Antonio Felipe Rubio
Periodista
⏩ Almería tiene la propiedad de pasar, en cuestión de segundos,
desde la patética desolación a la desaforada ilusión. No se conoce mayor,
multitudinaria y ferviente movilización local que la que sacó al todo Almería
en junio de 1976 al quedar el equipo de futbol al margen de la promoción a
Segunda; ya saben, aquello de “Porta a la horca”.
Imaginen por un momento que en aquella tarde de junio del 76
hubiese móviles, whatsApp, internet, redes sociales y medios de comunicación alentando
y describiendo la insoportable afrenta (¡…!).
El presidente del Almería, con Mouriño (UDA) |
Ha sido -y sigue siendo- el futbol el gran motor social que todo
lo puede. Pudo, incluso antes del “patriota Sánchez”, llenar las calles de
banderas de España cuando en 2010 ganamos la Copa del Mundo en Sudáfrica. Aun
padeciendo la presidencia del pánfilo ZP (“Alianza de Civilizaciones”; “Apoyaré
la reforma del Estatuto que apruebe el Parlament”; “La Tierra no es de nadie,
salvo del viento”…), algunos cambiaron la tricolor de la infame II República
por la bandera española, pero todo fue un fugaz espejismo. Pasado el fragor
patrio-futbolero, cada uno a lo suyo: los sindicalistas de las izquierdas con
la republicana, la hoz y el martillo… y la española a ser de nuevo patrimonio
de los “fachas”.
Personajes desconocidos, ahora son imprescindibles para el honor y gloria de una población que mantiene la respiración con su equipo en la zona de promoción
Si el futbol puede enardecer hasta esos extremos, es previsible
que se haya podido presuntamente y fehacientemente (tal y tal y tal) esgrimirse
como argumento de reconocimiento social e inestimable coadyuvante para alcanzar
otras metas. Así, personajes que cinco minutos antes eran perfectos
desconocidos, ahora son imprescindibles para el honor y gloria de una población
que mantiene la respiración con su equipo en la zona de promoción.
No voy a renegar de las ventajas y beneficios colaterales que
conlleva tener al equipo en Primera. El problema es el empacho de
exhibicionismo optimista que trasciende de lo meramente deportivo para
insertarse en el capítulo de la esperanza de aquellos hitos históricos que
nosotros mismos, con nuestros propios mecanismos, jamás fuimos capaces de
alcanzar o concluir.
Si el nuevo propietario de la UDA consigue llevar el equipo a la
división de honor, poner un puerto deportivo en Retamar, un cinco estrellas en
la capital… o rivalizar con el Burj Khalifa en El Toyo, ¡enhorabuena! Está en
su derecho; es más, es su obligación siguiendo las directrices de los países
productores de petróleo que prevén el agotamiento de sus reservas y, pasado el
tiempo de los grifos de oro macizo, lanzan sus ingentes ingresos hacia
oportunidades de negocio que residencian en inversiones urbanísticas,
deportivas, lúdicas… y fundamentalmente en destinos turísticos que aún permiten
acciones más audaces.
Mi decepción viene al comprobar, una vez más, la incapacidad que
hemos mostrado para hacer lo que teníamos que hacer, y cuando lo teníamos que
hacer. No me enoja que venga un jeque a visualizar la obviedad en una tierra de
enorme potencial; una tierra que desprecia, demora, pospone y hasta destruye
grandes ideas y proyectos que nos habrían facilitado un mejor presente desde
ese pasado tan sórdido, cuya sombra nos persigue infalible.
No hace falta comprar un equipo de futbol, ni ser jeque para advertir que las posibilidades de Almería se acrecentarían exponencialmente con las oportunas inversiones
No hace falta comprar un equipo de futbol, ni ser jeque para
advertir que las posibilidades de Almería se acrecentarían exponencialmente con
las oportunas inversiones. Y no especifico si puerto deportivo en el corazón de
la bahía, hotel de cinco estrellas… El problema es que hemos espantado,
frustrado y boicoteado importantes iniciativas. Recuerden el espectáculo del
PSOE mintiendo sobre un falso affaire que malparó el Palacio de Congresos y
Exposiciones de Norman Foster; la oposición de la Junta socialista a un hotel
diseñado por Álvaro Siza en Cabo de Gata; la oposición a un puerto deportivo en
El Toyo 2005; trampas al Centro Comercial Gran Plaza… la lista es larga, sin
incluir los retrasos en infraestructuras y servicios.
¡Abandonad toda esperanza! Nuestra particular comedia se
circunscribe a agotar el residuo intelectual que va quedando en la irreductible
defensa de los árboles de Plaza Vieja, polemizar con la ubicación del
Pingurucho y recelar con cauciones preventivas de cualquiera que venga a
proponer lo que nos resultó imposible realizar por la mezquindad de los mismos
de turno.
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