Francisco Giménez-Alemán
Periodista
⏩⏩⏩ Con la misma frialdad con que irrumpe la
muerte en la vida de nuestros amigos me entero por mi hermana Amalia de la
noticia –fría como el mármol- del fallecimiento por demás inesperado de Luis
Góngora Sebastián, arquitecto, hijo de arquitecto, hermano de arquitecto, padre
de arquitecta y brillante eslabón de una de las dinastías de esta profesión más
prestigiosas y conocidas en Almería, desde que el fundador del Estudio, el
inolvidable don Antonio Góngora Galera se iniciara al término de la
guerra civil en el arte de dar vivienda, de crear hogar en definitiva, a tantos
vecinos que bien habían perdido la suya o que iniciaban una nueva vida en
familia.
Luis Góngora, en un acto reciente (Casco Histórico) |
Luis Góngora, desaparecido a la temprana edad
de 66 años, perteneció a una generación de almerienses que tenía que ganárselo
todo día a día y así lo hizo en la Escuela Superior de Arquitectura
de Madrid obteniendo su licenciatura en 1981 para ingresar pocos meses
después en el Colegio de Arquitectos de Almería, y ganar por oposición una
plaza en el Catastro del que más tarde pediría la excedencia para dedicarse al
estudio compartido con su hermano Antonio y con su hija Carmen Góngora
Carmona y con su sobrina Mar Góngora Gómez-Angulo. Todo un ejemplo de
dinastía familiar presente en el desarrollo urbanístico de nuestra ciudad desde
los primeros años cuarenta.
A Luis se debe, entre otras obras de fuste, la urbanización del tramo superior de la Rambla de Belén
A Luis se debe, entre otras obras de fuste,
la urbanización del tramo superior de la Rambla de Belén, bellamente
ganada al viejo cauce para disfrute de los almerienses, y otras muchas
realizaciones como las viviendas del proyecto municipal Almería 21, camino
de la Molineta, y una densa cartera de trabajo repartida por toda la ciudad.
Mención especial merecen los tanatorios de Roquetas y de Almería. Éste
último recreado como un espacio donde no va uno a encontrarse con la muerte
sino con la luminosidad y la empatía de un edificio pensado y construido con
arte singular muy ajeno a la idea de esos lugares para dar el último adiós a
los seres queridos. Acaso cuando Luis Góngora dibujaba este edificio sus
lápices y sus ordenadores estaban impregnados de esa bonhomía, de esa alegría y
de ese saber estar por la que se hacía querer entre todos los que tuvimos la
suerte de tratarlo.
El Colegio de Arquitectos de Almería, en cuya
histórica nómina hay muy relevantes profesionales que han contribuido a lo
largo del tiempo al desarrollo de una ciudad antes reducida a un viejo casco en
torno al Paseo del Príncipe y algunos barrios periféricos
manifiestamente mejorables, pierde con Luis Góngora Sebastián una figura
respetablemente señera del viejo oficio de la construcción devenido en arte y
santo y seña de las ciudades.
Todos los amigos de la familia Góngora (Antonio,
Pilar, Emilia, Carmen y Luis), desde los felices tiempos en que jugábamos en la calle
Dolores R. Sopeña, cuyas casas unifamiliares diseñó su padre, y más cientos de
amigos del bueno de Luis, lloramos hoy su último viaje, tan imprevisible como
doloroso, al estilo de como su homónimo don Luis de Góngora lo dejó
versificado: “Suspiros tristes, lágrimas cansadas / que lanza el corazón,
los ojos llueven”.
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