Antonio Felipe Rubio
Periodista
El interrogante de la nueva convocatoria electoral ha podido ya ser
desgranado al conocerse la reciente iniciativa del PSOE que, como maniobra de
despiste o acción razonable, evidencia los clásicos preparativos que preceden a
unas elecciones. La clave en cuestión ha sido la actividad de las empresas de
publicidad que andan consultando precios y reservas de espacios publicitarios
en medios de comunicación: radio, prensa, TV, Internet, mupis, espacios para
mítines… Esta acción, en condiciones normales, demuestra el interés del partido
convocante de los comicios al adoptar una posición ventajosa a la hora de
desarrollar la campaña electoral con los mejores emplazamientos e impactos
publicitarios. Sin embargo, dadas las condiciones actuales, no se puede
garantizar al cien por cien la certeza de la convocatoria en noviembre.
Pedro Sánchez (Loa) |
Las innumerables argucias entre PSOE y Podemos hacen dudar y, como
una más, ésta podría ser una maniobra de distracción para despistar al
contrincante; especialmente a Podemos, partido que juega en el filo de la
navaja la histérica ansiedad en sus pretensiones para pillar cacho en el
Gobierno. El partido de “la solución a los problemas de la gente” no está en
otra cosa que ocupar el Consejo de Ministros… y luego ya veremos, inequívoco
tic de la “casta” que ha logrado fascinar a estos podemitas de casoplón y otras
incoherencias ideológicas.
Mientras se arreglan cargos y prebendas volvemos a tasas laborales
de la pasada crisis, que vuelve a amenazar con los peores indicadores y una
perspectiva que diluye soluciones eficaces ante las medidas populistas que sólo
sirven de argumento para negociar y mercantilizar un supuesto pacto de las
izquierdas con radicales de distinta ralea, filoetarras, algún histrión, los
siempre atentos nacionalistas de la derecha más endógena de Cataluña y País
vasco… y a esto Sánchez le llama “Gobierno progresista”.
A estas alturas resulta ocioso volver sobre la tontuna del
lenguaje inclusivo, de género y otras pamplinas de la izquierda que con esta
falacia intenta granjearse el voto de los que perciben estos gestos como una
defensa de los derechos, igualdad y justicia social. Recuerden el reciente
episodio de la recepción en el Congreso a la delegación iraní que exigió que
las mujeres no les diesen la mano y no les mirasen directamente a los ojos.
PSOE Y Unidas Podemos tragaron paquete y no rechistaron hasta que Vox protestó
por esta vejación a la mujer en sede parlamentaria y con el aval de una
presidencia tan “progresista” como la socialista Maritxell Batet. Otro
argumento para abundar en el concepto de “gobierno progresista”.
Lo cierto es que desde la Alianza de Civilizaciones de esa
catástrofe de ZP, hemos sido tomados por el pito del sereno. Es razonable que
si vas a su pueblo respetes sus “cosas”, pero que vengan aquí e impongan sus
aberrantes humillaciones… y las izquierdas progresistas y feministas asienten y
no reaccionan hasta que se les afea la conducta complaciente con la
discriminación y la ofensa. Esta vileza en el comportamiento no se salda con
llamar Unidas Podemos o ellas y ellos, portavoza y otras inmundicias del
discurso ideológico que no es sino un reclamo o señuelo para contento de
sectores poco avisados sobre el verdadero respeto de género.
Gracias a la comprensiva prensa -también- progresista, Sánchez ha
escapado del, a buen seguro, linchamiento mediático por su propuesta de
favorecer y gratificar a las chicas que se inclinen por la rama de ciencias en
sus estudios universitarios. Supone el fraudulento doctor que las mujeres no
están suficientemente dotadas intelectualmente para afrontar carreras
universitarias que exijan conocimientos sobre el Trypanosoma gambiense, cálculo
de resistencia y fatiga estructural o física cuántica. Ahora, imaginen que esta
medida socialista de ayuda a la “debilidad” de la mujer para la ciencia la
pronuncia Abascal, Rivera o Casado… ¡Hondonadas de hostias! Pedro Sánchez será,
no obstante y con toda seguridad, aspirante al “Premio Hipatia de Alejandría.
En definitiva, estas evidencias demuestran la escasa credibilidad
y ofensiva hipocresía de los llamados progresistas que, en el fondo, esconden
sus verdaderas certidumbres sobre el género sobreactuando con el espejismo del
lenguaje inclusivo, feminista, transversal, integrador… y, sobre todo, progresista,
muy progresista.
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