Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental y escritor
⏩Se presentan dos
intensas semanas llenas de informaciones referentes al medio ambiente, a la
sostenibilidad, a la lucha contra el cambio climático. Como siempre, habrá
muchas y variadas, para todos los gustos. Nos mostrarán los diferentes estudios
científicos con datos claros, concisos y alarmantes, nos darán consejos para
que pongamos nuestro granito de arena, nos presentarán a las jóvenes como los
nuevos revolucionarios del cambio, a los políticos como dialogantes y
comprometidos con la causa.
Por desgracia también
veremos las noticias que contradicen esos estudios, que generan dudas, que
niegan esos datos científicos y presentan otros que sustentan bajo otras teorías
y resultados, nos demostrarán que nuestros esfuerzos individuales de nada
servirán porque son un grano de arena en el desierto, señalarán a los jóvenes
que se manifiestan como un puñado de hipócritas que exigen proteger al planeta
con sus móviles de alta gama guardados en el bolsillo del pantalón de marca,
excusarán a los políticos ante un insensible populacho, egoísta y mal criado.
Habrá de todo, y a cada uno nosotros nos tocará discernir con que
parte de la historia nos quedamos, a quién creemos, y de qué manera nos
comportamos. Siempre ha sido así, las múltiples interpretaciones de la realidad
ante nuestros ojos poniendo a prueba nuestro intelecto. Si tuviésemos claro que
las verdades absolutas no existen quizás sería más fácil dialogar entre nosotros,
pero nos obligan a decidir, a posicionarnos, a elegir entre estar a favor o en
contra del tema de debate. Ante el Cambio Climático, para que nos sea más fácil entender lo
que pasa, nos haría falta más educación ambiental, y sobre todo, buenos ejemplos,
porque de los malos tenemos muchos.
La educación ambiental, esa que todos ponen como bandera de
cualquier proyecto, en cualquier centro educativo, deberíamos entenderla como
un proceso permanente en el tiempo, que nos capacite individual y colectivamente
para entender lo que pasa a nuestro alrededor, para aprender herramientas,
valores, destrezas, habilidades, experiencias y, sobre todo, la determinación
que nos capacite para encontrar las soluciones a los problemas ambientales que
nos amenazan en la actualidad y en el futuro.
Por desgracia una cosa son las buenas intenciones y las palabras,
y otras los hechos. Somos más de pagar campañas para enseñar a la ciudadanía a
reciclar, pero no nos preocupamos de cuantos residuos se reciclan. Nos gusta
promover acciones para enseñar la importancia de los bosques plantando árboles
que luego nadie riega, o que se queman en el verano por la falta de inversiones
en la prevención de incendios. Nos encanta convocar a limpiar las playas,
hacernos fotos con la bolsita y los guantes, sin preocuparnos de donde
provienen los residuos que recogemos de la orilla de la playa. Somos muy de dar
lecciones para que cerremos los grifos mientras nos lavamos los dientes, pero
luego sobreexplotamos nuestros acuíferos y hacemos pozos de emergencia sin
preocuparnos de las consecuencias.
Necesitamos mucha educación ambiental, pero sobre todo buenos
ejemplos, que no sean contradictorios, que vayan en consonancia con lo decimos,
con lo que legislamos, con lo que exigimos al ciudadano. Ejemplos que nos
sirvan para alcanzar objetivos a largo plazo, que no vayan buscando la foto
bonita. Pero supongo que es más fácil pagar un puñado de bolsas y guantes para
limpiar la playa, que pensar en cómo hacer una buena gestión de los residuos, o
garantizar que nuestras depuradoras sean eficaces y no dejen pasar las
toallitas y los bastoncillos para los oídos, o prohibir determinados materiales
que son los que causan grandes estragos en los ecosistemas marinos, o hacer
cumplir la ley y a quien contamine que pague, pero bien pagado, que la multa no
le salga más barata que los beneficios obtenidos.
Sé que no es fácil solucionar tan graves problemas, demasiados
intereses y pocas ganas de calentarse la cabeza, pero lo que está claro es que
salir a limpiar las playas no es ninguna solución a largo plazo. Tienen su
repercusión de impacto positivo, no hay duda, y lo mismo que tenemos que
recibir buenos ejemplos, tenemos que darlos a nuestros vecinos, a nuestros
políticos, a nuestros hijos, porque es muy fácil posicionarse en la parte de la
crítica por la crítica, pero muy complicado comprometerse social y
culturalmente. A ver si desde la Cumbre cumplen con sus compromisos, con la
educación y con el ejemplo.
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