La Plaza Vieja: el arbolado


Emilio García Campra
Historiador

⏩ En La Crónica Meridional del sábado 8 de febrero de 1902 ( n.º 12.947, p. 2, Gacetillas), leemos lo siguiente: “Arboles. Ayer por la mañana comenzó en la Plaza del Ayuntamiento la plantación de los árboles pedidos a Valencia. Esos árboles se han colocado en las líneas que señalan el jardín allí construido y calles centrales; forman un total de 49 y son hermosos ejemplares de Ficus nitida bastante desarrollados. El resto del arreglo del jardín continúa llevándose a cabo con bastante actividad”.

Plaza Vieja (Loa)

Eran tiempos, hace más de 117 años, en los que la corporación municipal la presidía José María Muñoz, el alcalde en cuyo buen recuerdo se rotuló la conocida calle almeriense. Entonces este lugar se le conocía con el significativo título de Plaza de la Libertad. El rastreo sistemático de la prensa de época nos revela la peripecia que siguió esta plantación de ficus. Por ejemplo, en un detallado informe de 1915 (La Crónica Meridional, 4-12-1915), suscrito por el técnico municipal José González Matallana, se señala que el número de ficus existente en nuestra plaza era entonces de 50 y se proyectaba reponer con 3 más. Y así podríamos citar otras elocuentes notas al respecto a lo largo de los tiempos.
Son falsas las noticias que de manera intencionada se vienen filtrando sobre la falta de “solera” de aquel arbolado
Son falsas, pues, las noticias que de manera intencionada se vienen filtrando sobre la falta de “solera” de aquel arbolado, del que naturalmente se han repuesto las faltas en diferentes épocas, pero siempre dentro de una línea de continuidad hasta nuestros días. Manifestar, además, que la colocación del monumento fue la causa de la muerte de las araucarias no es un error, es también otra falsedad. Según he podido conocer, el jardinero municipal informó en 1984 que estaban enfermas (viejas) y el ayuntamiento de entonces prefirió esperar a que murieran para hacerlas desaparecer.

Sustituir los arboles por sombrillas, con el mayor respecto a las personas, pero también con la mayor firmeza, nos parece una barbaridad. Aunque se quiera encubrir con el cambio sutil y rebuscado de terminología: “recolocación del arbolado en las esquinas”, pero que en realidad son maceteros con fines ornamentales. Eso sí, en número superior a los arboles ahora existentes ¡No faltaba más!

Al parecer se ignora que la mayoría de las ciudades influenciadas por el Mediterráneo se caracterizan por unos veranos secos y calurosos, donde en numerosos días las temperaturas se aproximan a los 30º C. y que, además, las poblaciones en general, se ven afectadas por el efecto de “isla de calor urbana”, generado por la alta densidad de construcciones y materiales acumuladores de calor, entre otros factores. Todo lo cual se mitiga, según dicen los que saben, con la existencia de arbolado, que reduce la temperatura y los contaminantes atmosféricos.
Resulta gráfico recordar que “la transpiración de un árbol de buen porte corresponde a un refrigerador de más de 150.000 frigorías al día” 
En este sentido, resulta gráfico recordar que “la transpiración de un árbol de buen porte corresponde a un refrigerador de más de 150.000 frigorías al día” (Leonard, R.E., Efecto moderador del arbolado en el ecosistema urbano. Paraná. Argentina, 1972) Y sin ir tan lejos, bástenos aludir a lo manifestado por el Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Agrícolas de Almería recientemente, para la debida ilustración municipal, con ocasión de la tramitación en curso de la modificación puntual de PGOU.

Consecuente con lo anterior vemos que las llamadas“plazas duras”, como la que nos pretende imponer, al decir de los urbanistas, son un modelo superado que estuvo de moda en la década de los 70 del siglo pasado. Y así, algunas de las que se construyeron entonces han sido remodeladas para dotarlas de sombra y vegetación. Con esos criterios de modernidad y progreso, tan sugestivos, se cargaron la ciudad horizontal y mediterránea que en otro tiempo fue Almería.

Estoy seguro que el promotor responsable encontrará más atractiva para la promoción de sus negocios hosteleros una plaza que conserve todos sus símbolos, conjugando así sus legítimos intereses y el sentido común. Por todo ello, reiteramos nuestra opinión (que es la de muchos) en el sentido de que toda eliminación de árboles es un crimen. Ya tenemos suficiente con las talas perpetradas en Obispo Orberá, Trajano, etc., convertidas con las repetidas recetas de modernidad en lugares artificiosos e inhóspitos.

Y mientras tanto, desde un banco de la vieja plaza, arropado del viento fresco de poniente, escucho el llanto de las hojas de sus árboles centenarios que en misteriosa ensoñación parecen clamar ¡por qué nos arrancáis de aquí! Al tiempo que, desde otro ángulo de la plaza, hoy sin árboles, tras un remolino de aire cálido, creo escuchar otra voz que responde tajante: es el progreso, amigo árbol, sólo el progreso...

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