Manuel León
Periodista
⏩⏩⏩ Un día del año 1089, naves pisanas que se vieron
llegar por el horizonte marino saquearon Almería, entonces una taifa
rica e instruida, donde corría la plata y la seda y donde sonaba el laúd,
pero gobernada por el inofensivo Almutasim, más poeta que guerrero. Al-Maryya era
entonces uno de los primeros reinos resultantes de la descomposición del
Califato de Córdoba y había tenido una gran notoriedad y engrandecimiento en
esas décadas de independencia, con Jairán como
sonoro soberano.
La escultura mide más de un metro y representa una figura alada, mitad aguila y león |
Pero estaba desgastada hasta la médula por
las luchas fratricidas con taifas vecinas, como la de Denia, y fue el momento
en el que la República de Pisa aprovechó para vengarse de esa taifa
por los continuos ataques de los piratas musulmanes en el Mar Tirreno, como
Hitler se vengó de la República española bombardeando Almería casi novecientos
años después.
Hasta 1928, el ‘grifo almeriense’ estuvo en la cumbre del tímpano oriental de la catedral de Pisa y desde 1928 está expuesto en la cabecera del Museo de la catedral de esa ciudad
Entraron los marineros pisanos en la
ciudad, probablemente quemaron viviendas y edificios públicos y se llevaron joyas y tesoros.
Entre ese botín de guerra -está documentado por los autores Monneret de Villard, Anna Contadini y Leopoldo Torres
Balbás- la flota pisana arrambló con la mayor escultura en bronce del
mundo islámico medieval en ese momento -mitad león, mitad águila- que se
llevaron a bordo hasta su entonces emergente Puerto. Hasta 1928, el ‘grifo almeriense’ estuvo
en la cumbre del tímpano oriental de la catedral de Pisa y desde 1928 está
expuesto en la cabecera del Museo de la catedral de esa ciudad célebre por su
torre inclinada (Museo dell’ Opera del Duomo).
La existencia de esta legendaria pieza, cuyo
emplazamiento medieval dada su fastuosidad y tamaño (más de un metro de alto)
podría ser La Alcazaba medieval que mandara construir Abderramán III en 955
-aunque es enigmática su función originaria- es hoy casi desconocida para la
ciudad de la que salió y se ha convertido estos días en uno de los principales
reclamos publicitarios para visitar la exposición que se acaba de inaugurar en
el Museo Arqueológico Nacional en Madrid con el título de Las artes del metal en Al-Ándalus.
Fue inaugurada el pasado martes por un
almeriense, el ministro de Cultura, José Guirao, quien posó al lado del Grifo, como estandarte de la muestra,
y quien probablemente no fuera sabedor del origen ‘almeriense’ del fabuloso
bronce. Junto al grifo alado, se muestran estos días en el Arqueológico madrileño la
espada damasquina que Boabdil perdió en 1492, un globo metálico con estrellas
fechado en 1085, un bronce procedente de Ciudad Real o un surtidor de fuente. En total la muestra reúne piezas
islámicas únicas procedentes de treinta museos del mundo.
La Almería
medieval, como tantas ciudades costeras de la época, fue objeto de continuas
invasiones, saqueos y asedios y también de flotas que venían en son de paz a
reparar sus embarcaciones de vela y remo en sus famosas atarazanas o a realizar
el avituallamiento tras una larga travesía. Uno de los asedios más furibundo
fue el del rey Jaime II de Aragón en
el año 1309 que con una catapulta intentó acabar con los muro de La Alcazaba a
fuerza de lanzar bolaños.
Pero la cesura más importante del dominio
musulmán durante la época medieval en Almería fue la conquista y dominio
durante una década de los reinos cristianos de León y Aragón, desde 1147 a
1157, en lo que se denominó La
Conquista de Almería con cantar de gesta incluido. En esa
invasión contra los almorávides almerienses, acaudillada por Alfonso VII y Ramón Berenguer IV, participaron
también navíos pisanos y genoveses. El botín de guerra fue la propia Puerta de
Pechina, además de labradas
vajillas, estofas de seda y lámparas de la Mezquita.
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