Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental y escritor
⏩ Mamá, cuéntame otra vez ese cuento tan bonito de lo que llaman
democracia. Los maestros me explicaron que se basa en la soberanía del pueblo,
en el derecho a decidir y a controlar a sus gobernantes. Que bajo esa forma de
organizarse todos sus miembros son libres e iguales y que se establecen maneras
de participación para legitimar las decisiones colectivas.
Plaza Vieja (Loa) |
Cuéntame como para conseguir que todos seamos libres e iguales
ante la ley se consensuó la Constitución, donde se recogen los derechos y
obligaciones de cada uno de nosotros. La importancia de no hacer nada que vaya
contra ella, y la necesidad de protegerla, incluso con la vida, de los
interesados ataques de aquellos que quieren recortar libertades, proponiendo
leyes y normas que benefician a unos pocos.
Mamá, cuéntame otra vez esa historia tan bonita de cómo todos en
el mundo se unieron para luchar contra el Cambio Climático. Cuando toda la
sociedad, nosotros en el colegio, salíamos a plantar árboles, a retirar
bastoncillos y toallitas de nuestras playas, donde declarábamos la emergencia
climática para trabajar todos unidos, donde nos enseñaban a reciclar.
Háblame de aquellos bonitos consejos que nos daban en las clases
de historia sobre importancia de conocerla para no repetirla, de conservar
nuestro patrimonio cultural y etnográfico, de honrar a nuestros héroes, de
proteger los monumentos que nos recuerdan de dónde venimos y a donde queremos
dirigirnos.
Mamá, cuéntame otra vez la historia de esta plaza que en su día no
entendí muy bien por todos esos cuentos que nos enseñaban los maestros, a los
que a más de uno habría que haberle recordado que a los niños y niñas hay cosas
que ellos no deben tratar de explicar, que para eso están los padres, que velan
para convertirlos en hombres y mujeres de provecho.
Cuéntame, mamá, la inteligencia de aquellos lucidos dirigentes para
percatarse de los sucios intereses políticos que escondían aquellas 117
alegaciones con las que pretendían frenar el progreso de la ciudad, la
remodelación de la plaza. Me gusta escuchar como supieron reconocer los
infundados argumentos con los que justificaban sus gritos. Me hace sentir
orgullosa la valentía de como, sabiendo que iban contra los principios básicos
de la democracia, ningunearon, ridiculizaron y coartaron su derecho a ser
escuchados. Estuvo bien que ni siquiera le contestaran a sus escritos, así
aprenderían la lección de que no se puede hacer perder el tiempo a los lideres
que trabajan por el bien de todos. Pero eran tan idealistas, siempre pidiendo
que se cumpliesen las leyes, que se honrase la Constitución, que seguro no
supieron entenderlo. Si hubiesen aprendido que una cosas es lo que se dice y
otra es lo que se hace hubiese sido más fácil para todos.
Cuéntame como aquellos sagaces dirigentes supieron explicarles a
la sociedad que aunque el cambio climático era una amenaza y el mundo entero
estaba trabajando para mitigarlo y adaptarse a él, era importante arrancar
todos los viejos árboles que estaban destrozando todo. Fue una gran estrategia
de distracción la de declarar la emergencia climática el mismo día que
aprobaban la retirada de los ficus, o diseñar la preciosa campaña donde
incluían bichos de plástico para reducir su consumo, o publicitar que limpiarían
las ramblas de los residuos que no se sabían gestionar e insistir en los medios
que estaban construyendo una ciudad más sostenible.
Cuéntame esa parte en la que prometieron que trasladarían el
monumento sin dañarlo, y que para ellos era fundamental conservar en la memoria
popular el simbolismo de libertad y justicia que representaban los coloraos.
Fue quizás el mayor golpe de efecto, porque mientras defendían una cosa,
lanzaban el subliminal mensaje de que libres solo son ellos y que la justicia
no es igual para todos.
Mamá, cuéntame otra vez, la clarividencia que tuvieron para saber
que a los niños no les gustaría jugar en el centro de la plaza y que se
refugiarían cerca de los soportales para protegerse del sol, bajo los toldos.
Algunos dirán que es por la ausencia de los árboles, pero esos son los que
viven anclados en el pasado, los idealistas, los perdedores, pero es que no
saben reconocer que la visión de futuro es lo que hace que unos políticos sean
recordados para siempre y otros se pierdan en el olvido.
Mamá, cuéntame otra vez por qué nadie recuerda tu nombre.
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