Antonio Felipe Rubio
Periodista
⏩⏩⏩Imaginaba que la seriedad que impone el contagio del COVID-19 iba
a quedar exenta de la ya probada ineptitud del Gobierno que, en lamentables
ocasiones anteriores, ha venido gestionando con argucias, eufemismos y dilaciones.
La OMS fija para los diferentes estadios de contagio -ya es
pandemia- tres situaciones: contención, mitigación y generalización. En España,
que se sepa por ahora, continuamos en la primera fase de contención, con la
singular variante de “reforzada”. No obstante, los normas aplicadas de
suspensión de fiestas, concentraciones, colegios, universidades, centros de
atención de mayores, mujer, teatros, deportes… todo esto es típico de la
tercera fase de “Generalización”, pero nosotros permanecemos en la primera fase
de contención, eso sí, reforzada.
Incorporar forzados aditamentos y eufemismos es costumbre en el
gobierno socialista, no ya para evitar desasosiego en la población, sino para
administrar los tiempos y los efectos que pudiesen socavar sus intereses
electoralistas. En casos como China quien incomode al gobierno con alarmas
razonables en función del riesgo (primer médico que alertó), sencillamente va a
la cárcel. En España aún no se ha llegado a eso, aunque las admoniciones y
descalificaciones son demoledoras.
En la crisis de 2008 -para el PSOE 2009, perdimos un año- el
gobierno de ZP evitaba a toda costa hablar con claridad. Mencionaba e inventaba
palabras y conceptos como “desaceleración acelerada” y llamaba agoreros a los
expertos que avizoraban lo inevitable, así como a los políticos de la oposición
les dirigían los peores venablos de antipatriotas y a los periodistas les
tildaban de cavernarios y confrontadores; en general, el discrepante es un
facha. Al final llegó la crisis, Alemania jugó con ventaja atajando y moderando
los daños que en España se iban incrementando, perdiendo tiempo y oportunidad.
Ahora no hemos sido capaces de aprender de las experiencias -malas
y buenas- del contagio en China, Italia, Taiwán, Japón, Francia… el Gobierno de
España tenía unas preferencias inapelables para pergeñar apresuradamente una
ley impresentable que hubo de rehacerse por graves defectos de forma y fondo. Pero
lo verdaderamente prioritario era llegar a la fiesta multitudinaria con una ley
contaminada de ideología sectaria y, de paso, contagiar a unos cuantos y
cuantas.
Para Sánchez la concreción de la acción ante la crisis sanitaria
es “se hará lo que haga falta”. Todo un compendio, memorándum o normativa
exquisitamente detallada que no admite dudas. Sin embargo, sí que centró su
interés apelando a la generosidad, responsabilidad y lealtad institucional de
la oposición para que le apoyasen “sus” Presupuestos Generales del Estado; unos
presupuestos que ya han saltado por los aires, pues ya no se pueden centrar en
el gasto social expansivo y universal, salvo que se incida aún más en la crisis
económica que viene asociada a la ya sanitaria.
A este gobierno de socialismo de autor sólo le faltaba la
componente comunista para la nefanda labor de intromisión en nuestras vidas. Te
prohíben el juego, la bollería industrial o el piropo. Desarrollan leyes y
reglamentos con un amplio e imaginativo abanico de supuestos delictivos y
sanciones, pero son incapaces de atajar con la misma presteza y contundencia
una emergencia de seguridad nacional. Se pertrechan de marketing y postureo
para la inconsistencia, y llegan mal y tarde para lo verdaderamente importante.
Tenemos normas y reglamentos de chorradas para atosigar civilizaciones de cinco
sistemas solares, pero nuestra respuesta para lo realmente importante se
“concreta” en que se hará lo que haga falta.
Como insultante detalle final, este pasado miércoles el secretario
provincial del PSOE de Almería, Sánchez Teruel, apreció para criticar el
presunto aumento de las listas de espera en consultas externas del SAS.
Independientemente de la inoportunidad, ya es bastante miserable venir con
estos argumentos de confrontación en un momento en el que los hospitales
públicos y privados redoblan esfuerzos y recursos ante la emergencia del
COVID-19. Esto es un insulto para toda la población, pero especialmente para
los profesionales de la salud que han de priorizar actuaciones y precaverse
ante sus mermas por contagio. Le recuerdo a Sánchez Teruel que la “brillante”
gestión socialista se despidió con el descubrimiento del fraude en las listas
de espera con ¡quinientos seis mil cuatrocientos ocho! (506 408) pacientes que
fueron intencionadamente ocultados para tapar el fracaso de la gestión del PSOE
en la salud pública andaluza. Ahora hay dos opciones: seguir dejándolos tirados
o recuperarlos incrementando las listas de espera verdaderas, y no las falsas
del PSOE. Cuando se apela a la lealtad institucional, generosidad, sacrificio y
esfuerzo siempre habrá algún mezquino que se destaque con su miserable
discurso.
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