Pedro Manuel de la Cruz
Director de La Voz de Almería
⏩El pasado fin de semana algunos partidos
pusieron en escena un espectáculo teatralizado (y por tanto impostado, falso)
del asamblearismo al que han sucumbido. Los militantes del PSOE, Unidas Podemos
y ERC acudieron a la llamada del líder para refrendar, con mayorías próximas al
cien por cien, a sus propuestas para formar gobierno. El invento de las
primarias y la continua apelación al respaldo plebiscitario de las bases lleva
camino de convertirse en un artefacto de tan amplio espectro que puede acabar
destruyendo el elogiable principio de participación democrática que pretendían
alentar.
Adriana Valverde (Loa) |
Socialistas, neocomunistas y republicanos
respaldaron con un voto abrumador, no una propuesta o una aproximación a un
programa de gobierno, sino a prefabricadas declaraciones de intenciones en las
que todo es tan abierto -un gobierno progresista, una mesa de dialogo, en fin,
palabras- que solo encierran aire. El tiempo dirá si la euforia que ha
acompañado tanto alborozo militante acaba en buen puerto, pero, tanto si es así
como si no, convendría no olvidar la frase de Madame de Stäel que he vuelto a
leer en algún análisis de estos días convulsos y en la que la escritora
francesa sostenía que “el desengaño camina feliz y sonriente detrás del
entusiasmo”.
La lírica asamblearia tiene el atractivo
de lo efímero, pero, al contrario que en el teatro, aquí la función comienza
cuando se han apagado los focos y hay que gestionar la realidad en medio de las
contradicciones y el desaliento melancólico de las decepciones. Almería, que nunca ha sido la excepción en
nada (y menos en el respaldo a quien ordena y manda, ya sea en el PSOE o en el
PP), ha dado muestras otra vez de su adhesión inquebrantable a todo lo que se
decida en Madrid o Sevilla. El apoyo a que Sánchez gobierne coaligado con
Iglesias alcanzó en el global de la provincia una participación del sesenta por
ciento de la militancia con más de dos mil quinientos votos a favor y poco más
de cien en contra. Las cifras pueden considerarse normales, incluso altas en
cuanto a participación se refiere.
Mientras en los más de setenta centros de votación instalados la participación fue superior al setenta por ciento en la capital, de un censo de mil, solo votaron 250 en la sede, lo que apenas llega al 25 por ciento
Lo que sorprende es lo que se encuentra
detrás de esas cifras porque demuestra la diferencia que continúa existiendo
(siempre ha sido así, no crean que esto es novedoso) entre el PSOE de la
capital y el PSOE del resto de la provincia. Porque se da la circunstancia que
mientras en los más de setenta centros de votación instalados en los pueblos la
participación fue superior al setenta por ciento del censo de militantes, en la
capital, de un censo de mil, solo votaron 250 en la sede, lo que apenas llega
al 25 por ciento.
Los datos son interpretables y de ellos
puede obtenerse un abanico de consideraciones sin duda todas interesantes. Pero
hay una varilla de ese abanico que no puede por menos que sorprender. Y es que
resulta cuando menos extraño que aquella oleada de nuevos militantes que
descubrieron de un día para otro la fe socialista apenas unas semanas antes de
confeccionar la candidatura de este partido en la capital ahora, ay, se hayan
caído del caballo que les llevaba a la tierra prometida y hayan optado por
quedarse en sus casas.
Dice la tradición que la fe puede ir por barrios, pero
no por agrupaciones. Y no es entendible (¿o sí?) que los que ayer corrieran
alborozados (¿y motivados?) para afiliarse en masa al partido en la capital y
elegir a Adriana Valverde como candidata a la alcaldía hoy hayan dejado en la
comodidad del olvido el apoyo a la estrategia de Pedro Sánchez en su camino
hacia la reelección como presidente del Gobierno.
Quienes se habían apresurado a afiliarse
al PSOE porque acababan de descubrir su irresistible atractivo -más de
cuatrocientos nuevos afiliados en cuatro semanas y media, ¡cuatrocientos! - no
pueden haberse convertido, poco más de un año después, en un ejército de
incrédulos en retirada (de aquella oleada ya se han dado de baja más de doscientos).
El tiempo acabará desvelando lo que había
detrás de aquella reconversión tan abrumadora a la fe socialista. Pero,
mientras tanto, lo que nadie puede negar es que aquel fervor fue una mentira
premeditada y manipulada; tan premeditada y manipulada como los ejercicios de
cesarismo puestos en escena el pasado fin de semana por los tres partidos que
negocian el próximo gobierno y al que más temprano que tarde también acabarán
sucumbiendo los demás partidos. Para estos viajes hacia la democracia
directa no hacían falta tan falsas alforjas populistas.
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