Pedro Manuel de la Cruz
Director de La Voz de Almería
⏩ La noche del cinco de abril cené con dos
de los máximos dirigentes de
Ciudadanos. Aquella tarde se había celebrado un acto preelectoral
en el teatro Cervantes en el que participaron José Manuel Villegas, Juan Marín,
Marta Bosquet y en el que estaba prevista la intervención de Inés Arrimadas,
que no pudo asistir por, oficialmente, motivos de salud. Fue en aquella sobremesa cuando pregunté
si los almerienses que tenían voluntad de votar en las municipales de mayo a
Miguel Cazorla tendrían oportunidad de hacerlo. "Lo siento por ellos, pero no van a tener
esa posibilidad. Después del acto del Cervantes Fran Hervías se ha reunido con
él a solas para comunicarle que la candidata a la alcaldía por nosotros
será Montse Piquer". "Miguel-
me aseguró uno de los dos dirigentes bajo la mirada cómplice del otro- ocupará
un cargo dentro de la estructura nuestra en el gobierno andaluz, pero no irá en
la lista; está decidido".
Lo que nadie de los que estábamos en el
reservado del Club de Mar aquella noche podía intuir es que la decisión que
saldría de la reunión de Hervías con Cazorla (¿en el hotel Catedral?) era la continuidad del concejal almeriense al
frente de la candidatura a la alcaldía de Almería. La razón que provocó este
cambio de decisión, tan radical, tan inesperado y tan sorprendente, nunca lo
revelaron (ni lo revelarán) quienes la protagonizaron. La única razón que
escuché a la mañana siguiente de quien había asegurado la decisión contraria es
que, en el cambio de planes, había pesado mucho el argumento de que Cazorla había renunciado a presentarse a las
primarias, dejando así el campo libre al candidato Villegas,
decidido por Rivera desde Madrid. Fin de la cita.
El partido de Rivera era eso, el partido de Rivera. No había una estructura detrás que soportara la solidez de un proyecto con aspiración de perdurabilidad
He recuperado de la memoria (que no del
olvido) esta circunstancia porque, bajo su apariencia anecdótica, se encuentra
la razón principal que explica el proceso de decadencia por el que atraviesa
Ciudadanos: la insoportable
levedad de su consistencia. El partido de Rivera era eso, el
partido de Rivera. No había una estructura detrás que soportara la solidez de
un proyecto con aspiración de perdurabilidad. La anécdota almeriense no es más
que una pequeñísima gota en el mar
de improvisación y desconcierto en que Rivera convirtió Ciudadanos
en toda la geografía española y cuyas olas llegan ya a todas las costas donde
el partido está implantado. Nunca nadie fue capaz de destrozar tanto en tan poco tiempo. Las facultades de Ciencias Políticas
estudiaran cómo habiendo tenido (casi) todo, el cesarismo iluminado de quien
dependían todas las decisiones haya acabado dilapidándolo con una torpeza sin
límites.
El Rivera de la noche electoral de abril podía haber decidido ser vicepresidente, que su partido ocupara varios ministerios, haber alcanzado la alcaldía de Madrid y alguna presidencia autonómica
El Rivera de la noche electoral de abril
podía haber decidido ser vicepresidente, que su partido ocupara varios
ministerios, haber alcanzado la alcaldía de Madrid y alguna presidencia
autonómica. Tenía una coartada -ahora los cursis dicen relato- para todo. Para pactar con Sánchez el gobierno
porque, imponiéndole durísimas condiciones, hubiera alcanzado la meta que dio
origen a su nacimiento: impedir que el nacionalismo supremacista y excluyente
continuara ejerciendo como actor decisivo en la gobernanza de España. Nadie le
hubiera reprochado que hubiera cumplido la dieta de Churchill –desayunar cada
mañana algunos sapos- si lo que conseguía era acabar con el chantaje
nacionalista.
Para alcanzar la alcaldía de Madrid para
Villacís porque solo tenía que repetir en la capital de España el mismo
argumento que ya había puesto en practica con éxito en Andalucía: la
permanencia durante decenios en el
poder genera corrupción y si los Eres y los cursos de Formación
eran insoportables, también lo eran La Gürtel, la Púnica y toda la interminable
acumulación de casos ocurridos en Madrid bajo la presidencia de Aguirre o
González. Un argumento idéntico podría utilizarse para Murcia o Castilla-León.
Rivera lo tuvo todo y se equivocó en todo, hasta en llevarse a Arrimadas a Madrid (donde no ha hecho nada, solo ser el eco femenino de su presidente), abandonando Cataluña
Rivera lo tuvo
todo y se equivocó en todo, hasta en llevarse a Arrimadas a Madrid (donde no ha
hecho nada, solo ser el eco femenino de su presidente), abandonando Cataluña
(donde lo era todo y tampoco hizo nada después de ser la líder del
constitucionalismo en aquella tierra hostil). Ciudadanos es hoy un partido en estado
de desconcierto o de inconsciencia (y
nunca se sabe que es peor) y las divisiones internas en la capital, Roquetas,
Huércal de Almería, Gérgal o Huércal Overa son, solo, algunos ejemplos de lo
que ocurre en otras partes de la geografía española.
Cuando alguien entra en una reunión con
una decisión tomada y sale asumiendo la contraria sin consultarla con sus
compañeros de dirección y sin atreverse a dar ni una sola explicación, lo único
que pone en evidencia es su insoportable levedad. Y así ni se construye un
partido ni, mucho menos, se puede aspirar a gobernar un país.
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