Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental y
escritor
El próximo 26 de enero se conmemora el Día Mundial de la Educación
Ambiental y a la cabeza me viene un verso de una preciosa canción, sin
estribillo, de Sabina, que lleva por título “Ahora que...”, una declaración de
amor que habla de presente y futuro comparándolo con lo que tuvo en el pasado.
Suele ocurrir que vivimos felices en nuestra realidad, pensando que nada nos
falta, y por miedo peleamos por conservar los pilares que la sustentan, pero tiene
la vida esos caprichos que lo trastocan todo, que ponen patas arriba nuestra
existencia, para descubrimos que nuestro pasado era mejorable, y nos hacen
reflexionar sobre las condiciones en las que vivíamos, y a las que nunca se nos
pasa por la cabeza volver.
Eso mismo pretende la Educación Ambiental, hacernos entender el
presente que disfrutamos analizando de dónde venimos, las consecuencias
sociales, económicas y ambientales que ha creado nuestro estado del bienestar,
y hacia donde debemos dirigimos. Es una herramienta que en 1987, en la
Conferencia de las Naciones Unidas de Moscú, se definió como un proceso
permanente en el cual los individuos y las comunidades adquieren conciencia de
su medio y aprenden los conocimientos, los valores, las destrezas, la
experiencia y también la determinación que le capacite para actuar, individual
y colectivamente en la resolución de los problemas ambientales presentes y
futuros.
Ahora es el momento de que la Educación Ambiental esté presente en cada una de las decisiones que tomamos a título personal y como sociedad
Si atendemos a esa
definición, ahora es el momento de que la Educación Ambiental esté presente en
cada una de las decisiones que tomamos a título personal y como sociedad. Ahora
tenemos los conocimientos, las experiencias de las cosas que no funcionaron,
las que podemos copiar, adaptar y mejorar para conservar el equilibrio. Ahora
tenemos los recursos necesarios, la ciencia y la tecnología de nuestro lado, la
necesidad de hacerlo. Pero ante todo, ahora tenemos la determinación, la
unanimidad, que nos ha faltado en otros momentos de la historia para ponernos
manos a la obra, porque ahora somos
conscientes de que el Cambio Climático es una realidad, que estamos
sensibilizados ante la emergencia climática en la que vivimos, que sabemos que
tenemos que actuar para mitigar y adaptarnos a las consecuencias que nuestro sistema
económico ha generado, y que queremos cambiar de hábitos, de costumbres, de
valores, para corregir, y no generar, los impactos que nos han traído a esta
encrucijada. Ahora, y aquí cojo prestado el verso de Sabina, tenemos el alma
que no teníamos.
A modo de ejemplo pongo dos proyectos de Educación Ambiental que
se han llevado a cabo en la provincia de Almería en los últimos meses y que
demuestran que el momento es ahora, que lo que parecía imposible, se está
haciendo realidad.
La primera se llevó a cabo en junio de 2019, cuando diferentes
colectivos conservacionistas, hicieron una limpieza histórica de residuos en el
Espacio Protegido Punta Entinas Sabinar. La segunda acción que quiero destacar
se realizó la semana pasada cuando el CEIP Federico García Lorca de Vicar llevó
a cabo la tercera reforestación de su proyecto en la Sierra de Gádor cuyo
objetivo es recuperar los acuíferos del poniente que sustentan nuestra
economía. Lo importante de estas acciones no radica en cuantos árboles se
plantaron, en cuantas toneladas de plásticos se retiraron o cuantas personas
participaron, sino que en ellas estaban implicadas empresas agrícolas de la
zona, hoteleras, asociaciones ambientales y sociales, medios de comunicación,
la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca de Desarrollo Sostenible, la
Junta Local de San Agustín y los Ayuntamiento de Vicar y El Ejido. Una manera
de hacernos entender que si queremos solucionar las consecuencias del Cambio Climático
tenemos que trabajar unidos, juntos.
De nada sirve que los maestros y profesores enseñen la necesidad
de cuidar el medio ambiente, o que los padres eduquen a sus hijos en el respeto
por su entorno, o que los agricultores peleen los precios de sus productos por
su cuenta, o que los colectivos ambientales hagan limpiezas de plástico en las
playas, o que las administraciones declaren la emergencia climática y se
dediquen a poner parches ante los problemas que se generan por la falta de
planificación. Lo importante, lo fundamental, lo prioritario, es que todos esos
esfuerzos trabajen en la misma dirección, que se refuercen los unos a los
otros, de forma coordinada, anticipándose a los problemas, buscando soluciones
reales, no interesadas y partidistas.
Tenemos que dar ejemplo de sentido común, de cordura, de
inteligencia. Ahora, que tenemos el alma que no teníamos, toca Educación
Ambiental.
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