pasado del desasosiego permanente que padece quien está condenado
a soñar solo con la permanencia a la esperanzada posibilidad de regresar a la
gloria de Primera.
Turki Al-Sheikh (La Voz) |
Como, en casi todo, el dinero -más de treinta millones de
euros invertidos desde agosto en compra y fichajes- ha obrado el milagro. Lo
que nadie ha alcanzado todavía a encontrar son las respuestas a los
interrogantes que han provocado ese milagro. ¿Por qué un ministro de Arabia
Saudí se fija en el Almería? ¿Qué le mueve a decidir que sea un equipo
deprimido el objeto de su deseo? ¿No había otros clubes con mejor y mayor
afición más atractivos? ¿Quién pone al equipo en el escaparate para atraer su
atención?
El fútbol es hoy un espectáculo trufado de intereses en el que la emoción y la economía transitan por el mismo camino
Son algunas de las preguntas sin respuesta que resulta inevitable
plantear si se mira más allá del primer círculo virtuoso en el que, desde la
llegada del capital saudí, está situado el equipo y sus entornos. Nadie, o para
ser mas precisos, solo los nostálgicos de aquel tiempo de olor a linimento y
campos marcados con cal sobre tierra recién mojada, puede resistirse a aceptar
que el fútbol es hoy un espectáculo trufado de intereses en el que la emoción y
la economía transitan por el mismo camino.
La distancia entre la búsqueda de un
gol y la satisfacción de encontrarlo es directamente proporcional al dinero que
se ha pagado por el jugador que tiene que recorrerla. Es verdad que esta regla
no siempre se cumple y es, en ese incumplimiento, donde se encuentra la clave
de bóveda que mantiene la arquitectura emocional que ha convertido el fútbol en
la religión con más seguidores en el mundo.
El Papa anunciando la vida eterna
puede convocar en la misa del domingo a tres millones de feligreses delante de
la televisión; Messi o Ronaldo amenazando la portería cada fin de semana reúnen
a cientos de millones de aficionados esperando la felicidad efímera pero
inabarcable de gritar ¡¡¡gooool!!! Y es, en esa eternidad efímera del gol que
acerca a la victoria, en la que hay que encontrar el clima de euforia por el
que atraviesa en la actualidad la afición almeriense.
Han sufrido tanto y
durante tantos años que los triunfos de las últimas semanas no nos han llevado
al liderazgo, nos han liberado de un desaliento permanente y, ya, casi
insoportable. Decía Di Stéfano que en fútbol nada es inocente, solo la pelota;
y, a veces, ni ella. Por eso habrá que preverse para cuando comiencen a venir
mal dadas. El azar o los intereses cruzados de clubes, árbitros y medios de
comunicación (para quien lo dude ahí están las comparaciones radiofónicas
nocturnas con la experiencia malagueña) traerán resultados que oscurecerán la
luminosidad confortable en la que llevamos instalados desde que comenzó la
liga.
Turki Al-Sheikh debe encaminar sus esfuerzos a construir un entramado deportivo y social sustentado en la consolidación del equipo, el fortalecimiento de la afición y la generación de un sentimiento de identificación entre el equipo y los almerienses
Será entonces cuando habrá que aprestarse a que la ilusión de ahora no se
diluya con la misma rapidez con la que se ha construido. Y, para alcanzar ese
objetivo, nada sería más deseable que los nuevos rectores del club alcancen a
comprender más temprano que tarde que comprar un equipo no es lo mismo que
construir un club. Turki Al-Sheikh y quienes están dirigiendo con, hasta ahora,
incuestionable acierto los intereses inmediatos del Almería deben encaminar
todos sus esfuerzos a construir un entramado deportivo y social sustentado en
la consolidación del equipo, el fortalecimiento de la afición y la generación
de un sentimiento de identificación entre el equipo y los almerienses.
Trabajar
sobre esos tres pilares no va a ser fácil. La pertenencia del equipo a capital
extranjero, la existencia de una afición tan herida por el sufrimiento y la
inexistencia de puentes vertebradores con ese entramado social es una meta que
exigirá inteligencia en la gestión de los recursos y pedagogía social. El
camino andado alienta el optimismo. El equipo construido, los resultados
alcanzados, el respaldo abrumador de la afición, la anunciada remodelación del
estadio o la construcción de una gran ciudad deportiva son circunstancias que
alientan a la esperanza.
Pero nadie debe olvidar que el fútbol es un territorio
tribal en el que la distancia entre el infierno y el paraíso sigue estando en
que la pelota entre o no en la portería. Por eso lo amamos tanto. Porque el
fútbol encierra cada fin de semana la magia contradictoria de ser una alegría
que duele.
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