Antonio Felipe Rubio
Periodista
⏩⏩ Lo dijo la semoviente de Bildu: “Sois el
último tren hacia la última estación”. Con estas pocas palabras se resume el
espíritu de la legislatura del próximo gobierno antiprogresista (jamás
comunismo, secesionismo, socialismo de autor y otras excrecencias ultralevógiras
avanzaron en nada que no fuese la administración de la miseria y el
liberticidio). Se refería esta individua a Pedro Sánchez (locomotora del tren
socialista), único capaz de colmar las apetencias secesionistas de
independentistas catalanes, vascos y gallegos; es decir, “alcanzar la última
estación” no es otra que la “Termini España”. O sea, acabar con la unidad
nacional a cambio de un gobierno que, con el argumento de evitar a la
“ultraderecha”, se arrulla en el mórbido regazo de antiespañoles,
antimonárquicos, anticlericales… pero decididamente afectos a la generosa
soldada que les provee estipendios provenientes de la “putaespaña” que tanto
dicen repudiar.
Posibles ministros de Podemos (El Comercio) |
Es de general aceptación que la clase
política surge de la extracción social de allá donde radican o pacen, según el
tipo de grey. Pero resulta desconcertante que coincidan en bancada colindante
tantos especímenes que, al parecer, jamás tuviesen experiencias inherentes a la
sociedad civil “normal”. No se entiende que alguien suba al estrado para
excretar “¡Me importa un comino la gobernabilidad de España!”. Imaginen un
consejero que diga que le importa una higa la rentabilidad de su corporación… y
que el consejero delegado o el presidente del consejo de administración le suba
el sueldo. Imaginen un médico residente que le diga al jefe de Urgencias que le
importa una mierda que se le mueran los pacientes… Me pregunto de qué tipo de
sociedad han sido extraídos estos individuo/as que espetan estos argumentos.
A base de invectivas genéricas, filípicas
personalizadas, exabruptos y algún escupitajo se ha logrado perder la
perspectiva de algo tan esencial como es el compromiso. Comprometerse a
mantener la palabra, en política, es la nueva acepción de mentira y
fraude. Con Pedro Sánchez se ha hecho imposible
encontrar una verdad de entre sus categóricas y enfáticas aseveraciones. Sánchez ha logrado anticiparse a la
“última estación” que mencionaba la filoetarra.
Acaba de liquidar al PSOE, y abre la nueva
época del “Socialismo de Autor” (eludo la grafía de las siglas para evitar
anfibología con las de Ernst Röhm -que no es mi intención-). Este nuevo
socialismo, después de 140 años, explora y se conduce con partidos emergentes
(de emergencia, no emersión) para una legislatura que, por supuesto, será
duradera y, como dijo S.M., “el dolor vendrá después”. Queda saber el alcance,
intensidad y persistencia de ese “dolor”… y si habrá pronta reversión de la
avería.
Será duradera. No hay mejor escenario para
los secesionistas y ventajistas del perrilleo que el que provee una legislatura
que limpia la molesta broza de los tribunales de justicia, censura el
periodismo discrepante y decreta ultraderecha a los outsiders de su
“progresismo”.
Jamás se podrán ver en otra oportunidad
como esta. Sólo queda la esperanza fundamentada en la naturaleza intrínseca del
socialismo: fagocitar a sus socios. Ya lo vimos en Andalucía con la deglución
del Partido Andalucista y la dentellada a IU-CA. La ecuación es sencilla: si el
PSOE ha logrado engañar a todo su electorado; cómo no va a engañar a una
camarilla de socios indeseables a los que desprecia indisimuladamente, salvo el
tiempo de usar y tirar.
El Socialismo de Autor (antiguo PSOE) ha
programado una fiesta en la sede de calle Horno para celebrar el advenimiento
de Sánchez; supongo que para celebrar los determinantes apoyos de Sonia Ferrer
Tesoro y José Guirao Cabrera, sin los que a Cataluña, País Vasco y Galicia no
les va faltar de nada, todo gracias a los votos de los almerienses que creyeron
que votaban a unos representantes que iban a defender los intereses de Almería
y Andalucía.
Almería, con los 9 votos que consiguió
decantar Consuelo Rumí, ya posibilitó que Zapatero ganase al favorito Pepe
Bono. Un hito histórico para la catástrofe conocida y padecida que ahora se
torna en incertidumbre inquietante gracias a la “generosidad” de Ferrer y
Guirao. Y, encima, van y lo celebran.
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